[dropcap]N[/dropcap]o puedo por menos que recordar aquella Escuela Municipal de Cine que nació con el primer Ayuntamiento democrático, en 1979. Aquella entelequia que colaboró con La Linterna Mágica de Turín, escuela que nos llevaba unos cuantos años de adelanto, y pensar en aquellos chicos que realizaban cortos que fueron premiados en el Festival Internacional de Cine para la Infancia y la Juventud de Gijón y que se atrevían a realizar los informativos juveniles de Televisión Española.
Todo lo que Salamanca consiguió con Juan Antonio fue desde la base, con niños de todos los niveles de lo que entonces llamábamos la Enseñanza General Básica. Y aquellos éxitos dieron paso a la extensión a Salamanca de la Semana de Cine de Valladolid y a que nuestro Ayuntamiento fuera admirado en el resto de España por la implantación de una cultura participativa, para todos los públicos, y creativa por lo novedosa.
Juan Antonio es un estudioso, pero también un creador. Ha experimentado con la cultura, ha sabido cogerle el punto. Para ello no solamente domina la técnica y los recursos culturales, también conoce a la perfección la personalidad de los que se dedican a esta difícil tarea. A pesar de sus éxitos en la formación de niños y jóvenes en el mundo creativo de la imagen, creo que es un error circunscribir la ingente tarea de Juan Antonio a su labor en relación con el cine. Pérez Millán ha sido y es mucho más. Nada le es ajeno: el cine, el teatro, las salas de exposiciones, los museos, las bibliotecas, los archivos, la edición de libros y, sobre todo, la acción cultural desde la base. Podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que Juan Antonio vale lo mismo para un roto que para un descosido.
No me resisto a contar una anécdota que puede ilustrar lo que pienso de él. El 23 de febrero de 1981, cuando Tejero estaba ocupando el Congreso de los Diputados, Juan Antonio Pérez Millán estaba en Madrid comprando una magnífica biblioteca con miles de volúmenes en perfecto estado de conservación y encuadernación, con primeras ediciones de las obras más importantes de la literatura universal y, lo que era más importante para las arcas municipales, adquirida a precio de saldo.
A media noche, cuando todavía no estaba claro hacia donde podía derivar el golpe de Estado, recibí una llamada del primer teniente alcalde, Juan José Melero, y del director de la casa municipal de cultura, Juan Antonio Pérez Millán, informándome de la calidad de la biblioteca y cómo, abstraídos con el tesoro que acababan de descubrir, no se habían enterado de que se había producido un golpe de Estado. Me pedían consejo de qué hacer con la biblioteca que estaba cargada en un capitoné.
Durante la noche viajaron hasta Salamanca con la preciosa carga, sin valorar el peligro que corrían por esas carreteras de Dios. Esa biblioteca que localizó Pérez Millán es hoy el extraordinario fondo antiguo de la primera biblioteca municipal, la primera que tuvo la ciudad. La Salamanca con la Universidad más antigua de España, la que fuera reconocida como ciudad muy culta, esa Salamanca hasta la década de los ochenta del pasado siglo no tuvo biblioteca municipal, y la consiguió gracias a los buenos oficios de Juan Antonio Pérez Millán.
Quiero dejar constancia del Juan Antonio de la Filmoteca de España, el de la Filmoteca de Castilla y León, el organizador de la SEMINCI, el comisario de Salamanca 2002, el profesor de Psicología Profunda de la Universidad Pontificia de Salamanca y el de Audiovisual de la Universidad de Salamanca, el consejero de Cultura de la Junta de Castilla y León y el director general de la Junta de Andalucía, el jefe del servicio de Cultura del Ayuntamiento de Salamanca, el traductor y autor de decenas de libros , el editor del periódico salmantino Concejo y el crítico de cine de El Adelanto. Todo eso trae en su mochila Juan Antonio Pérez Millán, todas esas experiencias han ido conformando su personalidad a lo largo de su vida. Nacido junto a un estrecho, tomó Salamanca como suya y la escogió para vivir con su familia, Lola y Ernesto.
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