[dropcap]N[/dropcap]o pasa nada porque todo se detuvo hace mucho tiempo. Para que pase algo el tiempo tiene que suceder, y aquí no discurre desde que somos novios de la muerte. En esas modernidades, un tanto macabras, seguimos.
En consecuencia nuestra marca engorda cada día que pasa, como engorda el cadáver que fermenta. Me refiero claro está a la marca España, que lamentablemente nos representa a todos y no solo a los que la ensucian. Así no hay manera de salir del hoyo, y menos si cortejamos a la negra muerte, tocados de alta peineta y electroencefalograma plano.
El hecho básico de esta parálisis, de este no pasar nada, de esta herencia perpetua del pasado fúnebre, es paradójicamente la repetición de lo que pasa.
Hay no sé cuántos ministros réprobos o reprobados, por la insuperable dificultad de distinguirlos de simples malhechores. Como si los fabricaran en serie. Pero no pasa nada. Aquí, en la marca España.
Los ministros a los que se encomienda la Ley y el orden, y que deben ser ejemplo de legalidad para todos, se esmeran en delinquir como rufianes de baja estofa en las cloacas más sucias del Estado. Y no pasa nada.
Tenemos un presidente de gobierno, que entre mensajes de apoyo a un tesorero corrupto (de una profusa serie de extesoreros corruptos), y la coincidente presencia de su nombre en listas de sobresueldos y mordidas (un tal M. Rajoy), cualquier país decente y con pizca de vergüenza ajena, hace mucho tiempo que lo habría puesto de patitas en la calle, más que nada como medida de higiene.
En ningún otro país del orbe civilizado habría durado ni media hora. Aquí no pasa nada. Es más, dura y dura.
En la misma cabeza descocada del Estado, que llaman reino de España cuando llega la primavera, y monarquía parlamentaria cuando acoquina el invierno, tenemos asuntos de pura y dura criminalidad, resueltos -como es sabido- al estilo de nuestra sempiterna «escopeta nacional», donde la caza de la pieza y el privilegio de la sangre van unidos.
Coincide esto con que algunos medios extranjeros de indudable prestigio les ha dado por mirar para este lado y sorprenderse de lo que aquí ocurre. Más se sorprenderían si las «razones de Estado» y otros negocios poco claros, no justificaran tantas cegueras.
Por acortar una retahíla a la que no se le ve el fin ni el principio, ahora ocurre -sin suceder del todo- el asunto Cifuentes, o lo de Cifuentes y la universidad (porque a todos les ocurre lo que está ocurriendo), y no pasa nada. Como siempre. Como siempre ocurrió y parece que siempre va a ocurrir, imposible de distinguir el no suceder del pasado del no suceder del futuro, envueltos ambos tiempos de esta eternidad maltrecha en una misma letargia.
¡Qué largo se nos hace!
Ciudadanos (Cs), el partido anticorrupción a propuesta del dinero corrupto (que ve en ese invento el repuesto oportuno del PP y un simulacro móvil de su eterna trampa), mira para otro lado para no ver nada raro en el asunto Cifuentes
Ciudadanos (Cs), el partido anticorrupción a propuesta del dinero corrupto (que ve en ese invento el repuesto oportuno del PP y un simulacro móvil de su eterna trampa), mira para otro lado para no ver nada raro en el asunto Cifuentes, no sea que el chiringuito se caiga y el ciudadano se entere y se desmande. Y no pasa nada.
Sin duda ese partido prefiere apoyar y sostener a partidos corruptos hasta las cachas (ese ha sido su registro histórico hasta ahora) que a partidos limpios de corrupción.
Por extrañas coincidencias o intereses de canje, con sede en Suiza, se detiene a Falciani, ingeniero informático, ciudadano de a pie y hasta ahora libre, que había puesto en un brete a la golfería global (como se dice ahora) y recuperado de las cuevas de los ladrones el dinero de todos (más de 300 millones de euros del patrimonio español), y esta acción mezquina e inmoral de su detención, que tanto se parece al secuestro de la verdad y de quien la pronuncia, no tiene consecuencias para quien la haya decidido, tan oportunamente.
No pasa nada, salvo que los golfos se alegran y lo aplauden, y lo justifican, y en última instancia se encuentran, por esa detención, un poco más libres -ellos sí- para seguir con sus corrupciones, y respaldados “moralmente” para seguir robando.
Cuando fue detenido por la marca España de la pandereta en ristre, el ingeniero Falciani se dirigía a la universidad de Comillas de Madrid para participar en una mesa redonda cuyo título era “Cuando decir la verdad es heroico”. Título que sin duda disgusta a más de un villano y defraudador fiscal. Ya ven como la realidad a veces supera la ficción.
¡Qué pocas cosas pasan para lo que pasa!
Este suceso, por cierto, con la Semana Santa tan reciente y unos ministros en noviazgo perpetuo con la negra muerte, nos recuerda la historia de aquel justo judío, Jesús, y aquel combatiente por la libertad de su tierra (probablemente zelote), Barrabás, envueltos ambos en un canje que lo único que dejaba claro -como ahora- era la catadura moral de quienes lo gestionaban.
Tengo entendido que hay -sobre todo en el ámbito militar de las mazmorras- técnicas de tortura cuyo fundamento es la repetición insomne de un estímulo mecánico que convierte a la víctima en un zombi. Así está España.
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