– Dígame el nombre de una actriz italiana.
– ¡Sophia Loren!
– ¡Muy bien! Opina usted como la gran mayoría…
– ¿Cómo dice?
– ¡Sí! Es que he leído en una revista una encuesta que han hecho sobre el conocimiento de actrices italianas y casi un 80% de las personas de más de 60 años la han nombrado a ella…
– ¿Y de los menores de esa edad?
– Ha sido muy variado. Muchos lo han dejado en blanco.
– ¿Y a quien pusieron detrás los mayores de 60 años? Seguro que a Gina Lollobrigida, Claudia Cardinale, Silvana Mangano…
– ¡Efectivamente! Usted lo ha dicho. Gina en segundo lugar, con un 15%. Y luego las otras…, precisamente en el orden que ha dicho usted.
– A mí no me extraña ese resultado. Es que la Loren, además de tener un cuerpo escultural era una gran actriz dramática.
– Es verdad. En nuestros tiempos la opinión estaba dividida entre las dos… digamos, grandes: la Loren y la Lollo. ¿Recuerda lo guapísima que estaba ésta vestida con aquellos casi harapos, en «Pan, amor y fantasía»?
– ¡Ya lo creo que me acuerdo! Y también de su danza erótica en «Salomón y la reina de Saba». ¡Qué cuerpo! ¡Y sin operaciones…! Aquellas mujeres no necesitaban arreglos de ningún tipo.
– ¡Qué razón tiene! ¿Vio usted «Madame Sans Gêne»?
– Sí. Sophia Loren lucía sus… encantos espectacularmente… Parece mentira que luego hiciese aquel gran papel dramático en «Dos mujeres». Ahí sí que demostró lo que valía… ¡Qué maravilla de interpretación!
– ¿Y qué me dice de «Los girasoles»?
– ¡Otra obra de arte! Con Marcello Mastroianni. Es que aquellos guiones y aquellos actores eran… otra cosa… ¡Películas eternas, que ocupan un lugar preferente en la historia del cine!
– ¡Y que lo diga! Y hablando de Mastroianni, a partir de aquella película, parece como que volvió a formar pareja artística con Sophia Loren…
– Sí. Entre otras, hicieron la divertidísima «Matrimonio a la italiana», que provocó un aluvión de continuaciones y parodias… ¡Qué pareja! ¡Estaban geniales los dos!
– Es que Marcello…
– ¡Era fantástico! Le recuerdo en «Una jornada muy particular», en un difícil papel… Pero… volviendo a Sophia Loren, le diré que cuando vino a rodar «El Cid» coincidió en una fiesta, no sé donde, con mi hermano, que por entonces andaba muy metido en esos festejos, y me contó que llegó a bailar con ella… Yo, por supuesto, no me lo creí. Pero le pregunté que cómo era.
– ¿Y qué le dijo?
– ¿Qué va a decir? ¡Pues que estaba como un tren…! ¡Que tenía unos pechos preciosos…! ¡Que desbordaba por todas partes…! ¡En fin, que era un monumento! Otra vez que estuvo en Madrid fue a Televisión Española, donde trabajaba un gran amigo mío, Felipe, que era, como yo, un gran admirador suyo. Le dieron permiso para bajar a verla y después contaba maravillas de lo deslumbrante que era…
«Cuando éramos muy jóvenes, recuerdo que fuimos todos a ver, en un cine de barrio, «Carrusel napolitano» –¡cómo me gustaría volverla a ver!–, para buscarla entre los intérpretes. Se decía que fue su primera película, aunque creo que hizo antes un papelito muy secundario en «Quo Vadis».
– Veo que está usted bien enterado…
– Sí. No le extrañe. Por aquel tiempo todos los amigos éramos muy aficionados al cine, que era nuestro pasatiempo favorito. Y en Madrid había una enorme cantidad de cines de barrio…
– ¿Y qué me dice de Silvana Mangana?
– ¡Ah! ¡Qué bellísima bailando «El negro zumbón» en «Anna», o en «Arroz amargo»! ¡Deslumbrante! Pero le voy a decir que con el paso de los años uno se vuelve más selectivo y prefiere ver un buen trabajo interpretativo, más que la exuberancia física. Y comprendí que hubo otra actriz tan grande o más que Sophia Loren. Le estoy hablando de Anna Magnani.
– ¡Anna Magnani! ¡Qué grande en «Bellissima»!
– Y en tantas otras, como «Roma, ciudad abierta», o en «El secreto de Santa Vittoria», con un extraordinario Anthony Quinn. Fue considerada como el prototipo de italiana fuerte, viva, heroica…y femenina.
– Sí. En fin, otro día hablaremos más de cine, que veo que es usted una mina…
– ¡Vale!