[dropcap]G[/dropcap]raham Tillett Allison es un politólogo estadounidense, conocido por su contribución al análisis sobre la toma de grandes decisiones, especialmente en tiempos de crisis. Y en ese sentido, ha asesorado a la seguridad nacional de EE.UU. en cuestiones de defensa, de armas nucleares y lucha por la hegemonía.
En línea análoga a la de Henry Kissinger, Allison entiende que hay un conflicto larvado, de grandísimo potencial dramático, entre China y EE.UU. En la idea de que es más importante prevenir que curar, a efectos de la relación entre las dos únicas superpotencias que hoy existen en el mundo, y que tienen por capitales Pekín y Washington DC.
En el sentido apuntado, el profesor de Harvard ha puesto de relieve que hay referencias históricas de indudable relevancia, en las que se pudo apreciar una clara búsqueda de entendimiento. Para evitar discrepancias entre grandes naciones que lleven a una guerra, un tema que en la actualidad de entrar en funcionamiento las armas nucleares, comportaría la destrucción de la vida tal como hoy la conocemos.
Por eso, creo que será interesante dedicar en este artículo, de dos entregas, un cierto espacio a apreciar cómo Allison encontró el precedente histórico de un entendimiento de indudable éxito, en el Tratado de Tordesillas de 1494, entre lusos y españoles. De ahí que hoy nos retrotraigamos a las negociaciones entre Castilla y Portugal en el siglo XV, para la repartición de la Mar Océana-africana, primero, y luego de alcance al mundo entero, precisamente en Tordesillas.
Empezamos por la primera cuestión Atlántico-africana, conducente al Tratado de Alcaçovas, que fue un primer intento a la senda a Tordesillas.
EL TRATADO DE ALCAÇOVAS
La situación de los mares de interés inmediato para España en el siglo XV, ofrecía por un lado un Mediterráneo por el que llegaban tradicionalmente las especias, pero en cierta decadencia. Por la caída de Constantinopla en manos de los turcos (1453), que no vacilaron en asociarse con Venecia para continuar con el tráfico de las especias de las Indias -antes de los bizantinos-, en un mercado de gran escasez y alto precios.
Esa situación explica el giro hacia el Atlántico, con un Portugal que se implicó en el desarrollo de la navegación en torno a África y en la búsqueda de la ruta de las Indias, a través del Atlántico, para pasar al Océano Índico.
Al comenzar el siglo XV, Portugal era más potencia marítima que Castilla, que sólo disponía de las Islas Canarias y ni siquiera aún todas ellas: Lanzarote, Fuerteventura y Hierro fueron conquistadas por caballeros normandos para los reyes castellanos entre 1402 y 1405, pero los navegantes portugueses no dejaron de recalar en su litoral, e incluso se dedicaban a capturar nativos guanches, para esclavizarlos. Y fue para resolver tales conflictos por lo que Juan I de Portugal y Juan II de Castilla firmaron un primer acuerdo de paz en 1431. Sin embargo, la disputa sobre la posesión de las Canarias continuó, hasta el punto de que en 1449 el rey Alfonso V de Portugal llegó a arrogarse el monopolio del comercio con las Canarias.
Así las cosas, Alfonso V (1438-1481 como monarca) renunció a las Canarias, reconociendo que pertenecerían a Castilla, a cambio de la soberanía portuguesa sobre Madeira y las Azores, y del respeto castellano por el monopolio luso del comercio africano, según lo establecido por una bula del papa Nicolás V, en 1455.
Pero aún con la bula de 1455, los problemas continuaron, sobre todo con ocasión de la guerra de sucesión de Castilla, cuando Isabel (luego la Católica), se autoproclamó reina en 1474, quien por entonces reclamó que “las partes de África y Guinea pertenecen a Castilla por derecho”, e incitó a sus comerciantes a navegar por esa área, sin autorización portuguesa. Un panorama conflictivo que finalmente se aclaró con el acuerdo de paz lusos/castellanos: el Tratado de Alcáçovas, en el que se asumió el citado acuerdo de 1431 entre Juan I de Portugal y Juan II de Castilla (o paz de Medina del Campo-Almeirim), así como la bula papel de 1455. En Alcaçovas, los territorios reconocidos a Portugal fueron los siguientes:
- Guinea, con sus minas de oro, lo que comportaba el quinto o quinto del rey, que era un impuesto percibido por la corona portuguesa sobre las mercancías traídas por barco a la Península desde los territorios del Atlántico denominados «Guinea» y «Mina de Oro». En el Tratado de Alcáçovas los reyes de Castilla y León aceptaron que este impuesto fuese percibido por Portugal en los puertos castellanos, incluyendo a los barcos que hubiesen zarpado hacia la Mina antes de la firma del propio Tratado.
- Madeira
- Azores
- Islas de Cabo Verde
- Todas las islas descubiertas o cualesquiera otras que se conquistaran, por debajo de las Islas de la Canaria. Lo cual equivalía a que Castilla no podría conquistar nada por debajo, aproximadamente, del paralelo 28, que atraviesa México por la mitad de Baja California, la península de la Florida y el sur de Canarias.
- A Castilla se reconoció las Islas Canarias en su totalidad, incluidas, pues, las que todavía en 1479 estaban por conquistar.
Para que las cosas quedaran claras, Portugal consiguió que el papa Sixto IV convalidara el Tratado de Alcaçovas, de fecha 21 de junio de 1481, con la bula Aeterna regis, que asignaba a Portugal los territorios al sur de las Canarias.
Los reyes Fernando e Isabel hicieron cumplir el Tratado de Alcaçovas a sus súbditos, y los que consiguieron licencias del rey de Portugal pudieron seguir comerciando en Guinea sin más problemas. Pero no todos lograban esos permisos, y a partir de 1480 se documentaron numerosas expediciones castellanas ilegales, así como casos de piratería. Hasta que en 1489, los Reyes Católicos estimaron necesario recordar a todos sus súbditos la terminante prohibición de penetrar en las aguas y tierras de Portugal y de capturar navíos de su bandera.
Consecuencias del primer viaje de Colón
Debemos recordar aquí que en 1485, seis años después de firmarse el Tratado de Alcaçovas, Cristóbal Colón abandonó Portugal, donde primeramente había diseñado sus largos proyectos. Pasó a Castilla, para acercarse a la reina Isabel, mientras que su hermano Bartolomé se dedicó a intrigar en las Cortes en Inglaterra y en Francia.
Así las cosas, Cristóbal obtuvo una primera entrevista con los Reyes Católicos (RR.CC.) en Alcalá de Henares, el 20 de enero de 1486, en la que, como se dice, sedujo a la reina Isabel, con sus ideas de encontrar una ruta a las Indias más breve que por África y el Índico. Con base en presunciones del cosmólogo italiano Pablo Toscanelli, que en 1474 envió a su amigo portugués Fernando Martin de Reis un mapa para llegar a las Indias por el Atlántico. Carta marina en la que la Tierra tenía una circunferencia de 29.000 km., en lugar de sus verdaderos 40.000, error debido a que en sus cálculos se basó en Ptolomeo. Para Colón estaba claro que navegando hacia el oeste se encontraría con la mítica Antilla navegando y después Catai (China), Cipango (Japón) y las Indias.
La reina Isabel pensionó a Colón para que a partir de 1489 estuviera a su lado en la Corte, ocupando una posición que no le correspondía: la de testigo cotidiano de la guerra contra Granada. De modo que acabada esa contienda, el 17 de abril de 1492 Isabel y su marido el rey Fernando ratificaron en Granada un documento más que sorprendente: las famosas Capitulaciones de Santa Fe.
Colón, aceptó entregar el 90 por 100 de sus beneficios a los Reyes Católicos, lo que no parece fuera a ser mal negocio para la Corona. Pero lo importante no fue ese monto de la transacción, sino el acto de adquisición de las tierras a descubrir por Cristóbal Colón, cuando los RR.CC. sabían que según el Tratado de Alcaçovas, eran propiedad de los portugueses por donación papal.
Dejamos aquí la cuestión hasta la próxima entrega para referirnos ya al Tratado de Tordesillas. Que es el hecho político fundamental y aleccionador considerado por el politólogo norteamericano Allison, a quien nos referíamos al principio de este artículo.
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