[dropcap]A [/dropcap]finales de los años sesenta llegó a Pizarrales un grupo de seminaristas del colegio mayor el Salvador. Coincidió su llegada con la apertura de la Filial número dos del Instituto Fray Luis de León en los sótanos de la iglesia nueva de Pizarrales. Alfonso Maruri, Gabriel Cruz, Pedro Payo, Pascual y Vicent Tur, todos ellos seminaristas de vocaciones tardías, formaron con nosotros una familia, hasta el punto que a las ordenaciones de Gabriel en Magacela, Pedro en Toledo y Vicent en Ibiza asistimos María José y yo recién casados, en nuestro viaje de novios.
La amistad con muchos de ellos ha continuado hasta la actualidad. Pedro murió hace unos años aceptando la muerte con una dignidad edificante, Vicent estuvo de misionero en Perú y ahora regenta una parroquia en Ibiza, Pascual se salió de cura y se casó formalizando una familia ejemplar; murió recientemente, en 2014. Para terminar estas breves notas sobre nuestra estancia en Pizarrales quiero referirme a los cinco sacerdotes con los que coincidimos en los primeros años de estancia en Pizarrales.
Jesús García fue el gran artífice de la experiencia pastoral de Pizarrales. Su prestigio evitó el descarrilamiento del mismo. Apostó desde su ordenación por el mensaje del Sermón de la Montaña, buscando a los más pobres y haciéndose pobre entre ellos. Logró organizar a la sociedad civil para dotar al barrio de agua, vivienda, escuelas y servicios sociales. Convirtió la parroquia en la levadura del barrio, acogiendo a cuantos querían trabajar desinteresadamente por la promoción social de Pizarrales.
Joaquín era muy joven y sintonizó rápidamente con todos nosotros. Asistía a cuantas reuniones se celebraban y nos asesoraba con apertura de miras. Tenía amistad con Arturo González, el cura revolucionario de Doñinos. Arturo tuvo problemas con la policía por su oposición a la dictadura. Más de una vez nos reunimos en su casa del pueblo. Conducía una vespa y estudiaba en la Pontificia, donde capitaneó la revuelta contra el equipo rectoral que terminó en huelgas prolongadas en el tiempo, manifestaciones sin fin, la dimisión de las autoridades académicas y con la llegada de enviados del Vaticano para arreglar el desaguisado. Joaquín estuvo comprometido clandestinamente con la democracia. Desde los sótanos de la iglesia de Pizarrales, por las noches, tiraba a ciclostil panfletos que luego se repartían por las distintas facultades, sobre todo en la Pontificia. Joaquín fue el sacerdote que nos casó y el que bautizó al segundo de nuestros hijos.
Una tarde, cuando mi hermano Serafín y yo nos dirigíamos a la Biblioteca General de la Universidad para estudiar, nos encontramos en la calle de la Compañía con Joaquín que nos acompaño hasta la puerta de la Universidad Pontificia. En el camino un policía nacional, un gris, sin mediar palabra nos detuvo y nos llevó a punta de pistola hasta la comisaría. Allí permanecimos durante varias horas y fuimos interrogados por los comisarios de la policía social.
Nos soltaron ya de noche. Como consecuencia de la detención se celebró un juicio de faltas. Fuimos defendidos por Antonio Torres, padre de mi amigo de la infancia Rafael Torres, que logró que el juez nos dejara libre y criticara públicamente al agente por excederse en sus competencias. Parece ser que el policía había estado en tensión, preparado para intervenir en la protesta estudiantil de la mañana, a la que habíamos asistido mi hermano y yo. Al entregarnos en comisaría dijo que había detenido a los cabecillas de la manifestación. El juicio fue presenciado por muchos estudiantes y recibimos muestras de solidaridad y simpatía entre los presentes. En el juicio, el testimonio de Joaquín fue decisivo para que todo acabara bien.
Generoso Mateos fue el primer cura obrero de Salamanca. Trabajaba en un comercio de decoración y regalos que existe en la calle Toro, Sala Miranda. Los dueños eran miembros del Opus Dei, organización muy conservadora que se oponía a los nuevos derroteros que tomaba la Iglesia con el nuevo Concilio. Generoso dejó el sacerdocio y se casó. Murió muy joven. Su esposa vino hace años a presentar a su hijo a los amigos de su padre y me consta que Generoso habló siempre con gran cariño de todos nosotros. Era una persona íntegra, progresista y abierta a comprender a los que pensaban de forma distinta a él. El hijo de Generoso es profesor de musicología en la Universidad de Málaga y estuvo en Salamanca para conocernos en 2014.
Santiago era el mayor de los curas. Había nacido en San Martín del Castañar, en la Sierra de Salamanca. Hombre conservador, compatibilizaba Pizarrales con el oficio de sochantre en la catedral de Salamanca. Vivía con su madre, anciana que murió a los cien años. No compartía los derroteros conciliares de la parroquia, pero nunca puso pegas a los mismos por fidelidad a Jesús García, al que admiraba y defendía. Atendía el despacho parroquial y era muy útil en la vida burocrática de la parroquia. Venía con nosotros a las celebraciones de grupo y eran famosas sus charradas, muchas de ellas anticlericales, y nos deleitaba con sus relatos a los que él llamaba “sucedidos”. Tenía un grupo de amigotes con los que tomaba vinos en la calleja, con los que alterné alguna vez.
Alfonso Maruri fue el último en incorporarse. Se quedó en Salamanca a pesar de pertenecer a la diócesis de Madrid, atraído por el grupo formado en Pizarrales en torno a la parroquia y al colegio. La amistad surgida con Alfonso ha ido creciendo día a día. Nuestros hijos lo consideran una persona cercana y de plena confianza. Es un amigo inteligente, amante de la naturaleza y algo solitario. Comprometido con los más desfavorecidos, en la actualidad dedica su tiempo a la pastoral en la cárcel de Topas.
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