La mano que busca Unamuno

La Asociación Amigos de Unamuno trae esta semana un poema que el filósofo le dedica a su esposa, Concha Lizáraga.
Miguel de Unamuno con su esposa Concha Lizáraga. 1916. Fotografía: Venancio Gombau

Tu mano es mi destino

Me faltan fuerzas para andar, apoya
tu mano en mi hombro y así, a su contacto,
me volverán las fuerzas;
te llevaré por los caminos largos
y marcharé seguro
poniéndome a tu paso.

Tu mano es mi destino;
la siento sobre mi hombro y de abrumado
se torna más lijero
que si alas le nacieran por encanto.

Cuando en mi hombro rendido
posa con dulce paz tu blanda mano
parece que me elevas
por encima del hado,
el implacable.

Siento tu pulso en mi cuando tu mano
sobre mi hombro descansa,
siento tu corazón y de rechazo
siento mi corazón, el tuyo y el mio,
de los dos; ¡nuestro esclavo!
tu mano es mi destino;
al sentir su apretón, es como un rayo;
la vida me renace,
yo te renazco.

Fuerzas me das y luz, luz en las fuerzas
cuando en mi hombro te apoyas y en el espacio
se me abre, sin caminos,
por todos lados.

La luz la llevo dentro,
dentro va el faro,
que se enciende al sentir sobre mis hombros
de tu vida el contacto.

Tu mano es mi destino;
cuando la siento en mi rebosa el vaso
del corazón, su sangre
se me enciende, derríteme el cansancio
y a su luz el sendero
se me abre a todos lados.

Tu mano es mi destino.

Desde el Alto soto de torres, por la Asociación Amigos de Unamuno.

 

1 comentario en «La mano que busca Unamuno»

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