Opinión

El golpe metafísico

La caída del Ibex.

[dropcap]E[/dropcap]l mercado no tiene quien le escriba, claro que tampoco le importa. Pasa de los ciudadanos escribientes y en general de todos los ciudadanos. Pero sobre todo pasa de los ciudadanos votantes, que son los peores.

El mercado vive su vida autónoma, volátil y virtual, muy alejada del rumor de la calle, donde se vierte, como la sangre en las arterias, el auténtico latido de los hogares, un concepto que el mercado desconoce.

Puede que esos hogares vivan en un ritmo perpetuo de taquicardia, de desesperanza, de angustia. Qué más da. Esos latidos no llegan a su palacio de invierno, que flota inane en una balsa de bilis negra y helada, una fábrica de melancolía exacta, a salvo de cualquier emoción remotamente humana.

En el centro de su gran telaraña solo emite órdenes certeras y criminales, pero no recibe las vibraciones de sus víctimas. La matanza ocurre en otro barrio.

Así visto podríamos pensar –para aflojar el desconcierto que nos atenaza- que el mercado es un ente metafísico, cristalino e infalible, que no sufre ni padece, sin ninguna responsabilidad moral ni plena consciencia de sus actos. Sin embargo, si aplicamos una lente más potente a los entresijos de este engranaje, aparentemente perfecto y automático, distante y frío, veremos unos hombrecillos de carne y hueso, que se mueven por allí debajo, o por allí arriba, que se tiran pedos y eructan después de cada mariscada: son los tecnócratas, los hombres perfectos, los hombres «neutrales», los humildes operarios de los políticos corruptos.

¿Por qué los políticos corruptos y grandes delincuentes son los principales patrocinadores del neoliberalismo? es una incógnita a despejar.

¿Por qué el neoliberalismo es la «política» «económica» única y sectaria, extremista y radical, que ha escogido Europa para su suicidio en diferido? es otra incógnita a despejar.

Una hipótesis plausible como respuesta combinada y concurrente a ambas incógnitas es que en realidad son los políticos corruptos y grandes delincuentes los que más peso han tenido en la fundación de «esta» Europa última y póstuma, giro radical y extremista respecto a la que conocíamos previamente, brillante y plena de historia, hasta que la Historia se acabó. Y que a esos políticos, ni Europa ni la democracia les importan seriamente, porque su reino no es de este mundo. Ellos habitan en el plano metafísico del mercado, bien como grandes y exclusivos beneficiarios, bien como humildes operarios tecnócratas bien pagados.

A esos políticos, ni Europa ni la democracia les importan seriamente, porque su reino no es de este mundo. Ellos habitan en el plano metafísico del mercado

Siendo todo ello grave, lo más preocupante es la rapidez y facilidad con que la democracia ha sido secuestrada y conculcada en esta Europa nuestra -madre de la criatura- por ese mercado de los delincuentes de nuevo cuño.
Si el voto democrático es del gusto del mercado (delincuente), es un voto responsable y se da por bueno. Si el voto democrático contradice la política única del mercado delincuente, es un voto populista y se anula la votación.
Se nombra un tecnócrata neutral y se continúa con la política «neutral» y delincuente que impone el mercado.
Esto es lo que ha vuelto a ocurrir -una vez más- en Italia, como ya ocurrió en Grecia.

Se habla estos días de golpe de Estado de Europa en Italia, de golpe de Estado financiero, de golpe de Estado del mercado.

Se dice que el mercado ha impuesto un tecnócrata (del FMI) contra el resultado del voto popular. Se dice que este tecnócrata solo es apoyado por el partido que ha perdido las elecciones. El mismo se describe como tecnócrata, neutral, y perfecto, una solución extraña a nuestros hábitos democráticos, sí, pero una solución obligada y de urgencia hasta que los votantes italianos aprendan a votar según dicta la santa madre iglesia del mercado.

Otrosí se dice:
«Italia no es una democracia, no se respeta el voto popular. Los poderes fuertes quieren una Italia esclava, pobre y precaria».
«Inútil que se vote en Italia. Los gobiernos los deciden los lobbies financieros».
«Es un golpe de Estado financiero», titula un diario, que añade: «Se ha arrojado a la basura el voto de 17 millones de italianos».

Cuando la estafa financiera global se camufló de crisis se dijo que había que refundar el capitalismo. Un cuento para infantes propalado por los políticos corruptos de la cosa.

Cuando el Brexit dio el primer portazo al invento se dijo que había que refundar Europa. Un cuento para incautos propalado por los tecnócratas fieles de la casa.

No son los maoístas de antaño, libro rojo en ristre, los que quieren imponer un Estado totalitario. Son los (neo) liberales de hogaño, llenos de furor apologético y delitos que proteger, los que lo están haciendo.

Entretanto, la prohibición de la democracia, reacia aceptar el delito como sistema, ha entrado en el ámbito de la normalidad y demasiados callan.

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