[dropcap]E[/dropcap]staba yo oyendo la radio, RNE, e iba a comenzar un concierto en el Real, cuando, ¡oh, sorpresa!, las explicaciones, comentarios, historia, anécdotas, ¡lo que fuese!, las empezaron a dar ¡en inglés!
Inmediatamente apagué el aparato.
¡Señores, que estamos en España! ¡Que aunque nos quieran obligar a conocer, o a hablar, la lengua de Shakespeare, tenemos la de Cervantes, Lope, Quevedo, Góngora, Calderón, Unamuno…! ¡Y no sigo con la lista porque no habría papel suficiente!
Decía Carlos I que esta nuestra lengua era la que se debía usar para hablar con Dios. No estoy muy seguro pero me parece recordar que del idioma francés decía que era para cortejar y el inglés para comerciar, pero no me acuerdo para qué se debía emplear el alemán o el italiano. Quizás para guerrear y cantar.
Han pasado casi 500 años y puede que la mayoría de la gente piense que aquello que decía el Gran Emperador es una antigualla. Pero sin embargo la belleza del español, nacido y expandido universalmente por Castilla, es eterna, inconmensurable. ¡Quiéranlo o no aquellos que hoy tanto estropean nuestra lengua! ¿Hay palabras que expresen mejor el pensamiento y el alma de nuestra Patrona, Teresa de Jesús? ¿O de Juan de La Cruz, o del ingente ejército de escritores que elevaron nuestro hablar a alturas infinitas? ¡Tanto, que debe ser el lenguaje de los propios ángeles! ¡Eso! ¡Eso es lo que sabía Carlos de Gante! ¡Y tenía razón!
Claro que, si Dios no existe, como piensan algunos…, ¿para qué vamos a hablar español? ¡A aprender todos inglés, que es el idioma del comercio, del euro y del dólar! ¡Del Dios de hoy: el dinero!
Pero no exageremos. También en inglés se han escrito maravillas literarias. Recordad a Twain, Defoe, Poe… Conozcámoslo, aprendámoslo, que es muy necesario para entendernos con el Orbe. Pero en España ¡en español! ¡Sigamos el ejemplo de nuestros hermanos del otro lado del mar, de Hispanoamérica!
Se ha escrito mucho sobre la lucha, la guerra lingüística entre los idiomas español e inglés en América del Norte. La frontera entre las dos lenguas se desplazaba en un sentido u otro con el correr de los tiempos. Parece ser que hoy lo hace hacia el norte. Algo leí hace tiempo de que Miguel Primo de Rivera favoreció políticamente la expansión de nuestro idioma en Estados Unidos. Hoy ningún gobierno se preocupa de esta cuestión, como si el uso del inglés estuviese ganando la batalla debido a su uso exclusivo para los ordenadores.
Estos aparatos, que no deben considerarse sino como herramientas, nos ayudan tanto que, a veces, parece que nos evitan tener que razonar. Como dijo no sé quién: el problema no es que los ordenadores lleguen a pensar como los humanos, sino al revés.
Tengo entendido que en un próximo futuro todas las transacciones bancarias se realizarán informáticamente, para lo cual tendremos que acostumbrarnos al uso exclusivo de tarjetas, cada vez más sofisticadas. Pero ¿qué va a pasar con aquellas personas que no saben, que se espantan de esos nuevos manejos?
Cuando, a partir del siglo XV, la invención de la bendita imprenta abarató el libro y provocó la expansión creciente e imparable del número de lectores, hubo mucha gente reacia a leer y escribir, o que no tuvieron medios de aprender. Y surgieron profesiones nuevas que suplían esta ignorancia. Fueron los escribientes o escribanos, encargados de plasmar en el papel lo que la madre o la novia –pongo por caso– querían transmitir a su ausente.
Yo supongo que no tardando mucho –si no los hay ya– habrá personas para suplir la ignorancia informática de los no iniciados, cobrando, por supuesto.
E igual que ocurrió con los escribientes profesionales, llegará un día en que estos gestores informáticos también desaparezcan. ¿Qué nuevo Renacimiento habrá entonces? No quiero ni pensarlo, ni vivirlo. ¡Qué feliz soy pasando con el dedo las páginas de un libro!
2 comentarios en «¡En español!»
Querido Emiliano,
Yo soy como tú. Me gusta leer en papel y también considero que el español. tiene un enorme porvenir.
En cuanto al inglés me parece acertado quien lo definió como ese idioma que todos hablamos y ninguno comprende.
Un abrazo,
Emilio
Estoy de acuerdo con lo dices, querido amigo. ¡Claro que tiene futuro! Un abrazo