[dropcap]L[/dropcap]eo unas declaraciones de Pedro Sánchez invitando a no permanecer impávidos ante el desmantelamiento del Estado del bienestar. Y también repetidas cuñas en su discurso, más o menos disimuladas, intentado convencer a propios y extraños de que ellos son la izquierda.
Cabe entender ese estado del bienestar al que se refiere Pedro Sánchez, como una cierta actitud hacia aspectos básicos de la convivencia social como son la educación, la sanidad, las pensiones, que favorecen precisamente esa convivencia social, actitud que al final de la segunda guerra mundial cristaliza en un determinado consenso que orienta y define la realidad y personalidad europea.
Y así hemos estado todos estos largos años, conviviendo y progresando en base a esa orientación, en base a esa personalidad y ese consenso logrado tras aquella gran catástrofe bélica, hasta que aires posmodernos favorecidos quizás por el aburrimiento (que distrae mucho y aturde bastante), vinieron a neoliberarnos de ese pacto de solidaridad y democracia.
Sin duda son aires extraños y de difícil encaje en nuestro modo de ser y ver el mundo estos que durante las últimas décadas intentan cambiar la personalidad de Europa y torcer su rumbo, y el desorden que este intento provoca es evidente y toma múltiples aspectos. Pero también es cierto que la reacción contra ese intento ha sido rápida e intensa, decidida y ubicua, por lo menos en determinados sectores de la sociedad. Por eso Europa es hoy escenario de una confrontación sobre cuyo resultado es difícil hacer previsiones, pero que de alguna manera nos recuerda otras confrontaciones pasadas. Deja vu.
Probablemente nada de esto hubiera sido posible si los partidos socialdemócratas de Europa no se hubieran vendido al mejor postor, colaborando para que en el autodenominado «centro político” tomaran asiento ideas extremas y radicales importadas artificialmente de otros lares. Así, bajo esa máscara del «centro» político, pretenden vendernos la idea radical y rancia de la plutocracia. Y digo ideas “extremas” y “radicales” en referencia a aquel pacto antes mencionado.
Siendo esta una operación tan burda, por lo menos a los ojos de muchos, ha determinado la aparición de nuevas opciones políticas en un intento casi desesperado por salvaguardar aquel consenso postbélico y sus evidentes logros. Esas nuevas opciones políticas han venido a ocupar el vacío dejado por esos partidos que en otro tiempo fueron socialdemócratas, y que han acabado siendo indistinguibles de los partidos instrumento del poder omnímodo del dinero.
[quote_box_left]Pedro Sánchez debería saber que si hoy el PP desmantela el estado del bienestar es gracias al apoyo fiel del PSOE. Sus fidelidades se entrecruzan tanto que sus opciones políticas son indistinguibles.[/quote_box_left]Por eso, cuando uno escucha la invitación de Pedro Sánchez a no permanecer impávidos ante el desmantelamiento del estado del bienestar, la reflexión que surge espontáneamente es que si al menos el PSOE hubiera permanecido impávido haciéndose a un lado, y no hubiera colaborado de forma tan decidida y decisiva en ese desmantelamiento, no estaríamos donde estamos.
La estafa constitucional que significó lo sucedido con el artículo 135 de la Constitución, hito en el desmantelamiento del estado del bienestar, fue obra del PSOE (con el apoyo fiel del PP).
Las iniciativas legislativas para la privatización de la sanidad como elemento clave en el desmantelamiento del estado del bienestar fueron obra del PSOE (con el apoyo fiel del PP).
En todo lo que ha sido la privatización de sectores estratégicos (fundamentales para un estado del bienestar) inspirada en el lucro privado y la explotación laboral, y que ha traído peores servicios y facturas más caras, PSOE y PP han ido siempre de la mano.
Siendo como era conocido que el objetivo político número uno del PP, entre corrupción y corrupción (y también de Felipe González, como pupilo entusiasta de Margaret Thatcher), era el desmantelamiento del estado del bienestar, la acción política del PSOE ha sido decisiva y decidida para mantener al gobierno de Rajoy -que no contaba con el apoyo de la mayoría de los votantes- en la dirección firme de sus objetivos. Y esos objetivos del PP no fueron votados precisamente por los votantes del PSOE. Eso se llama fraude.
Así que Pedro Sánchez debería saber que si hoy el PP desmantela el estado del bienestar es gracias al apoyo fiel del PSOE. Sus fidelidades se entrecruzan tanto que sus opciones políticas son indistinguibles.
Sin duda aquella ocurrencia de los resistentes del 15M que pusieron en palabras lo que muchos pensaban al hablar de un extraño híbrido, el PPSOE, no estaba fuera de lugar.
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