El análisis de los teléfonos móviles de El Chicle y de Diana Quer determinó que ambos terminales iban juntos la noche en que desapareció la joven madrileña.
Esto se supo en noviembre de 2017 y a partir de ese momento, el principal sospechoso de los hechos, José Enrique Abuín, pasó a ser «con completa seguridad» el «objetivo único» de los investigadores de la Guardia Civil, según explicó este martes el coronel de la Benemérita en A Coruña, Javier Jambrina, que antes de llegar a este destino fue jefe de la comandancia salmantina entre 2011 y 2015.
El estudio de los dos millones de datos facilitados por las operadoras telefónicas también permitió averiguar que el teléfono de la mujer de El Chicle no estaba ese día, y a esas horas en la noche del 21 de agosto de 2026, junto al de su marido, desmontando, así, su coartada, según la cual había pasado toda la noche en casa con él, lo cual entorpeció la investigación de El Chicle como sospechoso de la desaparición de la joven madrileña.
Él había logrado desde el principio el apoyo de su mujer y sus cuñados diciéndoles que la Guardia Civil le iba a llamar a declarar, dados sus antecedentes por drogas y una agresión sexual que se quedo en nada, y les dijo que no tenía nada que ver con la desaparición de Diana.
Ellos se lo creyeron, según explicó Jambrina, y coincidieron en la misma versión ante los agentes, situándolo toda la noche en casa, junto a su mujer.
Para tener los datos fidedignos de la ubicación de los móviles hubo que esperar a que el pasado 21 de agosto se repitiera una situación similar a la que de 2016, con las fiestas en A Pobra para tener la misma sobrecarga en las redes, y evaluar con precisión la posible desviación en la ubicación de un móvil que hiciera el mismo recorrido que se supone hicieron el Chicle y su víctima. Y funcionó.
Sin coartada
Esto desmontaba ya la coartada de los allegados de Abuín, pero la Guardia Civil necesitaba armar bien el caso para que el juez lo reabriera y poder reanudar la investigación «con mayor intensidad y conseguir las pruebas que necesitábamos», es decir, con más medios tecnológicos que solo puede autorizar un juez para que sean pruebas válidas.
El 25 de diciembre se produjo el incidente con otra joven. El Chicle la abordó y ante la resistencia de la chica decidió abortar su ataque. «El Chicle tiene mucha agilidad mental», según señaló Jambrina, le dijo entonces: «Ah. Tú no eres Carla! Era una broma que me encargó tu novio», y se fue hacia su vehículo. Pero cayó en la cuenta de que la chica había visto la matrícula, así que abrió el maletero, cogió una herramienta grande (no un cuchillo), y le amenazó para obligarla a entrar en el maletero. Ella se resistió y dejó los pies fuera, pero el Chicle no pudo obligarle a introducirlos porque tiene una lesión en un hombro. Siguió el forcejeo y ella gritaba, alertando a dos transeúntes que pasaban por allí, tras lo que El Chicle la sacó del maletero y se fue.
Para entonces, la chica, que había grabado accidentalmente con el WhatsApp el intercambio inicial con su agresor, le envió la conversación a la persona con la que se estaba chateando, y había retenido en su memoria los dos primeros números y la primera letra de la matrícula del coche.
Esto, junto a una filtración periodística, precipito los acontecimientos.
Se decidió detener a Abuín y a su mujer por ese incidente y tratar de que reconocieran su participación en la desaparición de Diana Quer.
Inicialmente El Chicle solo declaró que la había atropellado y que dejó su cuerpo en un descampado, pero dio una versión inverosímil sobre dónde llevó el cuerpo.
Poco después, sabiendo ya los agentes que la mujer había mentido, y que su móvil no estaba junto al de su marido aquella noche de agosto de 2016, acabó por reconocer su mentira y reconoció que no estuvo en casa con ella.
Amplió su declaración
Una vez que El Chicle se había quedado sin coartada, solo dijo en una segunda declaración, «que tras el atropello llevó el cuerpo a un descampado y luego de allí a una nave de Rianxo», explicó este martes el coronel de la UCO, Manuel Sánchez Corbí.
«Cuando un delincuente con este perfil psicológico pierde el apoyo que le ayudaba a guardar el secreto y a aguantar se queda en estado de tanta fragilidad mental que opta por confesar», añadió Corbí.
Luego indicó donde estaba el cuerpo sin vida de Diana: en la nave abandonada de lo que fue, entre otras cosas, una fábrica de gaseosas. Concretamente en el depósito de agua potable que se utilizaba para su fabricación, con diez metros de profundidad y una boca de 1,5 metros, tapada con una losa de hormigón, en curo centro había una tapa de 40×40 centímetros que levantó para arrojar dentro el cadáver de la chica, anclado con dos ladrillos de hormigón.
El cuerpo estaba a una profundidad de ocho metros. Al estar en agua limpia, a una temperatura fría y constante se ralentizó el proceso de descomposición.
Ahora falta por saber si ofrece pruebas del uso de violencia o de que se haya producido un atropello.