Opinión

Epistolario sobre la pretendida independencia de Cataluña. Cartas entre Artur Mas y Ramón Tamames

Artur Mas y Puigdemont se saludan en el Parlament.

[dropcap]E[/dropcap]n función de los acontecimientos de cada día, pueden cambiar las decisiones de los autores sobre qué publicar en el momento. En ese sentido, tenía previsto hacer hoy una especie de recordatorio de los tiempos en que conocí a Ernesto Che Guevara, en Ginebra, en 1964, con alguna referencia a su muerte, que fue hace cincuenta años, en 1967. Pero la perentoriedad de los temas catalanes, me ha llevado a la idea de publicar un intercambio epistolar que he tenido recientemente con Artur Mas, que tal vez tenga alguna relevancia a la hora presente.

Nos conocimos el año 2000, cuando alguien que no recuerdo me pidió que presentara a Mas en un Congreso de Financiación, cuyo nombre completo tampoco tengo en la memoria. Allí fui, nos saludamos, y con algunos datos que ya tenía hice mi papel de presentador, de lo que queda una foto que publiqué después en mi libro ¿Adónde vas, Cataluña?, de Península/Planeta en 2013.

Artur Mas y Ramón Tamames en 2000

Precisamente con ocasión de ese libro tuve algunos intercambios con Artur Mas cuando era Presidente de la Generalidad de Cataluña. E incluso mantuvimos una buena conversación en Barcelona que me resultó interesante, por mucho que su cambio, en 2012, de unionista a separatista, tenga una explicación poco convincente, según veremos.

La historia más reciente de nuestra relación se remonta al 16 de septiembre de este año, cuando asistí, en el Ampurdán, al Civet (un almuerzo con caza, en este caso concreto de jabalí), que el multifacético Luis Conde, Cazatalentos y Presidente del Salón Náutico de Barcelona, ofreció a sus muchos amigos de toda España. Y allí tuve ocasión de hablar muy brevemente con Artur Mas, y quedamos en conversar después del 1 de octubre, tras lo que fue el accidentado y pretendido referéndum, en el que la causa separatista quedó incluso peor que el anterior conato del 9-N de 2014.

Efectivamente el día 3 de octubre, tuve ocasión de escribir una carta a Artur Mas que reproduzco a continuación, y que se explica por sí misma:

 

Querido Arturo:

Recordaras que el pasado 16 de septiembre, con ocasión del Civet que nos ofreció nuestro común amigo Luis Conde en Fonteta, fui a saludarte durante el almuerzo, y te comenté que podríamos hablar después del 1 de octubre. Desde aquel día han pasado muchas cosas, y sobre todo el propio primero de octubre, que no es para recordar con alegrías unánimes; siendo cierto que el panorama ha experimentado una transformación importante, que debe tenerse en cuenta en cualquier proyecto de futuro.

En el plan del nacionalismo catalán, la previsión de independencia tiene hoy una expresión de mayor magnitud política. Lo cual no quiere decir, ni mucho menos, que la independencia sea la mejor opción, ni que tampoco a la postre fuera sancionada por la mayoría en una consulta organizada con todas las de la Ley y las garantías precisas. Por eso, estimo que en estas horas bajas, es preciso reflexionar pensando en lo mucho que nos une, y no tanto en lo que nos separa. Es una hora decisiva, y tú, que iniciaste el proceso en 2012, lo sabes mejor que nadie, como también es verdad que ese proceso se ha ido extremando por ciertas fuerzas más antisistema que otra cosa.

Creo, sinceramente -por supuesto sin ninguna intención de halagarte-, que es el mejor momento para que tú reaparezcas con talante reconciliador, y de verdadero estadista. A fin de proponer una solución que pueda convenir a casi todos.

En la situación actual, hay un alto nivel de enfrentamiento, y también de cansancio por la cuestión catalana en toda la comunidad española. Que, ciertamente, lleva prestando al tema una atención hasta ahora nunca tan resonante. Por eso, a mi juicio, es la hora de plantear una oferta de posible acuerdo, para frenar una evolución perversa que luego podríamos lamentar todos. Por mucho que inicialmente pareciera que iban a materializarse algunas esperanzas y expectativas de indudable fuerza sentimental, que no pueden en ningún caso ignorarse.

Está claro, creo, que es necesaria una oferta razonable de negociación, y en ese sentido, si tienes capacidades persuasivas -y seguro que las tienes, en un momento en que no se atisba una solución razonable-, podrías crear entre los que consideran el 1 de octubre como un gran triunfo, un momento de reflexión serena. Para estimar lo que realmente puede hacerse a partir de ahora y mantener, de cara al futuro, una relación entre Cataluña y el resto de España indispensable. Cierto que con nuevos aires, para desarrollar potencialidades, en una etapa que puede ser de prosperidad por muchos años y para todos.

Eso es lo esencial del mensaje que quiero transmitirte, con base en nuestra relación, que no ha sido muy densa, pero que a mí me ha interesado mucho desde el año 2000, cuando nos conocimos en Madrid. También podría decirte que tú eres, con toda la problemática del contexto, una persona en trance de espera por muchos -una especie, para entendernos, de Colombey les Deux Églises de Cataluña-, que llegaría ahora, en la situación más propicia; para favorecer un posible renacimiento de la política, como arte lúcida de resolver problemas, y no de complicarlos más.

En el sentido que me expreso, estimo que si consigues que se atemperen las prisas, podrías hacer el anuncio público, con el apoyo necesario de la Generalidad, para abrir una nueva fase en el devenir de los hechos para que no sean desdichados sino de esperanza. Seguro que va a haber otras iniciativas en estos días, pero creo que tu persona daría mucha fuerza a una iniciativa así.

La posibilidad que te planteo, de poder realizarse -y ya sé que es muy difícil-, sería saludada por todos como la Gran Ocasión. Y sin prejuicios ni falsas premisas, no sería tan difícil reconsiderar el nuevo status de Cataluña, e incluso el nuevo nombre de la Comunidad como Nación Catalana. Ya existen precedentes, aunque sean muy distintos, de nombres singulares en nuestra estructura política, como Principado de Asturias, Comunidad Foral de Navarra, o País Vasco. Además, en la propia Constitución de 1978, en el artículo 2, al incluirse la palabra nacionalidad, de hecho se estaba anunciando ya la idea de Nación, que se formuló en el proyecto de Estatuto de 2006, que debería haberse considerado tras el referéndum del pueblo catalán en 2010.

No voy a entrar en detalles de lo que es esta propuesta. Que yo te hago, aquí y ahora, y que creo deberías meditar en todo lo que supone de verosímil, de efectivamente realizable. Ya sé que no soy persona con niveles de competencia suficientes para impulsar definitivamente una idea como la que he expuesto. Pero sí me considero capacitado para pensar libremente y plantear un proyecto que persigue el objetivo de una reconciliación tan necesaria como factible.

Un acuerdo como el esbozado aquí sobre Cataluña, negociado con serenidad y generosidad por ambas partes, podría ser aprobado después por referéndum nacional; sin necesidad de modificar la Constitución ni cosa parecida, incluyendo cuestiones económicas de alcance, y en la línea de planteamientos hechos durante los últimos tiempos.

Es, quizá, demasiado tarde para pensar en el artículo 155, y en cambio no es demasiado tarde para proponer una negociación inevitable y más que conveniente para todos, antes de dirigirnos al abismo. Lo que hace falta es poner en marcha el nuevo proceso, y nadie mejor que tú para enviar el mensaje, El llamamiento. Que sería recibido por todos los españoles, como una expresión de amor a Cataluña que sentimos casi todos, y que así se expresaría sin ambages.

Si quieres hablamos más del tema, cuando tú quieras, y donde te parezca bien. Estoy a la plena disposición del propósito enunciado, con la mayor esperanza de que una idea surgida un día concreto pueda llevar a alguna parte. Si pensamos en construir el porvenir en vez de contemplar la ruina de tantas cosas.

Espero tus noticias, y te envío, como siempre, un cordial abrazo.

 

En esa carta, como se ve, lo que pretendía era que el fundador del proceso independista reflexionara y se convirtiera en una persona capaz de re-enderezar la cosa, y llegar a una reconciliación con España en todos los sentidos, por aquello de que “la independencia de Cataluña no puede ser, y además es imposible”.

Tres días después de escribir mi carta, creo que empecé a tener contestación de Artur Mas. Concretamente porque en el Financial Times, en unas declaraciones que hizo -al más importante de los diarios económicos de Europa, y casi del mundo-, dijo que Cataluña no estaba preparada para la independencia. Y que una cosa es declararla y otra hacerla efectiva. Y que esto requiere controlar las estructuras territoriales, las fronteras, y tener una administración propia y fundamentalmente las tributarias y de Justicia. De todo lo cual carecen los independentistas, y yo diría que de muchas cosas más.

A raíz de las declaraciones de Mas en Financial Times, que mostraron, una vez más, que él es el verdadero protagonista del movimiento de separatismo, escribí otra vez a mi posible interlocutor, en la idea de que respondería en esta segunda ocasión. El texto de mi carta, del día 9 de octubre, es el siguiente:

 

Querido Arturo:

Aunque todavía no me has contestado a mi carta del 3 de octubre, y al leer tus declaraciones al Financial Times el día 6, me parece que hay una serie de temas en los que voy a expresarte mis puntos de vista.

Dices, con mucha razón, que una cosa es declarar la independencia, y otra muy distinta es llegar a ser independientes. Y precisas además una serie de estructuras que habría de dominar el independentismo, como son las territoriales, las fronteras, el sistema fiscal y la Justicia. Nada menos.

Lo que creo es que esas estructuras e instituciones nunca las vais a tener los independentistas. Incluso aunque hubiera un referéndum como el que propusisteis y que no fue aceptado porque el derecho a decidir es exclusivamente de la soberanía nacional, que es todo el pueblo español.

Te recuerdo que ese derecho a decidir se discutió en la propuesta de Francisco Letamendía en el debate constitucional del año 78, y que fue rechazado por unanimidad por toda la minoría vasca (que acababa de conseguir el reconocimiento de los derechos forales) y se abstuvo toda la minoría catalana, menos Eribert Barrera que votó en contra, y Miquel Roca Junyent, que se ausentó a la hora de votar. Así pues, ese derecho no existe, como tampoco lo hay en ninguna Constitución, excepto creo que en la de Etiopía y en la antigua de la URSS.

Tendríais, pues, que reformar las Constitución para conseguirlo, y con las reglas de los artículos 167 a 169 de la misma, resulta técnicamente imposible un proyecto así.

Creo, por consiguiente, que un paso que deberías dar adelante, si quieres mantener la coherencia, es aceptar el texto constitucional y manifestar que con base en él, las estructuras e instituciones para ser independientes nunca las tendrá la causa secesionista. Y que vais a estar mejor dentro de España, que es estar dentro de Europa, de la que saldríais automáticamente en caso de secesión.

Sinceramente, entiendo que deberías inducir a Puigdemont y a sus amigos más extremistas a que mañana no hagan la declaración unilateral de independencia, lo que sería un auténtico desastre para todos, y mayormente para quienes quieren proclamarla.

Por lo demás, aquello que dijiste hace años, que “los bancos se pelearían entre sí para quedarse en Cataluña en caso de secesión”, más o menos literal, no se ha cumplido con los traslados de cese que se han producido en estos días.

Finalmente, el referéndum (si así puede llamarse) del día 1 de octubre, da peores resultados que el del 9-N del 2014. Y además toda la sociedad española ha empezado a movilizarse ya en la idea de que la unión es mucho mejor que la separación.

Todos esperamos que reflexionéis sobre estos temas y digáis lo que realmente es verdad, y señaléis un futuro más integrador en busca de la prosperidad en el marco de todas las libertades.

Sigo pendiente de tus noticias, agradezco a tu esposa que me haya facilitado su correo electrónico para escribirte, y te envío un abrazo muy cordial.

 

Tras mi carta del 9 de octubre, finalmente me contestó Artur Mas, lo cual es, sin duda, de agradecer, por las muchas ocupaciones que habrá tenido en estos días, en medio de toda la vorágine del independentismo ciego y sin razón. Y verán Vds., a continuación, que en la carta no responde a la idea de que Cataluña tiene unas insuficiencias que le impiden, objetivamente incluso en la lógica más separatista, hacer la verdadera independencia. Por el contrario se limita a justificar su cambio de unionista a secesionista, con argumentos ya muy pasados, como verdadera agua que ya no puede mover molino. Ahí va la carta del 10 de octubre de Artur Mas al autor de este artículo-epistolario:

 

Apreciado Ramón,

Comprenderás que estamos en unos días muy intensos que no dejan mucho tiempo para otras cosas que no sean encauzar lo mejor posible el proceso que está viviendo Cataluña. En este sentido, hoy es un día trascendente.

Tus opiniones me sugieren una serie de comentarios que no puedo detallar pero sí apuntar a la espera de una discusión más serena y relajada.

El primero es que la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010 alejó a una buena parte del pueblo catalán de la Constitución. Desde entonces, la Constitución ha ido perdiendo legitimidad. Tiene fuerza legal, pero ha perdido identificación.

El segundo es que aquella sentencia se cargó, de forma gratuita e innecesaria, el pacto constitucional a través del cual el pueblo catalán -o el vasco, o el gallego- tenían la última palabra sobre su autonomía, vía referéndum vinculante. Es decir, el intérprete de la Constitución fulminó un pilar básico de la propia norma, y nadie ha movido un dedo para reparar tal desaguisado.

Y el tercero es que el derecho a decidir no es incompatible con la propia Constitución, según reza  una sentencia no muy lejana del TC.

En fin, desde el soberanismo catalán se está apelando constantemente al diálogo, partiendo de la realidad, que no es otra que 2 millones de catalanes votan independencia. La realidad se puede moldear, pero no negar. Y mucho menos demonizar.

Son solo algunos apuntes. Espero poder tratar de todo con mayor sosiego y profundidad.

Un abrazo

Artur Mas

Los hechos creo que han confirmado mi tesis de que el protagonista de toda la movida catalanista-independentista sigue siéndolo Artur Mas, tras un retiro de dos años de la presencia pública, pero manejando los hilos de manera indudable: la independencia, dijo Mas por boca de Puigdemont, a plazos y negociada.

Vean sobre esa relación políticamente, paterno-filial, Mas/Puigdemont, en la foto que se publicó en el diario El Mundo, se refleja que tras su discurso de 74 segundos, incluidos aplausos, Puigdemont subió a la tribuna de visitantes, y allí estuvo en conversación con su mentor/preceptor Artur Mas; en medio de toda la vertiginosa tarde/noche en el Parlamento de la Ciudadela.

Puigdemont y Mas la noche de la declaración (10.X.2017)

Ya sé que va a ser en vano pedir reflexión a Don Artur -a quien espero que publicar el cruce de cartas le parezca que es bueno para todos-. Y que si no se es independiente en la realidad, por muchas declaraciones que se hagan, lo mejor es una conciliación plena para mantener y asegurar la prosperidad dentro de España hacia la que se encamina en estos momentos, y que podría verse seriamente dañada si continúa un proceso que está convirtiéndose en verdadera astracanada.

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