[dropcap]C[/dropcap]uenta una leyenda urbana que un charro gachupín se cruzada cada día en la Calle de la Compañía con D. Miguel cuando este volvía del Rectorado.
Dice que se miraban y con una caída de párpados y un pequeño movimiento de cabeza se decían adiós para no alterar el profundo silencio del lugar.
Solamente un día el salmantino rompió el protocolo: D. Miguel, no piense usted tanto que le va a doler la cabeza.
Ese día el vasco de nacimiento y salmantino de adopción no dijo nada, llegó a su casa en la calle Bordadores y en la primera cuartilla que pilló a mano escribió: “En la Ciudad de Salamanca, selva de talladas piedras, en que apenas se siente fluir el tiempo, se oye pensar”.
Por: Literatura Abstracta.
Desde el Alto soto de torres, por la Asociación Amigos de Unamuno.