[dropcap]C[/dropcap]uando yo era pequeño, siempre que mis padres me llevaban a casa de unos primos suyos, Cesario y Paula, al pasar por un solar en ruinas que estaba muy cerca, me decían que allí había estado el teatro Novedades y que por los años veintitantos se quemó, con muchos muertos y heridos. Mi madre se había acercado, a los pocos días, y vio como estaba, aún humeante.
Contaba que muchos de los fallecidos lo habían sido por aplastamiento. La muleta de un cojo había quedado atrancada en una puerta de salida del entresuelo y la gente, despavorida, no había podido pasar, formando un creciente tapón impenetrable. Yo vi una foto de la muleta atravesada en medio de la puerta fatídica. El suceso caló muy hondo en la gente de Madrid y se recordaba con horror. Según se supo después, el fuego comenzó en el mismo escenario y se propagó muy rápidamente, primero por el telón y luego por las butacas. Entre los actores y tramoyistas no hubo víctimas porque salieron por la puerta de atrás.
También se hablaba mucho de otro gran incendio que hubo por los años 40 muy cerca de mi casa, donde ahora está el mercado de San Antón, en la calle Augusto Figueroa. Éste se edificó en el solar que antes ocupaba un edificio deportivo, el de la Real Sociedad Gimnástica Española, una entidad polideportiva que incluía el futbol y que fue campeona de España en muchos deportes. Mi madre me contaba que había unas llamas gigantescas y que los bomberos no echaban agua en el edificio siniestrado, sino en los colindantes para que no se propagase.
Otro incendio madrileño pavoroso, en 1987, fue el de los Almacenes Arias, en la calle de la Montera, con fallecimiento de diez bomberos en el cumplimiento de su deber. Este suceso sí lo viví por estar yo aquel día en Madrid. La calle estaba en el trayecto entre las casas de mis padres y de mis suegros y no pudimos pasar por ella por estar cortada por la policía. Se veía muchísimo humo. Por la noche cedió la última planta y hundió todas las demás, atrapando a aquellos diez héroes. Como siempre, el pueblo de Madrid reaccionó como es habitual en él, organizando cadenas de numerosos voluntarios incansables, que ayudaron a desescombrar. Los bomberos trabajaron más de 20 horas sin parar, negándose a descansar hasta descubrir los cadáveres de sus compañeros.
Desde siempre teníamos en casa de mis padres la costumbre de ir en la noche de los sábados a algún cine de sesión continua. Y solía acompañarnos una vecina, Angelines. Una de aquellas noches, en 1963, habíamos ido al cine Actualidades, que estaba al final de la Gran Vía madrileña, antes de llegar a la Plaza de España. Lo lamento, pero en esta ocasión no me acuerdo qué películas ponían. El caso es que empezó a oler a humo y, a poco, alguien pronunció la palabra fatídica: ¡Fuego!
Afortunadamente aquel día había pocos espectadores. Sí; hubo algo de pánico, pero sólo de unas pocas personas que salieron corriendo. La mayoría conservamos la calma y evacuamos sin prisas. Luego resultó que se trataba de una papelera a la que alguien había tirado un cigarrillo encendido. Pero… ¿qué hubiese pasado si el fuego degenerase en llamas y se hubiese propagado al escenario? Porque las entradas al patio de butacas estaban delante, al lado de él. En fin, no pasó nada salvo el susto que nos llevamos todos.
Cuando llegué a Salamanca, en octubre del 65, había muchos cines, unos de estreno y otros de sesión continua. En el primer fin de semana que no fui a Madrid decidí ir al Bretón. Ponían una película ambientada en la Segunda Guerra Mundial, protagonizada por John Wayne como capitán de un barco. Creo que se llamaba «Su primera victoria». Era en blanco y negro y no estaba mal, pero no era una gran cosa. Fue la única película que vi en Salamanca siendo soltero. Después, ya casados, la primera que vimos Pili y yo fue «Mary Poppins». ¡Me quedé dormido! ¡Y no era mala! Poco después, con «Zorba, el griego», con el gran Anthony Quinn bailando el sirtaki, ¡ya no me dormí!
Uno de los cines de estreno, y también teatro, era el Coliseum, en el que se estrenó «Fedra», de Miguel de Unamuno. Todos los años, por Ferias, actuaba allí la compañía de Zori, Santos y Codeso. Pero un día, por los años 70, hubo un incendio, no demasiado cruento, pero que arruinó el edificio.
Poco después de aquello recuerdo un diálogo con Pili en el que estábamos preguntándonos que habría en las carteleras. Sin darme cuenta pregunté:
-«¿Que pondrán en el Coliseum?»
-«¡Arde París!» – contestó Pili como un rayo.
¡Así de ingeniosa era, ¡y es!, mi mujercita querida! ¡Tiene cada golpe!