[dropcap]E[/dropcap]n estos tiempos de verano, aunque no sean tan distintos de los de invierno, primavera u otoño en materia de trabajo, uno puede volver a cuestiones que si no olvidadas, quedaban un tanto en la trastienda del pensamiento; o de la experiencia personal, en este caso como escritor.
Las anteriores observaciones se relacionan con un libro del autor que va a ser objeto de traducción al portugués: Breve historia de la guerra civil española, que publiqué en 2011 con Ediciones B, de Barcelona. Y que ahora, una editorial portuguesa quiere verter al idioma de Camoens.
En ese emprendimiento se me pidió un capítulo nuevo sobre la presencia portuguesa en la guerra civil española, que he elaborado en estos días estivales, cuando hay un poco más de tranquilidad en los quehaceres cotidianos. Y quiero ofrecerlo a los lectores de lacronicadesalamanca.com, esperando que pueda ser del interés de por lo menos algunos.
1.1. ESPAÑA Y PORTUGAL ENTRE 1640 Y 1936
Desde que en 1640 los portugueses rechazaron los intentos del Conde Duque de Olivares –el valido de Felipe IV de España y III de Portugal— de incluir a los lusos en el Estado español unitario, el iberismo, entendido como el deseo de unificación de ambas naciones bajo un único Estado peninsular, ha sido un factor condicionante de manera continua de las relaciones entre España y Portugal.
Por parte española se trataba de recomponer la unidad perdida en tiempos medievales con la separación de Portugal de Castilla y León con Alfonso I, que se proclamó soberano portugués en 1139. Por parte lusa, se perseguía preservar la integridad nacional lusa por medio de una política de «costas viradas» (de espaldas) a España; y de una fuerte expansión ultramarina aliviadora de la presión centrípeta española que arriesgaba todo el proyecto nacional de los lusos.
Ese contencioso iberista, identificado en su lado occidental como sinónimo de perigo espanhol, fue la raíz de un antagonismo secular, que con algunos momentos de menor intensidad llegó, con todo su potencial disgregador, hasta el mismo inicio de la Guerra Civil Española 1936/1939; por la difícil coexistencia peninsular de dos regímenes opuestos, como lo eran la dictadura salazarista, de un lado, y la Segunda República, del otro. Al surgir desde esta última la sensación de que llegaba una nueva época, con el ideal de una Iberia solidaria de dos pueblos en libertad; en el marco de un régimen republicano español potencialmente revolucionario, en el que los exilados lusos encontrarían refugio y ayuda para sus actividades antisalazaristas.
[pull_quote_left]Los dirigentes del Estado Novo de Oliveira Salazar consideraron seriamente amenazada no sólo la estabilidad de su proyecto autoritario, sino incluso la integridad nacional del país. De modo que fue abriéndose una brecha entre los dos regímenes peninsulares cada vez más ancha, hasta llegarse a posiciones antagónicas irreconciliables.[/pull_quote_left]En esas circunstancias, los dirigentes del Estado Novo de Oliveira Salazar consideraron seriamente amenazada no sólo la estabilidad de su proyecto autoritario, sino incluso la integridad nacional del país. De modo que fue abriéndose una brecha entre los dos regímenes peninsulares cada vez más ancha, hasta llegarse a posiciones antagónicas irreconciliables.
Dentro de esas tensiones, el Presidente Azaña solicitó, el 5 de marzo de 1936, al embajador portugués en Madrid, Riba Támega, el fin de los ataques periodísticos de la prensa portuguesa. Y por momentos pareció que las aguas iban a calmarse, cuando ambos políticos se comprometieron a evitar más conflictos y a estrechar al máximo los contactos. Lo cual no pasó de ser un meditado gesto de hipocresía, porque el 18 de marzo de 1936, Riba Támega informó a Salazar de nuevos contactos entre Azaña y los exiliados portugueses para planear una revolución en Portugal; siendo confidente principal de esa posibilidad el Conde de Romanones.
1.2. EL ESCENARIO DE LA PREPARACIÓN DE LA GUERRA CIVIL EN LISBOA
En mayo de 1936 el político español Marqués de Quintanar, monárquico y con relaciones muy antiguas con los más destacados personajes del integrismo luso, viajó a Lisboa para contactar al Presidente del gobierno portugués Oliveira Salazar. Lo cual comportó una sintonía entre las preocupaciones y los intereses del Estado Novo, con los preparativos de conspiración militar contra la República Española, que dirigía el General Emilio Mola, verdadero director de la conjura; por cierto, muy bien organizada.
En sus visitas a Lisboa, Quintanar se veía con el conspirador español principal, el General José Sanjurjo, en el Hotel Aviz de Lisboa, que era una especie de embajada de los futuros rebeldes. Y el hecho de que Sanjurjo se encontrara en esa actitud antirrepublicana, tenía sus históricas razones: tras haber protagonizado un intento de golpe de Estado en agosto de 1932 (La Sanjurjada), fue condenado a muerte, pena que se sustituyó por la de cadena perpetua. Y después, el Gobierno Ceda-Lerroux le indultó en 1934, lo que le permitió exiliarse en Portugal, donde desde entonces no dejó de estar al frente de tramas y conjuras para lograr la restauración de la monarquía en España. Lisboa y Estoril se convirtieron en refugio cómodo e impune de destacados derechistas y monárquicos españoles, que celebraban todo tipo de reuniones; incluidos contactos internacionales, para obtener los necesarios apoyos y medios.
[pull_quote_left]El hecho de que Sanjurjo se encontrara en esa actitud antirrepublicana, tenía sus históricas razones: tras haber protagonizado un intento de golpe de Estado en agosto de 1932 (La Sanjurjada), fue condenado a muerte, pena que se sustituyó por la de cadena perpetua. Y después, el Gobierno Ceda-Lerroux le indultó en 1934, lo que le permitió exiliarse en Portugal, donde desde entonces no dejó de estar al frente de tramas y conjuras para lograr la restauración de la monarquía en España.[/pull_quote_left]En tales circunstancias llegaron las correspondientes quejas diplomáticas desde Madrid, sin ningún resultado. Pues el Estado Novo, presidido de facto desde 1933 por Antonio de Oliveira Salazar, era realmente una dictadura personal de partido único –la “União Nacional”—, fuertemente influenciado por el fascismo italiano, y basado en el confesionalismo católico y en la represión sistemática de opositores y disidentes. El diálogo se hacía imposible.
El 20 de julio de 1936, dos días después de estallar la sublevación contra la Segunda República Española, en el aeropuerto de Estoril, el general Sanjurjo emprendió en avioneta –pilotada por Juan Antonio Ansaldo, uno de los más famosos aviadores militares españoles—, el vuelo que había de llevarle a España, donde tenía que ponerse al frente del alzamiento militar. El avión despegó, pero no logró remontar vuelo, y se estrelló contra el suelo. El piloto resultó ileso, pero el general murió a consecuencia de un traumatismo cerebral.
La causa oficial del accidente se atribuyó al excesivo peso del aparato, ya que Sanjurjo llevaba en él todos sus uniformes militares y sus medallas para lo que pensaba iba a ser una rápida entrada en Madrid. Pero las conjeturas sobre un posible sabotaje (de índole franquista) rodearon para siempre el accidente. Que cambió ciertamente el curso de la sublevación del 17 de julio, nada más empezar, posibilitando el ulterior liderazgo de Franco.
La muerte de Sanjurjo tuvo importancia decisiva, pues de haber llegado a dirigir todo el alzamiento, su idea era un régimen transitorio de regencia en la España nacional, que pronto podría haber dado paso a la instauración de una monarquía parlamentaria encarnada en el infante Don Juan, hijo del último rey de España, Alfonso XIII, que abandonó España el 14 de abril de 1931.
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1 comentario en «Portugal en la Guerra Civil Española (I)»
Considero un lujo que un escritor como Vd nos acompañe en La Crónica de Salamanca. Muchas gracias por ello. A nivel personal, le diré que me gusta su estilo. Es conciso y directo. Lo dicho: un lujo.