El trabajo del grupo de José María Medina, catedrático emérito de la Universidad de Salamanca e investigador del Instituto de Neurociencias de Castilla y León (INCYL), explica por qué funciona la nueva terapia
José Pichel Andrés/DICYT. La multinacional farmacéutica Grifols, con sede en Barcelona, difundió los resultados de un ensayo clínico con pacientes de alzhéimer. Los datos muestran una ralentización de la progresión de la enfermedad gracias a un procedimiento innovador que abre una posible vía para su tratamiento. Los investigadores de la empresa mantienen un estrecho contacto con investigadores del Instituto de Neurociencias de Castilla y León (INCYL) de la Universidad de Salamanca que estudian la proteína clave de este avance, llamada albúmina.
El catedrático emérito de la Universidad de Salamanca e investigador del INCYL José María Medina explica que el tratamiento desarrollado por la empresa consiste en realizar una plasmaféresis a los pacientes. Es decir, se les extrae por completo la sangre separando las células de la sangre –glóbulos blancos, glóbulos rojos y plaquetas– del plasma. Cuando se vuelve a introducir la sangre se incorpora la albúmina.
Tal y como descubrió Medina hace años, la principal virtud de esta proteína de la sangre es que se une a la beta-amiloide, una sustancia que se acumula en el cerebro de las personas con alzhéimer y que se considera el principal factor que degrada las neuronas. Por eso, la idea es que a través de sucesivas plasmaféresis la albúmina puede ir limpiando el cerebro, evitando que se acumulen los depósitos de beta-amiloide que caracterizan al alzhéimer.
“Nosotros publicamos que el beta-amiloide no tiene efectos cuando está unida a la albúmina”, explica a DiCYT el investigador. Sin embargo, las albúminas disponibles no son capaces de absorber toda la beta-amiloide que hay en un cerebro enfermo. Por eso, “si retiramos las que ya están cargadas y las sustituimos por otras nuevas, podemos ir extrayendo esta sustancia nociva”, agrega.
De hecho, su equipo de investigación ha publicado recientemente un artículo en la revista científica Journal of Alzheimer´s Disease que confirma cómo se desarrolla el proceso: la albúmina capta en el cerebro el beta-amiloide, la lleva al líquido cefalorraquídeo y de ahí pasa a la sangre. Cada molécula de albúmina se une a una sola molécula de beta-amiloide, así que llega un momento que la albúmina disponible no puede absorber más y por eso parece funcionar este nuevo tratamiento, que consiste en renovarla en la sangre.
En su momento, los primeros ensayos clínicos de Grifols coincidieron con las publicaciones científicas del INCYL. “Me llamaron por teléfono y se presentaron aquí para hablar conmigo y trabajar juntos en un proyecto. Desde entonces nosotros hemos seguido estudiando cómo la albúmina contrarresta los efectos tóxicos del beta-amiloide y ellos han seguido ampliando sus ensayos”, comenta.
“Hemos explicado por qué funciona”
Aunque el trabajo desarrollado en Salamanca era muy relevante, Medina cree que la empresa podría haber obtenido los mismos resultados sin su colaboración. “Creo que ellos habrían llegado a desarrollar su tratamiento igualmente, pero nosotros hemos explicado por qué funciona”, apunta.
El trabajo del INCYL demuestra que la albúmina inhibe los efectos tóxicos del beta-amiloide hasta el punto de que evita la muerte neuronal. “Cuando pones la neurona en contacto con el beta-amiloide, las células mueren, pero si les añades albúmina, no”, señala. De hecho, cuando las dos sustancias están unidas, no se producen los efectos negativos sobre las neuronas.
Grifols es una de las compañías líderes mundiales en hemoderivados y “tiene la mejor albúmina humana”, que se obtiene de la sangre. “Es difícil que se pueda conseguir de otro modo o sintetizar, ya que tiene es una proteína muy compleja”, explica Medina.
En la actualidad, Medina sigue en contacto con Grifols, que se ha revalorizado gracias a los anuncios sobre sus avances clínicos. La empresa le consulta habitualmente y financia parte de su trabajo. Sus esfuerzos se centran ahora en averiguar cuál es el papel de otras importantes células del sistema nervioso, los astrocitos. “Posiblemente, la unión entre albúmina y beta-amiloide sea transportada por los astrocidos, los hay de distintos tipos y algunos de ellos no mueren en contacto con esta sustancia, así que tratamos de ver cuál es el camino completo”, señala.
El tratamiento se impondrá: “No hay alternativa”
El investigador del INCYL está convencido de que la investigación para luchar contra el alzhéimer va por buen camino. “Creo que este tratamiento se va a imponer porque no hay alternativa en este momento”, asegura.
De hecho, sólo parece haber dos posibles estrategias: destruir el beta-amiloide o extraerlo. “La primera opción está fallando, se está intentando con anticuerpos que inactiven el beta-amiloide, pero pueden producir problemas como la encefalitis. Así que parece que la segunda es más sensata, aunque también difícil”, declara.
En su opinión, la plasmaféresis para renovar la albúmina se asemeja mucho a lo que hoy en día es una diálisis, pero no tendría que hacerse con tanta frecuencia. De hecho, en los ensayos con casi 500 pacientes de Estados Unidos y España se ha realizado un par de veces al mes.
Para que la fase moderada no vaya a más
Los resultados han sido positivos en pacientes que presentan una fase moderada de la enfermedad, lo cual tiene una fácil explicación. “Cuando la acumulación de beta-amiloide ya es muy grande, aunque se extraiga mucha no es suficiente y el daño ya es irreversible”, señala.
En cambio, en esa fase moderada, este tratamiento consigue una ralentización del 61% en la progresión de la enfermedad, una nueva perspectiva que hasta ahora no existía. “El objetivo es que por lo menos los pacientes sigan reconociendo a sus familiares y no lleguen a estados de deterioro avanzados”, indica Medina. Aunque reconoce que sería una terapia cara, cree que el sistema público de salud debería asumirla dada la gravedad y la dimensión que tiene un problema como el alzhéimer.