Opinión

Más de lo mismo, pero con Wagner de fondo

Rajoy y Cospedall en la convebnción de Sevilla. (Foto: PP)

[dropcap]A[/dropcap]l parecer y según declaran analistas expertos en la materia, en el PP hay preocupación y congoja -a pesar de los aspavientos de la reciente convención de Sevilla-, pero no por la gangrena que los inunda y los perjuicios que ello pueda ocasionar a nuestro país (cada vez con menos crédito a nivel internacional), que eso es lo de menos, sino por el posible sorpasso de C’s, que es el partido que mantiene en pie, aunque con frágiles andamios, esa misma gangrena.

Es decir, no preocupa la gangrena y la sucesiva amputación de miembros, hasta quedarse sin ninguno, sino que preocupa y fastidia que el «más de lo mismo» y la herencia de esa peste (cambalache entre el dinero y la política), pueda ser gestionado y comisionado por otros, en este caso por el partido naranja.
Todo ello demuestra que nuestra política, con sus bizarras filigranas aéreas, no es precisamente de altos vuelos, sino de pura broma.

Y es que a veces parece que todos los nubarrones se ponen de acuerdo para descargar tormenta, y todos los rayos van a parar al mismo poste, que queda chamuscado y tembloroso. Han sido demasiadas cosas juntas y demasiadas malas noticias para una sola celebración, de ahí que se haya caído en el arrebato propio de toda fiesta que se trunca a última hora. Se ignora una vez más que el tiempo y la verdad caminan despacio, pero llegan. Y es que según el cálculo de probabilidades, si compras todos los boletos de una lotería, te llevas el premio gordo seguro.

En el vórtice de este arrebato, Jiménez Losantos ha protagonizado unas declaraciones «explosivas» (y nunca mejor dicho) que si son síntoma de ese mundo, apañados vamos los españoles pacifistas. Habla de cervecerías que pueden estallar en Baviera (no se concreta el tipo de explosivo), y de que en Baleares hay más de 200.000 rehenes alemanes a nuestra disposición. ¿Es una declaración de guerra a Europa en su conjunto o solo a Alemania?

Pensaba yo, con esperanza y alivio, que Jiménez Losantos no debía de tener mucha audiencia en los países civilizados de nuestro entorno, pero después se ha sabido que la Policía de Múnich ha tomado buena nota de esas amenazas. Parece que Losantos quiere confirmar a toda prisa las dudas que esos países puedan albergar aún sobre la naturaleza poco clara de nuestra democracia.

Al parecer, en Alemania existe la sana costumbre de la independencia de poderes, y esto ha causado sorpresa aquí, donde existen otros hábitos desde tiempo inmemorial (esto no empezó con Botín y Zapatero). Sin tanto espejismo fabricado ni tanta manipulación institucionalizada, no habría tantas sorpresas, pero dado que somos crédulos por tradición y vocación, tras una sorpresa viene la otra, y tras una posverdad cae la siguiente.

Afirma Losantos que Alemania ha vulnerado nuestras fronteras y nos ha tratado como a “camareros de Mauritania”, pero no lesionó nuestra soberanía ni maltrató nuestro orgullo cuando Merkel ordenó a nuestros dirigentes el cambio de nuestra Constitución sin consultar al pueblo soberano, sobre el artículo 135.

En la convención truncada, Cospedal, muy en su papel de jefa militar, ha hecho una apología cerrada de «los nuestros», término con indudables resonancias bélicas, que no excluye una invocación marcial a la segregación entre «los nuestros» y «los suyos», una suerte de llamamiento a las trincheras.
Ahora bien, hay distintos motivos para que un grupo humano cierre filas frente a una supuesta amenaza «externa»: o que ese grupo humano esté convencido de que la razón y la justicia le asiste, o que ese grupo humano sepa de primera mano que están todos (o bastantes) en el ajo, y que si uno cae, detrás pueden ir los demás.

Que cada cual medite en su fuero interno y a la vista de los hechos fehacientes a cuál de estos supuestos corresponde el presente caso.

Sea como fuere, Cospedal ha resucitado el famoso búnker, y con música de fondo de Wagner podría incluso dar a luz una nueva ópera “cospedaliana”, de tintes épicos y con furor de valquirias (las que sirven hidromiel y deciden quien debe morir en la batalla), en la que nuestra heroína llevaría sin duda casco de vikingo, y decretaría, lanza en ristre, el rearme militar, sin despreciar el negocio que de ello pueda derivarse.

No se específica si este concepto militante y combativo de «los nuestros» incluye en su abrazo protector a Cifuentes, Bárcenas y otros extesoreros del mismo jaez, a los ministros Soria y Fernández Díaz, a Granados y a Ignacio González… y en definitiva a todos aquellos colegas, difíciles de computar por lo ingente de su número, que han merecido la reprobación social y/o judicial.

Cospedal ha resucitado el famoso búnker, y con música de fondo de Wagner podría incluso dar a luz una nueva ópera “cospedaliana”, de tintes épicos y con furor de valquirias

Si este fuera el caso, hay que decir que ese espíritu de cuerpo y ese cierre de filas que invoca Cospedal en base a una fidelidad mal entendida, no muy distinta de la que exigiría Al Capone, es un desprecio directo a los españoles, “nuestros” y “suyos”, una burla a la democracia, y desmiente con muy poca gracia nuestro estado de derecho.

En esta misma línea reivindicativa de lo hecho y lo cometido (que no ha sido poco si atendemos al número de ministros réprobos y al continuo trajín de los tribunales), Rajoy califica de «parlanchines» a los que critican la corrupción que su partido promueve y esparce por doquier. Esa poca tolerancia ante la crítica concuerda con el espíritu que alienta tras la ley mordaza, uno de los logros más brillantes de su mandato.

Cuentan que un delegado de dicha convención sevillana, que no debía participar de la misma euforia hipnótica que el resto, comentó con sorna que «Cifuentes mentía con mucha sinceridad». Estos extraviados del sonambulismo unánime de la masa borreguil, son la única nota de color, vida y esperanza, entre tanta ceguera disciplinada y disciplinante de la tropa cantando el “novio de la muerte”.

Los estudiantes de la universidad rey Juan Carlos se han manifestado indignados contra la corrupción, que según vamos viendo también afecta a la universidad. No sabemos si esta nueva expresión de la constante anomalía en que nos hundimos, tendrá también un impacto más allá de nuestras fronteras, y será nuevo motivo de bochorno.
Pero no se preocupen que para resolver todo esto está C’s. No es broma.

Así como en Francia se vivieron momentos de color de rosa con el fenómeno Macrón, el llamado por muchos franceses el «presidente (transversal) de los ricos (verticales)», aquí en España estamos viviendo momentos parecidos, pero de color naranja, con el fenómeno Rivera. Sin duda, la posmodernidad gusta de los colores pastel para maquillar su sustancia líquida y fofa. Todo ello no es sino una muestra más del infantilismo triunfante que confunde la vistosidad del envoltorio con la realidad que oculta.

Para otros muchos, sin embargo, ese envoltorio es transparente, porque ¿quién ha dado soporte y sostén durante todos estos años al partido de la corrupción en nuestro desdichado país? Pues parece evidente: el partido anticorrupción de color naranja, con algún capote añadido de un PSOE desvaído y en sus horas más bajas.

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