[dropcap]L[/dropcap]a pasada semana, a propósito de las corporaciones, que señorean los rankings de capitalización bursátil de todo el mundo, iniciábamos un artículo sobre las multinacionales (EMNs); que tienen importancia creciente en la economía del planeta Tierra. Y veíamos los antecedentes históricos, las características básicas de esas macroempresas, así como sus diferentes modalidades, que las hay.
Hoy, tras presentar una lista con las 25 EMNs más importantes, vamos a ocuparnos de otros aspectos de las EMNs, de su autodefensa con los códigos de conducta, y de la Trilateral como asociación entre ellas, etc.
CÓDIGOS DE CONDUCTA PARA LAS EMNs Y ÉTICA DE LOS NEGOCIOS
Con todo, la OCDE fue la primera organización en proponer y aprobar un código de conducta para las EMNs (Guidelines on Standards of Behaviour, o «Directrices para las EMN», en lo sucesivo DR) adoptado el 21 de junio de 1976.
Las DR fueron recomendaciones a los gobiernos de los países miembros de la OCDE y a las propias EMNs operativas en sus territorios; y por extensión, a las empresas nacionales en aquellos puntos o circunstancias en las que resultaran aplicables. Su cumplimiento era voluntario, a pesar de lo cual no conviene minimizar sus efectos, pues durante sus primeros seis años de experiencia (1976-1981) sirvieron para reunir a los diversos agentes en presencia; por una parte, los gobiernos de la OCDE, con el apoyo de su funcionariado, y por otro, los representantes de los empresarios a través del BIAC (Business and Industry Advisory Committee, un órgano empresarial a nivel OCDE) y del TUAC (Trade Union Advisory Committee, órgano sindical).
En las DR había recomendaciones y pronunciamientos generales para campos concretos de la actividad económico-social de las empresas. Las recomendaciones de carácter claramente general preconizaban el respeto de las políticas de los Estados miembros, para sentar las bases de una cooperación efectiva con el medio local, asegurando así un comportamiento acorde con la ética profesional. En cuanto a los aspectos concretos, las directrices se referían a: 1) información, 2) competencia, 3) financiación, 4) fiscalidad, 5) empleo y relaciones industriales, y 6) ciencia y tecnología.
En análoga línea a la del pasado con sus códigos de conducta, algunas de las principales EMN, tras el fiasco de la III reunión ministerial de la OMC en Seattle en diciembre de 1999, lanzaron iniciativas para dar muestras a la opinión pública de su buen comportamiento en el proceso de creciente globalización económica mundial.
Con esa actitud, lo que se persigue es no perder posiciones ante los consumidores, o la autoridad. Eso fue lo que se plantearon cincuenta de las mayores corporaciones del mundo, en julio del 2000, al firmar, bajo los auspicios de las Naciones Unidas, un acuerdo global comprometiéndose a una serie de obligaciones en los frentes laboral, social y ecológico; entre las cuales prometieron el apoyo a los sindicatos libres, el rechazo del trabajo de los niños, y la protección del medio ambiente.
Y tal vez lo más significativo para la virtualidad de tales promesas, es que entre los signatarios hubo empresas que habían sido el objetivo de fuertes protestas por parte de las ONG ecologistas (y sobre todo Greenpeace), tales como Royal Dutch/Shell en el área del petróleo, y Nike en el del material deportivo.
Esa iniciativa 2000 llegó justamente un mes después de que en el marco de la OCDE se estableciera una nueva serie de directrices (guidelines) para las empresas multinacionales. Conforme a las cuales -total coincidencia- deben actuar protegiendo el medio ambiente y salvaguardando las normas laborales.
Incluso cabe citar que poco antes, en el propio año 2000, treinta y seis grandes corporaciones, incluyendo Chevron, General Motors y Procter & Gamble, acordaron avalar los llamados Principios de Sullivan, relativos a observar una serie de conductas en el área de lo social.
John Ruggie, asesor especial del entonces Secretario General de las Naciones Unidas Koffi Annan, refiriéndose a todas esas iniciativas subrayó su denominador común: propiciar una mejor actitud sobre cuestiones fundamentales y en especial las ya repetidas sobre medio ambiente y las relaciones laborales. Temas totalmente al margen de la OMC o de otros organismos de las Naciones Unidas, sencillamente porque «no puede haber un árbitro de las cuestiones del entorno, ni de los derechos humanos, ni del trabajo». De ahí que tales pactos hayan sido bienvenidos en la forma en que se han producido.
Por lo demás, conviene recordar que esa visión global sobre adquisición de compromisos, la promovió el propio Kofi Annan en la cumbre del Foro Económico Mundial en Davos, en enero de 1999, cuando advirtió a los ejecutivos allí reunidos que la globalización podría estar en peligro; por el hecho de que las reglas que la misma se arroga protegen mayormente los intereses corporativos más contundentes, y mucho menos las cuestiones relativas a las pautas sociales y ecológicas a seguir.
El ambiente referido -casi de excusatio non petita acusatio manifesta- es el resultado de la crisis de confianza que se abrió en el 2000 -derivada de grandes escándalos financieros-, y la influyente revista Fortune, no vaciló, en marzo de 2002, en proponer la manera de acabar con los delincuentes de guante blanco en los grandes negocios: «Mienten, roban, y se salen con su botín». Y en palabras de Denny Crawford, el veterano comisionado del Consejo de Texas para el Accionariado, y que seguramente es el que más incumplidores en Bolsa ha enviado a cumplir condena: «Hay que dejar en claro que están mintiendo, que trapichean. Lo mejor que puede hacerse con ellos por cometer fraude en el negocio bursátil, es mandarlos a la cárcel». En esa dirección, el Grupo de Trabajo Intergubernamental de las Naciones Unidas sobre las Empresas Transnacionales (ETN), reunido en octubre de 2016 en Ginebra, propuso la creación de un tribunal ad hocpara los abusos de las ETN. Sin embargo, por el momento, no parece que esa propuesta vaya a hacerse realidad, pues la mayoría de los países en vías de desarrollo se disputan entre sí las inversiones de las EMN.
LA TRILATERAL
Podría reproducirse aquí una clasificación de las EMN, por su orden de importancia, según el modelo de los rankings que realizan sistemática y anualmente una serie de revistas, entre ellas, Fortune, y diarios como el Financial Times. Pero aparte de tales clasificaciones de las que casi siempre son cabeza de importantes conglomerados, lo verdaderamente fundamental es darse cuenta de que al menos en ciertos momentos, hay una coordinación formalizada entre las EMN con una verdadera estrategia común.
La expresión de ese poder a nivel internacional pudo verse en la «Comisión Trilateral», cuyos fundamentos teóricos se debieron a Zbigniew Brzezinski, quien en un célebre artículo propuso -tras la debacle de EE.UU. en la guerra de Vietnam- una mayor cohesión dentro del mundo occidental; para con base en las grandes corporaciones transnacionales mantener el poder del capitalismo, resistiendo la presión del Tercer Mundo y de los países socialistas. Todo ello llevaba a compartir, al menos parcialmente, el poder de EE.UU. con las otras dos piezas fundamentales del sistema trilateral: Japón y Europa (y sobre todo Alemania).
En diciembre de 1971, Zbigniew Brzezinski -más tarde uno de los hombres clave de la estrategia de poder del presidente Carter- convenció a Hutington Harris, de la Brookings Institution, para llevar a cabo una serie de estudios acerca del trilateralismo. Estudios de los que vino a hacerse portavoz David Rockefeller, presidente del ChaseManhattan Bank, a quien se unieron diversos prohombres de los distintos círculos de negocios que aprobaron la idea. La propuesta formal se presentó a la Fundación Ford, cuya financiación hizo posible diseñar el dispositivo de la Comisión Trilateral, que se constituyó definitivamente en Tokio el 23 de octubre de 1973.
La Trilateral, que sigue operativa en el segundo decenio del siglo XXI, es un «matrimonio entre intelectuales y personas influyentes», según The Economist. Otros pueden ver en ella un verdadero Who’s who del mundo industrial capitalista y de la alta finanza. Pero según la propia Trilateral, lo importante es que «la creciente interdependencia que sus fundadores vieron en 1973, se ha profundizado en la actual globalización». Ese es el sentimiento del virtual numerus clausus de los 350 líderes que forman el club; procedentes de sectores muy diversos: mundo de los negocios, medios de comunicación, académicos, funcionariado y altos cargos (excepto ministros en ejercicio), sindicatos, y organizaciones no gubernamentales. Con un Comité Ejecutivo de alrededor de cuarenta miembros.
La Trilateral edita la revista Trialogue y organiza reuniones especializadas sobre gran número de temas. No es demagogia, pues, tomar buena nota del gran poder de las EMN. Por ello mismo, se hace necesario estudiar sus características; y saber si realmente pueden ser supervisadas, vigiladas o controladas. Dos temas que abordamos en la siguiente entrega de este artículo.
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