Opinión

Dos vidas

"La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp", de Rembrandt (1632).

 

[dropcap]H[/dropcap]a ocurrido hace unos días. Un preso de la cárcel de Villabona (Asturias) se sintió indispuesto una noche y a la mañana siguiente lo encontraron sin vida, según manifestaron los médicos y la Comisión Judicial.

Fue avisado el servicio funerario correspondiente, que se encargó de introducir el cadáver en una bolsa-mortaja y llevarlo al depósito del Instituto de Medicina Legal para efectuar la autopsia.

Pero antes de introducirlo en el quirófano el personal del Anatómico se dio cuenta de que el muerto ¡¡¡ESTABA VIVO!!!

Esta noticia la ha difundido el diario El Comercio, publicada recientemente en La Crónica de Salamanca.

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¿Qué consecuencias se sacarán de este asunto? Lo ignoro, pero me imagino que traerá de cabeza a mucha gente. Quizás hasta provoque una normativa que sustituya a la vigente. ¡Ya veremos!

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Esta doble vida -nunca mejor dicho- me ha traído a la memoria algo que me llamó la atención hace mucho, mucho tiempo. Normalmente el recuerdo de lo pasado lo tienes algo difuso, pero en este caso ha venido acompañado por el del lugar donde tenía archivada la noticia. Gracias a ello he podido anotar datos concretos, que obtuve de un escrito de Félix Tejada para «La hora XXV» (1958), titulado «Fallecido, salvo error u omisión«.

El suceso ocurrió al sur de Suecia, más concretamente en la Casa de Salud y Retiro de Ancianos de Brovy. Parece ser que una residente falleció y la directora del Centro, doctora Igaborg Rosentroem, comprobó que era así, que había dejado de respirar, y certificó el óbito. A continuación, tramitó todo el papeleo, que incluiría seguros, enterramiento, avisos a los familiares, baja en el Centro, etc… E inició la búsqueda de una persona para llenar el hueco que había dejado la difunta…

Pasaron varias horas y cuando ya todo estaba ultimado llamaron a su puerta para informar que la anciana HABÍA VUELTO A LA VIDA.

¿Cómo era posible? Acudió corriendo Igaborg a verlo por sus propios ojos y comprobó, horrorizada, que era verdad: ¡la mujer estaba viva!

¿Y qué hago yo ahora? -pensaría la doctora. -¿Cómo rehacer el papeleo? ¿Cómo avisar a la funeraria otra vez para que anulen el protocolo? ¿Y a los familiares, qué les digo? ¿Que había sido una equivocación? ¿Cómo compensarles el dolor de la noticia, el susto, la zozobra que sin duda estaban sintiendo? ¡Quizás algunos ya habrán emprendido el viaje para el duelo y entierro, puede que desde lejos!

Me imagino la ansiedad de esta mujer ante lo que se le venía encima… El descrédito; las sonrisas y miradas desdeñosas a su paso; posiblemente la pérdida de su cargo…

Pero la anciana VOLVIÓ A MORIRSE, resolviéndose así las inquietudes de Igaborg.

Pese a los esfuerzos de la directora del centro para ocultar su fallo, esta doble muerte llamó la atención de alguien que ordenó una pesquisa forense. La autopsia reveló que el segundo fallecimiento había sido violento. ¡Igaborg Rosentroem la había asesinado!

Por supuesto, fue destituida de su cargo, procesada y condenada. Lo que no sé es a qué.

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Estos dos casos me han hecho recordar -¡cómo no!- a Edgar Allan Poe. Aquella estremecedora lectura de «El enterramiento prematuro» motivó mis noches de pesadilla durante aquellos años juveniles. Después, oí decir que a un escritor muy famoso del siglo XVI le había ocurrido eso mismo… No sigo por no parecer morboso.

Hasta leer el caso que se ha dado ahora en Villabona pensaba que hoy la ciencia médica había conseguido descartar la posibilidad de diagnósticos erróneos de catalepsia y fallecimientos aparentes. Seguramente será así, pero todos estamos expuestos a un fallo humano. ¡Errare humanum est!

0 comentarios en «Dos vidas»

  1. Hola Emiliano, feliz año 2018, me ha gustado muchísimo la historia de esta semana y cuando describes tus paseos por el campo imaginando mil y un lugares distantes en el tiempo y en el espacio, son los mejores juguetes tanto para niños como para mayores, los paseos y los animales, un fuerte abrazo Emiliano.

    Responder
    • Muchas gracias, Marisa. Me alegra mucho saber que los niños se interesan por lo que escribo. ¡Es el mejor regalo que me pueden hacer! Ellos son nuestro futuro, nuestra esperanza de que todo irá mejor… Nuestra alegría…
      Un abrazo

      Responder

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