Jesús Málaga, presidente del Centro de Estudios Salmantinos, y La Crónica de Salamanca inician una serie de reportajes sobre monumentos, rincones, rutas y lugares ‘escondidos’ de nuestra ciudad bajo el título de: Salamanca, de la sombra a la luz
Hace casi 150 años que el retablo de San Pedro de la Paz descansa en la Iglesia de San Pedro Apóstol, de Tejares, pero esta pieza de arte barroca de una gran belleza y delicadeza engrandeció otros templos antes de que en 1869 decidiera la diócesis de Salamanca reubicarlo donde hoy se puede disfrutar y contemplar, porque la Iglesia de Tejares está abierta al culto.
La primera morada del retablo de San Pedro de Paz fue el convento de Canónigas o Canonesas de la Orden de San Agustín. Este convento fue fundado en 1534 por Teresa de Anaya, ayudada por el arcediano Diego de Anaya.
La fundadora lo dotó muy bien y fue su primera abadesa. De esta época, data el retablo que hoy se puede contemplar en el templo de Tejares.
Saquemos de la sombra a la luz la errante historia de este retablo. El primer edificio donde se admiró fue demolido al ser declarado en ruina a principio del siglo XIX. Las religiosas del convento de Canónigas o Canonesas de la Orden de San Agustín fueron acogidas en el monasterio de Bernardas de Jesús.
El expediente para declarar en ruina el muro del convento de San Pedro de la Paz lo inició el Ayuntamiento de Salamanca en 1852. Este muro servía de límite a la calle y encerraba la iglesia, el coro, el cementerio y otras dependencias del edifico religioso. Entonces, se dijo que suponía una amenaza para los vecinos del entorno y para las mismas monjas que lo habitaban.
El primer reconocimiento fue efectuado el 21 de junio de 1853 por Tomás Francisco Cafranga en compañía del capellán del convento. En su informe aseguró que «desde que resido en esta ciudad, hace más de veinte años, he notado en dicha pared del convento el mismo desplome que tiene al presente, sin que haya habido aumento respecto a él, cuya circunstancia debe hasta cierto punto tranquilizar a los vecinos de aquella calle». Desmintió con ello, las sospechas de ruina y no fue favorable al derribo.
Era un hecho excepcional, porque el arquitecto municipal no solía contradecir al Ayuntamiento. Sin embargo, las presiones de este le llevaron a cambiar su dictamen y el 13 de febrero de 1854 afirmó acerca de la misma pared que «hace mayor sentimiento de día en día y es muy próxima su ruina». Nunca existió un documento oficial de este segundo reconocimiento y la declaración la hizo un concejal, por lo que el asunto parece más bien oscuro y poco lega.
Este convento se hallaba situado en la calle de San Pablo, frente a la manzana de casas que había entre la calle del Tostado y la Cuesta de Carvaja. La iglesia del convento tenía una bella portada del Renacimiento, que fue demolida, y el retablo del altar mayor, el que nos ocupa, fue desmontado y trasladado a la iglesia de San Martín donde permaneció hasta 1869, en que se colocó en su actual ubicación, la iglesia de San Pedro Apóstol, en Tejares.
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Documentación:
Estadismo de la Diocesis de Salamanca.
Urbanismo de Salamanca en el siglo XIX, por Enrique García Catalán.
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1 comentario en «El retablo errante del otro lado del río»
¡Bravo!