[dropcap]V[/dropcap]uelven los viejos tiempos -que nunca se fueron- los viejos tiempos de la normalidad prostitucional. El bipartidismo castizo de rompe y rasga, regresa de nuevo.
Caspa en ristre y boina calada, PP y PSOE vuelven, como quien no quiere la cosa, a las andadas, a abanderar la “tradición”. Se solicitan de amores, uña y carne, y se ponen de acuerdo (bajo cuerda), una vez más, es decir, como siempre, para controlar y mangonear la justicia, como controlan y mangonean todo lo demás.
Es decir, el sistema, o sea, el cotarro, nuestro sino.
¡Que viejo y reconocible resulta todo!
Tras un breve lapso de tenue luz, con aquel 15M que alentó esperanzas y destapó vergüenzas (parecía que la democracia venía por fin a instalarse entre nosotros y la corrupción salía por piernas, huidiza); tras el amago publicitario de un «cambio» fulgurante, profundo, protagonizado por Pedro Sánchez, aupado por los militantes socialistas, escaldados y traicionados una y otra vez, todo vuelve a su sitio, a su cauce seco, y de nuevo se sientan y se sienten (PP y PSOE) dueños de la situación, cómodos y relajados, en su salsa, en su isla de poder. Lo peor (piensan) ya ha pasado. Lo bueno nunca vendrá.
Nada ni nadie les obliga a que el sistema cambie o se regenere, nada ni nadie les empuja a que nuestra cloaca se cierre y drene, o a que nuestro régimen -en el que hozan- se limpie y adecente.
Sería para nosotros mucho pedir, casi un lujo, y para ellos mucho perder, un disgusto. Hoy es como ayer, y entre medias nada ha cambiado. La corrupción, como la arruga, es bella, perenne, incorruptible, valga la contradicción termodinámica. Nuestra corrupción ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Es tan vieja como el régimen.
De momento seguiremos como estábamos, en la rutina, con nuestra normalidad prostitucional a cuestas, aupando la corrupción como Sísifo su roca (dura carga), paso a pasito, camino de la infamia total y con la certeza de la nueva caída.
Cosidó, portavoz del PP en el senado, con un algún contacto previo –según su hoja de servicios- con la «policía patriótica» que protegía fiel la corrupción del PP en las cloacas, con los métodos de las cloacas y a cargo de los fondos reservados, o que preparaba asechanzas y trampas contra los políticos de otros partidos, y todo bajo el mandato del réprobo exministro Fernández Díaz, mano izquierda de Rajoy, cuya mano derecha ignoraba lo que no fuera el Marca (o eso decía), viene a decir en unos wasap corporativos entre colegas senatoriales –tan dignos- que algunos jueces del Supremo comen de su mano, como corderitos, es decir y resumiendo, que son marionetas a su servicio.
Y no solo eso sino que también sostiene Cosidó que esto se hace hábilmente “por detrás”, entre bambalinas, para que no trascienda ni se ilumine la mente de los sonámbulos, esclavitos de por vida.
No esperábamos menos de la habilidad de nuestros prohombres del Senado.
Esto ha molestado a la judicatura no porque no sea así (que parece que lo es) sino porque se ha sabido, es decir, porque ha trascendido y hecho público, un poco más. Es decir, que de nuevo se arroja luz (y van unas cuantas) sobre nuestra cloaca inmensa, llena a rebosar.
Creo recordar que un informe reciente nos calificaba como uno de los países más corruptos de Europa. ¿Por qué será si motivos no hay?
En estas condiciones de fogonazo luminoso y repetitivo sobre la mugre que nos rodea y conforma (el asunto de las hipotecas está reciente), Marchena, el candidato preconcebido y elegido antes de que los vocales que habían de elegirlo lo eligieran, ha tenido a bien dimitir. No es para menos, pero pregunto:
¿Sólo él?
Algunos alaban la actitud de Marchena (adoptada tras conocerse los wasap de Cosidó) y la consideran digna, pero que el juez desconociera los mecanismos de su nombramiento o los modos y usos de nuestro cotarro, parece poco creíble. Ocurre que ya es demasiada luz. Deslumbra hasta a los ciegos.
Se dice que la mujer del Cesar no solo debe ser honrada sino parecerlo. Lo malo es cuando ni lo es ni lo parece. Ha ahí la clave de todo este embrollo.
A su vez, en RNE, Maroto del PP ha hecho un ejercicio de hipocresía desvergonzada (ya todo da igual) y achaca la culpa del embrollo y la dimisión del juez al gobierno y al PSOE (hasta ese momento socio y colega del PP en este sucio negocio), sin parar mientes en que el que ha puesto todo patas arriba de un plumazo es Cosidó (del PP) con sus wasap descarados y trasparentes (por detrás), que descubren de manera más flagrante si cabe, negro sobre blanco, lo que ya todo el mundo sabía, eso es cierto:
la cloaca nos inunda y desgobierna. ¡Viva la cloaca!
Casualmente (y afortunadamente para los de siempre) Pedro Sánchez gobernará, vistas las dificultades y los embrollos surgidos, con los presupuestos del PP (uña y carne), que eran los presupuestos de los poderes fácticos a los que rendimos pleitesía cada mañana en cuanto dan las ocho: banca y multinacionales, nuestros amos. Y tan ricamente.
Los poderes fácticos tan contentos y controlando el cotarro. Los políticos a sus órdenes, igual de contentos y bien pagados. Tristeza y desesperanza, solo en la calle.
De hecho esos poderes fácticos son los que controlan a los controladores que controlan la justicia. Llámenlo si quieren división del trabajo (porque división de poderes no hay), cadena jerárquica o clientelismo de espórtula barata, da igual. Y así todo.
Que nuestra normalidad prostitucional (más correcto es esto que no llamarla constitucional, si queremos respetar el lenguaje) sea una normalidad asumida, prostituida a la vista de todos y sin rubor, da una idea exacta de la dimensión del problema y de la naturaleza del mal
Recuerden a Zapatero y Botín, y sus favores mutuos. Ese es el esquema básico de nuestro «sistema».
El dinero manda, y la política organiza su mandato. Todo queda en casa, en el bucle bipartidista financiado por el dinero. No hay nada que temer. Ni una miga de pan caerá de la mesa.
Nada de lo anunciado por Sánchez, ni siquiera como adorno cosmético del presunto cambio, se va a producir.
Nuestra corrupción es tan potente que empieza por el lenguaje, esto es sabido. Un ejemplo:
Dice Maroto en sus declaraciones en RNE que en Andalucía se ha padecido un régimen de «socialismo» durante los últimos cuarenta años. Y se queda tan ancho. Autoproclamado por arte de birlibirloque en oposición rabiosa a aquel nido de los EREs, que el dice «socialismo» de pata negra, y nosotros decimos corrupción organizada.
¿Habrá querido decir Maroto un régimen de corrupción y se le ha trabado la lengua por un lapsus del subconsciente, freno neurótico que impide mentar la soga en casa del ahorcado? ¿Será el sofoco de la fiebre electoral que amenaza catástrofe en el sur? ¿O será que la falta de alternancia en la corrupción y el reparto de allí le molesta e inspira?
Que nuestra normalidad prostitucional (más correcto es esto que no llamarla constitucional, si queremos respetar el lenguaje) sea una normalidad asumida, prostituida a la vista de todos y sin rubor, da una idea exacta de la dimensión del problema y de la naturaleza del mal: un Estado fallido y sin capacidad de reacción, que no alcanzará sosiego ni una normalidad democrática mínimamente homologable mientras gobiernen los de siempre y con las mismas trampas.
Triste panorama se nos presenta. Vuelve el bipartidismo. Vuelve la cloaca.
— oOo —