Opinión

Un Plan Marshall para África (I)

George Marshall.

NOTA BENE: Como siempre, los problemas se acumulan, sin encontrar soluciones a temas como las crecientes migraciones transmediterráneas, la pobreza agudizada en África, y la búsqueda de una Unión Europea más sensible a lo social. Aparte de ello, deberíamos referirnos, en lo tocante a la política nacional, que Pedro Sánchez debería tener mucho cuidado en sus negociaciones con el Lehendakari: ni hablar de transferir la parte de la Seguridad Social que pueda corresponder al País Vasco. Eso equivaldría a la ruptura de un principio nacional en el tratamiento de las pensiones, y contribuiría a hacer de las CC.AA., empezando por la que tiene su capital en Vitoria, verdaderos estados dentro del Estado. Y concretando el tema de hoy, lo relacionamos con el éxodo de la pobreza, las referidas migraciones transmediterráneas, que a largo plazo no tienen otra solución que el tema de nuestro artículo: un Plan Marshall para África.

  1. EUROPA TIENE QUE AYUDAR A ÁFRICA A CAMBIAR SUS ESTRUCTURAS

A partir de la situación que hemos esquematizado hasta aquí, me permito hacer ahora la propuesta que presenté en Santander, el 6 de julio de 2016, con ocasión del simposio de la Fundación de Caminos, como Foro Global de infraestructuras y crecimiento económico: si no hay suficiente demanda en la propia Unión Europea, habrá que buscarla fuera (como EE.UU. hizo en 1948), y no precisamente en los países desarrollados que tienen cubiertas, básicamente, sus necesidades de infraestructuras.

En fin de cuentas, sólo en el continente africano podemos encontrar hoy la posibilidad de una demanda potencial grande para Europa. Entre otras cosas, por la gran escasez de infraestructuras al Sur del Mediterráneo: debida al bajo desarrollo económico, con 1.186 millones de habitantes en 2014 y previsión de 3.800 en 2100, y con muy poca relación con la economía exterior. Pudiendo decirse que África con sus más de 1.200 millones de habitantes y una renta per cápita de 1.200 dólares, supone un PIB de 1,5 billones de dólares, algo mayor que el de España; generando un comercio exterior que no llega al del pequeño Benelux en Europa con sus 28 millones de personas, es decir, sólo el 2,3 por 100 de la población de toda África.

Todo eso y muchos más datos que podrían aportarse, dan idea de que África entera tiene una población dos veces la de la UE, y su renta global es de sólo el uno por 100 de la de los 27 países que componen la Unión. Por lo demás, el 40 por 100 de la población africana, está por debajo del umbral de la pobreza, de 1,25 dólares/día/habitante. Una situación mucho peor que la de Europa Occidental después de inmediatamente terminada la Segunda Guerra Mundial en 1945.

El caso es que en aquel tiempo, el General Marshall, Secretario de Estado de la Unión Norteamericana, en su célebre discurso en la Universidad de Harvard, en junio de 1947: planteó ayudar a la destruida y empobrecida Europa Occidental con un plan de recuperación económica, que popularmente llevaría el nombre de quien fue su promotor mismo, es decir, el Plan Marshall.

En los sucesivos años 1948/1952, con un volumen de 22.000 millones de euros (con el fuerte valor adquisitivo del dólar de entonces), EE.UU. cebó la bomba de la economía europea que no podía arrancar sin ayuda exterior, de modo que con la ayuda resurgió el crecimiento económico autosostenido. Lo que significó el más inteligente y mejor negocio de la historia para EE.UU.: se evitó una nueva depresión, se consolidaron los regímenes políticos amigos en Europa Occidental, y se acostumbró al mundo a utilizar el dólar como moneda mundial y los productos norteamericanos se hicieron los más usuales en el comercio internacional.

Hoy estamos en una situación que podría ser parecida a la de 1948: los europeos tienen un potencial productivo extraordinariamente elevado, pero sin demanda suficiente. Y África se sitúa en la pobreza, porque no ha recibido la inversión necesaria para su desarrollo más acelerado, empezando por infraestructuras de transporte, urbanas, energéticas, etc. Una inversión que de forma sistemática sólo puede ofrecerle Europa.

  1. LAS LIMITACIONES DE LA AYUDA EUROPA CONTRA LA EMIGRACIÓN AFRICANA

Pretendidamente en la línea que preconizamos, la Comisión Europa propuso el 7 de junio de 2016, a los veintiocho países de la UE, un proyecto que buscara frenar el flujo migratorio, incluyendo un fondo de inversiones, similar al Plan Juncker, para favorecer los programas de cooperación y desarrollo con los Estados receptores, siendo prioritarios Túnez, Líbano, Jordania, Níger, Nigeria, Malí y Etiopía, y para inversiones en sectores como investigación, energía, comercio…

En plan novedad, Bruselas incluyó “incentivos negativos” para los países que no frenen la llegada de personas a territorio comunitario: limitando ayudas o recortando ventajas comerciales u otros beneficios. Una especie de castigo; el aspecto más negativo de todo el esquema.

Para los fines especificados, Bruselas esbozará un mecanismo, de cara al otoño de 2016, replicando en el sur el llamado plan Juncker (malogrado hasta ahora en la propia UE, según vimos): los poderes públicos aportarían una cantidad de recursos limitados que servirían de palanca para atraer inversión privada (otra vez el multiplicador de inversión keynesiano comentado en la primera parte de este escrito). En esa dirección, la Comisión propone destinar 3.100 millones de fondos comunitarios y espera que los países miembros provean una cantidad similar. Al final, la idea es movilizar 62.000 millones de inversión con el mayor aporte del lado de las empresas hasta 2020.

Aunque la Comisión parece estar teniendo un cierto éxito inicial a la hora de vender su ‘Plan Marshall’ para África, la verdadera naturaleza de la operación se encuentra a medio camino entre el chantaje y el soborno. Gonzalo Fanjul, en su blog de El País (8 de junio de 2016), expuso una serie de razones según las cuales el tan publicitado plan es una mala idea:

  • No es un Plan Marshall, sino una propina: presupuestariamente, “la comparación entre el esfuerzo americano tras la guerra y la propuesta europea es un mal chiste”. En cada uno de los cuatro años que duró el plan, EEUU gastó en la reconstrucción de Europa occidental alrededor del 1,4 por 100 de su PIB. La UE, por su parte, ofrece a los ocho países mencionados el 0,08 por 100 anual del suyo. En proporción, EE.UU. ayudó a Europa Occidental 17,5 veces lo que la UE pretende ayudar a África.
  • De acuerdo con las estimaciones del Banco Mundial, solo en remesas la región de África y Oriente Próximo recibirá este año 88.000 millones de dólares de AOD, seis veces más de lo que ofrece Europa en su inversión directa, y además dirigido de manera directa a las familias. Ante esa evidencia, los gobiernos africanos dirán que van a colaborar con el control migratorio que plantea la UE, pero en realidad ocurrirá lo contrario: seguirán propiciando que se marchen a la UE cuanto más mejor, para aumentar la cifra de remesas.
  • Incluso aunque se tuviese un cierto éxito aparente con el sedicente Plan Marshall, se conseguiría justo lo contrario de lo que pretende: uno de los mitos más arraigados: ha de ayudarse a los potenciales inmigrantes en la UE para que no se vean obligados a emigrar; afirmación tan paternalista como errónea.

No estamos, pues, ante ningún Plan Marshall Europeo para África, sino ante incentivos para frenar las migraciones a la UE, subsidiando a los países que acepten poner cortapisas. Y aunque el proyecto aún no está aprobado, cabe poner en duda sus efectos positivos, que deberían estar mucho más por un crecimiento de África en la senda de sus posibilidades con incentivos contractuales con la UE, según la idea que se expone en el presente documento.

  1. LA PROPUESTA DEL BANCO AFRICANO DE DESARROLLO: ESTRATEGIA PARA 2013-2022

En cuanto a la Estrategia del Banco Africano de Desarrollo, BAdD, para 2013-2022, que pasamos a estudiar, ciertamente refleja las aspiraciones que de crecer que tiene el continente africano. Pero, en analogía a la propuesta de la UE recién analizada, tampoco tiene nada que ver con el Plan Marshall. Se trata más bien de un cierto remedo de planificación indicativa desde un organismo internacional, el banco citado, que por lo demás tiene capacidades y poderes limitados.

La Estrategia está diseñada para colocar al Banco en el centro de la transformación de África, y para mejorar la calidad del crecimiento de la misma, con objetivos muy teóricos: ampliar y profundizar este proceso de transformación, principalmente para garantizar que el crecimiento sea compartido y no aislado, para todos los ciudadanos africanos y sus países, y no sólo para algunos. Sin embargo, sin financiación exterior definitivamente a la altura de lo necesario, no parece que el Banco pueda cumplir con su estrategia.

Los dos objetivos de la Estrategia que nos ocupa son mejorar la calidad del crecimiento de África (crecimiento inclusivo de todos) y la transición hacia un crecimiento verde.

El crecimiento más inclusivo conduciría no sólo a igualdad de trato y de oportunidades, sino a una profunda reducción de la pobreza y un significativo y correspondiente aumento de puestos de trabajo.

En cuanto al crecimiento verde, consiste en asegurar que sea sostenible, ayudando a África en la transición gradual en la que se proteja el sustento, mejore la seguridad del agua, la energía, y los alimentos; que promueva el uso sostenible de los recursos naturales y que estimule la innovación, la creación de empleo y el desarrollo económico.

Como se ve, los objetivos son omnicomprensivos, y desbordan ampliamente lo que cabe esperar de un banco de desarrollo. Seguidamente, entraremos en las cinco prioridades operativas de la Estrategia 2013-2022 del BAdD, que son:

  • Desarrollo de infraestructura. África todavía tiene enormes necesidades de infraestructura. Se invierte sólo el 4 por 100 de su PIB, en comparación con 14 por 100 en China. Cerrar la brecha de infraestructura podría aumentar el crecimiento del PIB en 2 puntos porcentuales por año.
  • Integración económica regional. Es esencial que África desarrolle su potencial de crecimiento, participe en la economía global y comparta los beneficios de un mercado global cada vez más interconectado de sus 54 países. Se trata, como es fácil de apreciar, de finalidades que parecen ser más propias de la Organización de la Unidad Africana (OUA) y de la Comunidad Económica Africana. Como se comprobó en 2018 en la reunión de la OUA en Kigali, capital de Ruanda, cuando su presidente, el Dr. Kagame, consiguió que se firmara un acuerdo de libre comercio de toda África, que presenta buenas perspectivas.
  • Desarrollo del sector privado. La dinámica de la riqueza y la creación de empleo en África, están cada vez más impulsadas por recursos privados en lugar de fondos públicos. Trabajando directa e indirectamente con los gobiernos, el Banco continuará siendo un socio cada vez más activo y facilitador de la inversión privada en África. Se trata de una declaración programática reconociéndose la barrera de que el BAdD sólo trabaje con los gobiernos y no con el sector privado.
  • Gobernanza y rendición de cuentas. El crecimiento económico sólo se puede construir sobre los cimientos firmes de la gobernanza justa, transparente y eficiente y las instituciones administradas por el “Estado capaz”. En respuesta a las demandas de África de mejor gobernanza y servicios básicos, el Banco ayudará a las instituciones que apoyan la inclusión y la promoción de la rendición de cuentas. Es un objetivo muy general y poco decisorio frente a la corrupción que impera en África.
  • Capacidades y tecnología. El desempleo en África es inaceptablemente alto, sobre todo entre los jóvenes. De modo que para aumentar la oferta de mano de obra calificada, el Banco intensificará su apoyo a la formación técnica y profesional vinculada a las necesidades específicas del mercado de trabajo. Otra declaración programática que se hace sobre su posible instrumentación.

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