Opinión

El curso embarazado

Julio Rodríguez Martínez (1928-1979).

 

[dropcap]P[/dropcap]ues sí. ¡Hubo un curso embarazado! Y lo llamo así porque duro 9 meses. Fue en 1974. Todos los cursos se nombran con el numeral del año en que comienzan, separados por un guión del siguiente, en el que terminan. Pero aquel empezó en enero y finalizó en septiembre. Por tanto debería denominarse  «curso 1974».

¿Qué sucedió? ¿Por qué? Lo explicaré, pero con datos a vuelapluma que pueden completarse acudiendo a los libros de historia, aunque en ésta no figuran las anécdotas más o menos personales que acompañaron a aquel drástico cambio, que jocosamente es conocido como el «calendario juliano».

Y se llama así porque fue obra del entonces ministro de Educación y Ciencia, Excmo. Sr. D. Julio Rodríguez Martínez (q. e. p. d.), que implantó, por decisión salomónica, o mejor decir «al estilo de Luis XIV«, un calendario académico que, en vez de ser de octubre a septiembre, fuese de enero a diciembre.

¡Pues muy requetebién! Pero… ¿cómo se ocupó el tiempo entre el curso académico 1972-1973, que finiquitó en septiembre, y el comienzo del juliano 1974, en enero? Los alumnos que habían iniciado su carrera en octubre de 1972, con todas las asignaturas aprobadas a fin de curso, tuvieron vacaciones hasta enero de 1974, en el que entraron en 2º. ¿Y los que habían suspendido alguna asignatura de 1º en septiembre del 73, qué?

Se programó un curso especial, llamado «de recuperación«, de octubre a diciembre, para estos alumnos pendientes de alguna asignatura de primer curso. Los de promociones anteriores siguieron con sus cursos como siempre, desde octubre.

 

¿Y quién impartiría las asignaturas de 1º en aquel trimestre de recuperación, en mi caso la Geología?

¡Pues yo! Los que pudieron pasaron la bola al siguiente –lo que en  el Ejército se llama «por el conducto reglamentario«–, pero yo, entonces, no tenía a quien.

¿Cómo la di? Pues como pude, resumiendo 2 temas cada día. A fin de cuentas aquellos alumnos ya conocían el programa dado. Y, sorprendentemente, iban a clase casi todos.

Llegó diciembre, y el 20 nos reunimos los profesores de aquel Selectivo de Ciencias en lo que se llamaba el Tribunal de Compensación. Consistía aquello en que se iban nombrando a los alumnos y las asignaturas de las que se habían examinado. Y si habían aprobado ahora todas menos una y en ésta la nota no era demasiado baja, se les pasaba también.

En esta ocasión era yo el presidente de aquel Tribunal. Y como soy un buenazo propuse que si eran dos las suspensas se les compensase todo. Según cada caso, por supuesto. Como eran muchos los alumnos y queríamos terminar antes del mediodía, de común acuerdo, no salimos de aquella sala ni a tomar café. Hasta que terminamos.

Y al salir, a eso de la una y media, nos enteramos de la gran noticia del día, que cambió la historia de España. ¡Habían asesinado al Presidente del Gobierno, Excmo. Sr. D. Luis Carrero Blanco (q. e. p. d.)! Unos etarras le habían ayudado a subir, en cuerpo unos 30 metros y en alma directamente al cielo –¡acababa de confesar y comulgar! ¡Qué buenos sentimientos, que tuvieron ese detalle! Pero… ¿y el conductor? ¡Con él no hubo piedad! ¿Es que no era cristiano?

Luis Carrero Blanco (1904-1973) jurando como Presidente del Gobierno (11 junio 1973).

De inmediato hubo una sensación de pánico en toda España, pensando que se iba a armar la gorda, pero yo, que viajé al día siguiente a Madrid, vi que las cosas iban por un cauce normal, quizás con mucha vigilancia, pero nada más. A mí no me pararon el coche en la carretera.

Lo que si me ocurrió fue que el entonces Decano de Ciencias, D. Joaquín de Pascual Teresa, dijo que nosotros, los miembros de aquel Tribunal de Compensación que yo presidí, movidos por el pánico, habíamos abierto mucho la mano y aprobado a mucha gente. ¡No es cierto! ¡Nos enteramos del asesinato después de haberlas abierto!

Huellas del magnicidio del 20 de diciembre de 1973.

¿Que pasó a continuación? Pues que el Excmo. Sr. D. Carlos Arias Navarro (q. e. p. d.), se hizo cargo a primeros de enero de la Presidencia de Gobierno, con un nuevo Ministro de Educación, cuyo Excmo. nombre no recuerdo. Y éste recambió el calendario a como estaba antes, derogando el «juliano» (q. e. p. d.). Por tanto quedó un curso «embarazado» para los alumnos de 1º y 2º, que empezó en enero de 1974 y terminó en septiembre. La gestación había sido más bien violación, pero el parto fue bien, gracias a la benevolencia del profesorado, aunque algunos quizá fueron malevolentes. En fin, que se volvió a la normalidad. Y del curso 1974, nunca más se supo, engullido por el 1973-1974. En los papeles posteriores se habló de un «cursillo», como si se quisiese ocultar su paternidad.

Y eso fue todo. ¡Ah, se me olvidaba! Por si alguno no lo sabe, q. e. p. d. es equivalente a aquello de R. I. P. Pero ya no se suele emplear porque parece indicar que se piensa que el finado está muy bien donde está. ¡Que en paz descansen!

Deja un comentario

No dejes ni tu nombre ni el correo. Deja tu comentario como 'Anónimo' o un alias.

Te recomendamos

Buscar
Servicios