[dropcap type=»1″]E[/dropcap]l hoy convento de clausura de religiosas franciscanas bajo el título de la Madre de Dios fue, hasta la revuelta comunera, la casa palaciega de Pedro Maldonado Pimentel, capitán de las huestes salmantinas en aquella contienda y uno de los mayores hacendados del bando comunero. El exterior de la casa quedó transformado después de la derrota de Villalar. Desaparecieron escudos, tapiaron ventanas y abrieron huecos que no existían. Sin embargo, en su interior, gran parte de la residencia quedó intacta, y al entrar en sus dependencias, hoy clausura, parece que la familia Maldonado acaba de abandonarla.
La casa se sitúa en uno de los rincones de la plaza de San Benito, y se extiende por la calle del Prado, donde el convento tiene su puerta de acceso que preside en una hornacina una imagen de la Virgen María. Desde la Plaza de San Benito se accede a la iglesia conventual. En su fachada, a ambos lados de la entrada al templo, se pueden observar dos partes bien diferenciadas, correspondiéndose con las casas primitivas que conforman el cenobio. La cornisa del lado que da a la calle del Prado está muy decorada, por el contrario, la que se extiende por la calle de la Compañía carece de ornato.
Los motivos decorativos tienen gran semejanza con los del palacio de los Doctores de la Reina. Aparecen los arquillos apuntados y, entre ellos, las bolas típicas de la época arquitectónica de los Reyes Católicos, unidas a figuras de animales. Algunos de estos animales desaparecieron por orden municipal, acordada en un pleno celebrado en 1821. En aquellos años Salamanca vivía un gran fervor comunero, y su consistorio consideró que aquellos animales ofendían la memoria del antiguo dueño de la casa, Pedro Maldonado. Dos cerdos fueron eliminados por los fervorosos seguidores de los comuneros. Consideraban a estos animales relacionados con tendencias malignas: la gula, la ignorancia y la lujuria. Estas creencias debieron influir en la drástica medida tomada por la Corporación Municipal del siglo XIX.
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1 comentario en «La Casa de Pedro Maldonado»
Querido amigo: aunque no te escriba todos los días, quiero que sepas que sigo y guardo tus artículos con verdadero deleite. Sigue así, como tú eres. Un abrazo