– ¿Se había fijado usted en que el famoso Puente Romano no lo es en su totalidad?
-¡Pues claro! ¿Es que usted no lo sabía?
– Pues no. ¡Y mira que llevo años en Salamanca!
– Entonces ¿no oyó hablar de la Riada de San Policarpo?
– No. ¿Una riada? ¿Y qué es lo de San Policarpo?
– Se llama así porque ocurrió durante la noche de este santo, un 26 de enero, en los primeros años del reinado de Felipe IV. No es la única que ha sufrido el Tormes, un río muy levantisco hasta que en el siglo pasado se hicieron las presas que lo domaron. Y, aún así, de vez en cuando se producen inundaciones, pero no llegan a ser las riadas de antaño.
«La de San Policarpo fue la mayor catástrofe que se ha dado en Salamanca, incluso más que la causada por el terremoto de Lisboa. No fue la única. Arruinó cientos de casas y edificios religiosos, llevándose enseres, ganado y muchas personas. Tengo entendido que en el afluente Zurguén se colocó un mojón indicativo de hasta donde llegó la inundación, a varios kilómetros de la desembocadura. La fuerza de la corriente se llevó la mitad del Puente y durante varias décadas el paso del río tuvo que hacerse con barcas.
– ¡No me diga! ¿Y no se pudo arreglar antes? ¿Tan mal andaba la cosa?
– Supongo que sería por lo de siempre, gastando los dineros en otras empresas que los poderosos juzgarían más importantes… El caso es que se tardó mucho en reparar. Nunca mejor dicho aquello de «a río revuelto…«. En la entrada sur del Puente, la del Arrabal, hay dos pilastras con los escudos de Felipe IV y de la ciudad y leyendas que nos hablan de las fechas. Bajó el reinado de Carlos II se reconstruyeron, por fin, los ojos que el río se había llevado. Y como «no hay mal que por bien no venga«, la obra supuso una revitalización de la cantería en Villamayor.
– ¿Cómo? Tengo entendido que la Piedra de Villamayor es porosa y se erosiona fácilmente con la humedad; no serviría para puentes.
– ¡Tiene usted toda la razón! Pero los canteros sabían que entre Villamayor y Salamanca, y también en el Arrabal, hay otro tipo de arenisca cementada por sílice, que es completamente impermeable. Alguien la ha llamado «de Salamanca», para distinguirla de la «de Villamayor». No sirve para esculpir, porque tiene muchos cantos, pero sí para evitar humedades. Por eso, en aquella época y durante algún tiempo más, se empleó esta roca «de Salamanca» en arquitectura, para calzar los edificios que se hicieron por entonces. Por ejemplo, la «Casa de Las Viejas» y muchos más.
– ¿Y por qué no se usó el mismo tipo de roca que ya estaba en la construcción romana, de tipo granítico?
– ¿Por qué había de ser? ¡Por motivos económicos, naturalmente! Los granitos más cercanos son los de Ledesma y los de Los Santos. Transportarlos costaba un dineral. Era más barato sustituirlos por otro material más cercano. ¡Aparte, como debió ser, de otros motivos, digamos políticos o personales! ¡Supongo yo!
– ¿Y dónde están esas canteras de «piedra de Salamanca»?
– Pues mire usted. Yo aún las vi, por los años 60, al este de las canteras de «piedra de Villamayor», en unos terrenos que luego se utilizaron para instalar allí el basurero municipal de Salamanca. Los canteros las conocían bien desde tiempos remotos. Hoy están completamente enterradas por escombros
– ¿Y esta «piedra de Salamanca» es contemporánea de la «de Villamayor»? Porque tengo entendido que ésta es del Eoceno y en ella se encuentran muchos fósiles; cocodrilos y tortugas. ¿Noo?
– ¡Hombre, tanto como muchos…! ¡Y también algún mamífero! Pues no. La «Piedra de Salamanca» es mucho más antigua que la «de Villamayor». Nunca se encontraron fósiles en ella, pero por algunos indicios se supone que es anterior al Terciario, probablemente, al menos, del Cretácico. No obstante, por la falta de pruebas concretas debería llamarse Preluteciense, o, mejor, Preeocénica.
– ¡Entonces, si es más antigua, estará debajo!
– En Villamayor, y más allá, hacia el oeste, por supuesto que sí. Pero los afloramientos del este, hacia Salamanca, están separados por una falla tectónica…
-¿Una falla? ¿Y dónde está?
– No se la ve. Está oculta por sedimentos más modernos, del Mioceno o del Cuaternario. ¡Pero para eso están los geólogos, para deducir lo invisible!
– Claro, claro. Me tiene que contar más cosas, pero mañana, que hoy se nos está haciendo tarde…
– ¡De acuerdo!
8 comentarios en «El Puente»
Muy interesante, Emiliano. Tendremos que fijarnos mejor cuando paseemos por el puente a ver si podemos distinguir unas rocas de otras.
Un abrazo y que tengas una buena semana. Hasta pronto,
Emilio
Es facilísimo distinguirlas. Prueba y verás.
Un abrazo, querido amigo
Muy interesante, Tio Emiliano. Que cosa esto de la puente, cuando vaya por ahi me voy a fijar unas rocas de otras.
Un beso y que tengas una buena semana. Hasta pronto,
Sobrino Dudu (Brasil)
Un abrazo muy fuerte para todos, querido sobrino. Como ves, no paro de escribir.
Querido Emiliano, continuó leyendo con agrado tus crónicas de Salamanca.
Me resulta de especial interés la del puente romano. Lástima que las imágenes más difundidas no destaquen la belleza de la parte romana, la de «la media puente, media plaza, medio claustro de S. Vicente».
Para mí las Peñuelas de San Blas son una muestra de la arenisca de Salamanca.
Un fuerte abrazo, Marcelino
Efectivamente, Marcelino. Eres un buen observador.
Un abrazo
Emiliano
Otro comentario es que el gravado de Thomas Kelly (s.XIX) presenta una silueta de la catedral de Salamanca anterior al s.XVIII. Con motivo de la restauración posterior al terremoto de Lisboa la esbelta torre de la catedral perdió tal característica
y me gusta en este momento provocar a los tertulianos emilianenses, destacando mi opinión que quizás fuera en tal ocasión (consolidación de la torre) cuando se colocarían los estrambóticos pináculos góticos que desvirtúan finalmente la estética de una torre renacentista.
Como podrás comprobar esta sujerencia la hago con ánimo de provocar.
Un nuevo abrazote
Marcelino
Evidentemente, el Sr Kelly se basó en otras imágenes anteriores a él. Por lo visto era bastante usual. Tomaría apuntes y luego copiaría detalles. ¡Digo yo!
Otro abrazo, Marcelino.