NOTA BENE: Este artículo iba a publicarse la semana pasada, muy próxima a los 50 años de la muerte del Ché. Pero por las urgencias de Cataluña, se sustituyó por el epistolario con Artur Mas. Lo damos ahora, quince días después de la efeméride.
[dropcap]U[/dropcap]no de los conocimientos que hice en Ginebra en 1964, cuando se celebraba en el antiguo y hermoso Palacio de la Sociedad de las Naciones (ahora sede europea de la ONU), la Conferencia sobre Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas (UNCTAD, por su sigla inglesa), fue Ernesto Guevara, el mítico Che. Doctor en Medicina, como a él le gustaba recordar en ocasiones, para evitar familiaridades excesivas, y con una biografía archiconocida. Primero por sus actividades revolucionarias, que le llevaron desde los campamentos de los barbudos rebeldes en la Sierra Maestra hasta La Habana, en 1958; para luego ser uno de los líderes fundamentales de la controvertida y luego deteriorada y autoritaria revolución cubana del castrismo.
Fue el Ministro Ullastres, jefe de la Delegación española a la UNCTAD quien me presentó a Guevara, al final del discurso que pronunció el ministro español, que fue muy aplaudido por El Che. Quien por su parte, a los pocos días tuvo una extraordinaria intervención, en la que criticó a fondo a EE.UU. Sobre todo por su embargo económico a Cuba, terminando con dos sonadas expresiones. La primera para calificar a Washington DC de «zorro libre entre gallinas libres», por su papel de gendarme internacional, que se había autoarrogado. Pero con todo, lo que más perturbó a la Delegación de EE.UU. fue cuando el Ché refiriéndose a la creciente intervención en Vietnam, les dijo proféticamente:
Un día Vds. recibirán la misma admonición que el Rey Boabdil el Chico hubo de oír a su madre, cuando perdió Granada en 1492 ante los Reyes Católicos: «llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre». Vds. no saben defender unas relaciones pacíficas, y prefieren una guerra que al final perderán con toda seguridad.- Fue una de tantas ferias, cumplidas, en ese sentido.
Al oír la referida sentencia, toda la Delegación estadounidense se marchó ostentosamente de la sala de reuniones, con gesto de ira contenida por parte del cabeza de la misión USA, Mr. George Ball, un conocido diplomático.
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Pasaron tres años, y el 7 de octubre de 1977, el mismo día de inaugurarse el curso en la Universidad Complutense, donde yo era profesor adjunto de Estructura Económica, tenía en clase no menos de trescientos alumnos, por ser el momento en que la carrera de Económicas más atraía a los estudiantes, que pensaban que como economistas se situarían en los mejores cuerpos del Estado; o como ejecutivos de empresas, a fin de ganarse la vida de la manera más desahogada.
Acababa de llegar de Argentina, y la noticia de la muerte del Che se difundió ese día de octubre, en la mañana. Almorcé en casa, descansé un rato, me puse una corbata negra, y me fui a clase. Allí saludé a los alumnos de la tarde en el día de su incorporación, y les informé que antes de empezar la exposición sobre el temario del curso, de vez en cuando haría una intervención para comentar los episodios más señalados que fueran produciéndose. Y como suceso de ese día inaugural estaba claro que el tema era el Comandante Ernesto Che Guevara, Doctor en Medicina, muerto por las fuerzas armadas de Bolivia, por su intento de expandir la guerrilla en ese país. Dije más o menos:
Al Doctor Ernesto Che Guevara, lo conocí en Ginebra, hace solamente tres años, cuando él estaba al frente de la Delegación de Cuba en la sesión fundacional de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, la UNCTAD, que estudiaremos este curso. En tanto que yo formaba parte de la Delegación Española. Allí el Prof. Ullastres nos presentó un día al Che y durante nuestra común estancia en Ginebra, tuvimos algunos encuentros más.
Pero no se trataba de hacer gala de mis mayores o menores conocimientos personales, sino de explicar cómo había sido la relación entre la España de Franco y la Cuba de Castro en términos de intercambios comerciales, desde 1958, en diciembre, cuando la llegada de los barbudos a La Habana, hasta el año en curso, 1967: el intercambio se mantuvo normal, en contra de lo sucedido con EE.UU., que viendo a la nueva Cuba como un peligroso vecino, por sus cada vez más estrechas conexiones con la Unión Soviética, practicó desde 1960 un embargo comercial en perjuicio de todos los intereses de los cubanos.
El desarrollo del comercio entre España y la que había sido una de sus últimas posesiones ultramarinas, emancipada en 1898, tras la guerra hispano norteamericana, si no modélica, sí fue expresiva de la observancia por parte del régimen de Franco de la llamada Doctrina Estrada. Según la cual, sin perjuicio de cuál sea el régimen político, económico y social de los países iberoamericanos, siempre deben mantenerse relaciones entre ellos; en función del pasado común en términos históricos, lingüísticos y culturales.
A continuación en mi obituario, señalé alguna de las actividades del Che Guevara en su propósito de “crear diez, cien, Vietnams a lo largo del mundo, en lucha contra el imperialismo”.
Esa intervención mía en la Universidad fue seguida con respeto por todos. Y al terminarla, pasé a explicar, como resto de la clase, el contenido del curso que iniciábamos aquel día. Al concluir, se acercaron al estrado estudiantes de las más diversas ideologías: los que se veía que eran del PCE, y también falangistas, que estaban contra el hegemonismo de EE.UU.; incluso se congratularon de mis palabras de obituario algunos carlistas y juanistas… Eran tiempos de cambio, En España, hacia la democracia.
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