Opinión

La des-conquista

Rivera y Casado.

[dropcap]E[/dropcap]n Andalucía y a caballo ha nacido un híbrido: el LIBERALPOPULISMO, centauro de la des-conquista, un arquetipo que Platón soñó borracho.

Guiado por el odio a los derechos humanos y las libertades civiles, por el rechazo visceral a los que son distintos, los primeros en aclamar su llegada han sido gente tan moderna como Marine Le Pen y David Duke, antiguo dirigente del Ku Klus Klan. Empiezan bien.

Con este gremio retrógrado apoyando el galope hacia atrás, el objetivo del monstruo se cifra en la des-conquista de los derechos y las libertades civiles, siguiendo una trayectoria a la inversa de la reconquista original, es decir sur-norte. Si tardan ocho siglos, no vamos mal. No nos pilla.

Pónganse en situación: en el extremo sur de Europa, donde hace la calor, un fantasma recorre la península en busca de las estepas hiperbóreas del Norte, donde danzan las valquirias. Wagner al fondo.
Un axioma imprescindible: la culpa de todo la tienen los judíos, por ejemplo, que además se inventaron su Holocausto y sus cámaras de gas, o en su defecto y por falta de comparecencia, la culpa la tienen los musulmanes, los inmigrantes, gente de otro color, cualquiera que se nos cruce entre medias de los cables. ¿Lo ven venir? ¿Escuchan el redoble de pezuñas?

Que todo quede en una mala brisa y que no resista una primavera. Roguemos a Dios y al bueno de Pericles.

Y no ha sido solo el KKK o Marine Le Pen, máximos exponentes del modernismo y de ese «futuro que es hoy» -como dice Aznar-  los que se han alegrado por la buena nueva, sino que los dirigentes posliberales (e iliberales) del PP y CIUDADANOS, Casado y Rivera, apadrinados ambos por Aznar, otro moderno, no cabían en si de gozo ante las perspectivas abiertas por los sorprendentes resultados electorales.
La de cálculos felices y veloces que se han apresurado a hacer sobre las extrañas alianzas y pandemónium que cabe trabar en semejante compañía siniestra.
El fin justifica los medios, en la noche oscura todos los gatos son pardos, y además todo queda en casa.
¡Bienvenidos al liberalpopulismo de capirote y ronda nocturna, a la luz de la luna y en caballos blancos de Santiago!

Dentro de la nueva política también está la vieja y reciclada, y el liberalpopulismo logra esa síntesis. Imagínense por un momento a Casado y Rivera ajustándose ante el espejo el capirote del Ku Klus Klan y comprobando si las antorchas queman.
Digno del libro de los seres imaginarios de Borges, toda una pesadilla que añadir a su abigarrado Bestiario de monstruos, donde no se incluyó al doctor Goebbels por respeto a los monstruos.

“La rústica barbarie y la ira están simbolizados en el centauro”, dice Borges.

Ya lo dijo también uno de nuestros más ilustres exiliados, inmigrante en tierras ajenas y más libres: el sueño de la razón produce monstruos.

Que no es que nos sorprenda. Ya sospechábamos que el liberalismo de ambos dirigentes (Casado y Rivera) era puro postureo, marketing de crédito fácil, y se limitaba a laissez faire a los golfos de las finanzas sin despreciar explotar al máximo las cloacas del Estado.

Donde esté un Villarejo, una Gürtel, o un Steve Bannon, que se quite un Karl Popper. Donde va a parar.

Bienvenidos al futuro de ayer.
Una mala brisa la tiene cualquiera.

En cuanto al aniversario (40 años) de la Constitución ¿Qué decir?

Por comparación con lo que quedó atrás, un paso adelante. No lo vamos a negar. El fascismo siempre será peor. Pero ese paso se dio aquí con excesivo retraso: tres décadas después de que la democracia derrotara al fascismo en Europa, y ya había llovido. Ese retraso le imprimió su carácter: insuficiente y en gran medida decepcionante.

Como aspiración, para muchos ciudadanos españoles aquella fue una esperanza truncada después de tanto esperar. Los que alumbraron aquel paso, concediendo al pasado ominoso más de lo que querían, van cumpliendo años y cada vez son más los españoles que no votaron aquel marco legal.
Estamos entre Pinto y Valdemoro, en tierra de nadie, en el tránsito de generaciones perdidas y en una encrucijada de crisis diversas.
¿No es ya el momento de reformas profundas y pertinentes, o de sacar adelante una nueva Constitución?

A veces el prejuicio poco meditado de la estabilidad lo que provoca es la fragilidad extrema.
La inmovilidad forzada y artificial corroe y rompe los cimientos antes que el ordenado batir de las olas. Las reformas a tiempo evitan las rupturas traumáticas y son un signo de flexibilidad e inteligencia.

¿250.000 aforados? ¿Una «policía patriótica» que protege a los políticos corruptos? ¿Unos recortes injustos que alientan el separatismo? ¿Una reforma nocturna de la Constitución impuesta por los bancos? ¿Una manipulación de los jueces supremos “por detrás”? ¿Una monarquía impune, sospechosa de corrupción e imposible de investigar?

Esto no da para más.

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