El alma de la fiesta

Las charangas, un clásico del verano en las celebraciones de los pueblos
La charanga La Clave, esta semana en Saucelle.

Mientras cada vez más capitales de provincia se suman al veto de las charangas, originado en principio por una cultura descontrolada de despedidas de soltero y fiestas de universidad, los pueblos siguen siendo un reducto donde dejarse llevar por la música festiva de estos grupos populares. Y, si hay un momento en el que las fiestas de los pueblos se convierten en el mejor plan, ese es el verano.

 

Cada año, son muchas las personas que abandonan las ciudades en la época estival para hacer una peregrinación rural por todos los festejos disponibles. Es ahí donde la figura de las tradicionales charangas cobra un protagonismo especial para deleitar, incluso, al más detractor de la música folclórica.

Parece que las charangas siempre han estado ahí para cuando las hemos necesitado, pero, ¿cómo surgen? Según cuenta Héctor Tavera, de la charanga La Clave, “se suelen juntar un grupo de amigos a los que les gusta esto y que suelen tener conocimientos musicales, para disfrutar y sacar un dinerillo”. “En nuestro caso, la charanga lleva muchos años formada. Unos 20 años”, añade.

Los grupos que se forman suelen ser bastante consistentes, por lo que permanecen durante varios años juntos. “Yo creo que si esto te gusta nunca lo dejas”, señala Taberna, “si el grupo lucha por lo mismo, es difícil que se deshaga”. Eso sí, “siempre se irá gente por tiempo o por familia”, añade. Los compromisos son los compromisos.

Las fiestas de los pueblos son los eventos estrella para las charangas y participan de todo lo que ello conlleva: espectáculos taurinos, pasacalles, desfiles de peñas, etc. Pero, a mayores, también suelen ser contratados para amenizar diferentes actos como bodas, bautizos y cumpleaños. “Hasta intervenimos en festivales como el que se realiza en septiembre con Izal en el multiusos”, indica el músico.

El tiempo de cada actuación varía según el evento y depende de diferentes factores, pero suele rondar entre dos y cinco horas. No siempre este tiempo es continuado. En muchas ocasiones tocan, por ejemplo, dos horas por la mañana y tres por la tarde.

Da igual si uno es muy fan de la música indie y es lo único que escucha a lo largo del invierno, que es acompañar a una de estas charangas y comenzar a bailar pachangueo como el que más. Serapio, Pasa la banda, Pincho de tortilla o cualquier tema de pasodoble son canciones insustituibles que no pueden faltar en ningún repertorio.

“Para elegir el repertorio, nosotros buscamos que sean canciones conocidas que muevan a la gente y que, dentro del espectáculo que tenemos, funcionen”, explica Héctor Tavera. Además de los clásicos, “arreglamos temas para tocarlos, sobre todo canciones nuevas del verano o canciones que suenan mucho”.

Nunca falta quien, en el fervor de una fiesta, se da cuenta de que su diversión no está completa si no le tocan esa canción que tanto le gusta, por lo que se acerca al grupo -como si de un DJ se tratara- para pedírsela. Evidentemente, las charangas no se saben todas las canciones que existen, pero “podemos intentar tocar, aunque sea, un trozo de oído”. De todas formas, es bastante probable que no pidan nada que no se esperen.

Texto: Paula Castro Morán

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