– Leí ayer que unos buitres han matado una vaca y su ternero.
– ¡Ya sabe usted! Cuando los carroñeros son abundantes y su comida habitual escasea tienen que cambiar su dieta o perecer…
– Sí. Pero también puede ser que se haya modificado la costumbre de los ganaderos de llevar las reses muertas a un lugar preparado para ello…
– Supongo que se buscará una solución. Lo grave es lo que está pasando con los lobos, que parece que desde hace algún tiempo han aumentado su depredación. Y como se ciegan con la sangre producen unos daños de gran cuantía…
– ¡Y eso aquí! Porque… ¿qué estará ocurriendo en los sitios de gran tradición lobera, como la zamorana Sierra de la Culebra, o en las montañas de Galicia y Asturias?
– ¡Hombre! Eso me recuerda lo que me contó, hace muchos años, un pastor de Vegalatrave…
– ¡Ah, síi! ¿Y que fue ello?
– Pues me hablo de un niño-lobo. ¡Sí, sí! ¡Un niño-lobo zamorano!
«Debió ocurrir hace siglos, si es que ocurrió, porque lo que me dijo no estaba muy claro. Se lo había contado su abuelo y a éste, el suyo. ¡A saber si será verdad, y hasta qué punto! En la narración aparecían moros y cristianos, la ciudad de Zamora… ¡En fin, que estaba todo muy confuso! Yo pregunté después por todas partes y nadie corroboró la historia ni habían oído hablar de ella…
– Bueno, pero es que las historias, o leyendas, de niños amamantados por lobas son frecuentes. Sin ir más lejos tenemos la de Rómulo y Remo, los fundadores de Roma, nada menos. Y en la India, no hace mucho, se supo de un caso…
– Lo de la India se ha debido repetir más de una vez. De algún sitio debió sacar Rudyard Kipling su maravilloso relato del «Libro de las Tierras Vírgenes».
– Y de lo de Zamora… ¿qué piensa usted?
– Ya digo que todo está muy confuso. Pero si fuese cierto, bien hubiese podido ocurrir así:
«Allá por el siglo X o el XI, cuando la frontera entre moros y cristianos estaba en el río Duero, la Extrema Durii de entonces, una de las incursiones de unos o de otros arrasó un asentamiento del contrario, matando o apresando a todos sus pobladores… Menos a un niño, que, perdido entre la floresta, quedó abandonado. A poco, una loba sin sus lobeznos lo acogió y alimentó durante algún tiempo… Es de suponer que esto se repetiría en más de una ocasión y que los bebés falleciesen no tardando mucho, pero, en esta ocasión quiso la suerte que fuese encontrado por unos cazadores. ¿Qué hacer con el niño? Pues lo más probable es que lo acogiesen en algún poblado o granja, y que su origen fuese pregonado por la zona, motivando la curiosidad de las gentes y dando pie a una leyenda que fue primero aumentando y luego diluyéndose con el tiempo…
– Sí. Quizás ocurriese así, si es que ocurrió… ¿Porque… qué pasaría si hoy pasase algo así?
– No me imagino que en este siglo XXI pueda darse el caso… Pero si se diese… ¡sería una joya para los antropólogos y siquiatras! Recuerde aquel famoso caso de un adolescente que se descubrió allá por los años 20 del XIX, y que había permanecido incomunicado absolutamente hasta entonces en una lóbrega habitación en condiciones atroces. Me parece que se llamaba «César» y ha dado nombre en Zoología Experimental a situaciones similares. Recuerdo un reportaje del gran Félix Rodríguez de la Fuente en la que ponía un ejemplo de ello. No es lo mismo lo que ocurre con algunas noticias que se oyen de vez en cuando. Según parece ser se han estudiado casos de personas que se autoabandonan en una habitación. Lo llaman «síndrome de hikikomori«. Acuérdese también del «hombre-elefante», la película basada en un hecho real.
«No hace muchos años hubo en Sierra Morena un niño que, por repetidas circunstancias de abandono se convirtió, a los 8 años, en un auténtico salvaje, que sólo tenía trato con los animales del bosque. Creo recordar que se llamaba Marcos. ¡Fue un caso muy sonado entonces, a mediados de los sesenta! Había vivido así durante 11 años, hasta que fue rescatado por la Guardia Civil, que tuvo que amordazarlo porque era una verdadera fiera. Lo llevaron a un centro especial, un Hospital de Convalecientes de Madrid, donde consiguieron reeducarle, aunque nunca entendió muchas cosas, como el valor del dinero, por ejemplo… ¡Fue un caso único, que motivó una tesis doctoral! ¿Cómo habrán llamado a este síndrome?
– ¿Y qué me dice de los hombres-lobo, los lobishomes de Galicia?
– Yo creo que eso es otra cosa, que se trataba de personas desequilibradas que vivían abandonadas, en estado salvaje, en las fragas. Yo mismo oí hablar de uno de estos, en un bosque cercano a Vigo, allá por el año 83… Por lo visto, andaba en harapos y se alimentaba de hierbas y de lo que encontraba o robaba… Pero no mató a nadie, como dicen que ocurrió con Romasanta, el «hombre-lobo de Allariz», a mediados del XIX. Dio origen a lo que se llamó la licantropía clínica, que trata de estos seres que se creen verdaderamente lobos. Evidentemente son trastornos mentales, raros, pero que a veces se dan por todo el mundo en ambientes propicios a ello. Dejando la multitud de películas que tienen como protagonista a un monstruo que se transforma a la luz de la Luna Llena, hay una, española, que trató muy bien el tema: «El bosque del Lobo», con la actuación magistral de José Luis López Vázquez…
-¿Y qué fue del de Vigo?
– No sé. Supongo que lo atraparían y atenderían adecuadamente. Pero imagínese que por la zona hubiese alguna depredación de lobos y que en lugar de producirse el hecho a finales del siglo XX, hubiese ocurrido mucho antes. ¿No cree que hubiese sido el origen de una leyenda de hombre-lobo?
-¡Tiene usted razón! Pero… ¿qué hora es? ¡Dios mío, que tarde! ¡Y yo que había quedado hace media hora! ¡Adiós, adiós!