[dropcap]A[/dropcap]nte el cierre de la frontera con Colombia, venezolanos cruzan por pasos ilegales o ´trochas’, corriendo riesgos y pagando, a fin de adquirir medicinas y comidas en el país neogranadino
Llegamos a San Antonio del Táchira, municipio Bolívar, en la frontera colombo venezolana a eso de las 7:30 de la mañana del lunes 11 de marzo. El horizonte era gris y, según pudimos conocer, había llovido sobre la región en horas de la madrugada, por lo que muchos comentaban que ojalá el río no estuviera crecido.
Y es que las dos naciones sudamericanas limitan en este punto por el río Táchira y quienes nos dirigíamos a Colombia por los pasos ilegales o ´trochas´, obligatoriamente, debíamos atravesar esta afluente hídrica. Al final de la calle, nos enfilamos a una zona boscosa. Llamó la atención que la misma se encontrara sin ningún tipo de vigilancia, a pesar de que Maduro tras ordenar el cierre de la frontera, habría girado instrucciones de que ésta fuera fuertemente custodiada.
Como si se tratara de una procesión, nos fuimos adentrando a un pequeño bosque, en donde unos jóvenes, algunos sin camisas y en pantalones cortos, con el acento característico de los habitantes del centro del país caribeño (Caracas, Miranda, Aragua, Carabobo) ofrecían pasar las personas alzadas o llevar sus equipajes para evitar que se mojaran.
Uno de ellos, pedía una ´colaboración´ de mínimo 2 mil pesos para continuar la travesía. Unos metros más adelante llegamos a la orilla del río. Si bien se encuentra seco en gran parte, debido a la temporada de sequía, en tres puntos de su trayecto debimos mojarnos, pues la corriente nos llegaba hasta las rodillas.
En menos de diez minutos estábamos en el sector La Parada de Cúcuta, Norte de Santander, Colombia.
Se arriesgan para comprar medicinas
De acuerdo con lo que conversamos, todas las personas que cruzaron por esta ´trocha´ iban a comprar medicinas, comida o algún repuesto de vehículo. Héctor Quintero, de 54 años, habitante del Táchira, dijo que retiraría un dinero que le envió su hijo de Chile para comprar las pastillas para la tensión y algunos productos de higiene. “El jabón en polvo, el de baño y el champú se encuentran a muy buenos precios en comparación a Venezuela. Así como los espaguetis e incluso algunas verduras”, sostuvo.
Carmen Bonilla, de 46 años, oriunda de la ciudad venezolana de Valencia, a unos 700 kilómetros de Cúcuta, viajó a comprar unas medicinas para el tratamiento de su hijo que sufre una afección ocular. “Si bien a uno le da miedo pasar por estas trochas donde hay que pagar y deambulan algunos malandros (delincuentes), le toca porque en Venezuela no se encuentran”, comentó.
Puentes improvisados
De retorno a Venezuela, por la misma ´trocha´, nos encontramos con dos puentes improvisados de madera, sostenidos por troncos y toneles de metal, que facilitan el cruce. Los habían levantado en unas tres horas. Un muchacho, al parecer, uno de los líderes, explica a los usuarios que deben cruzar con calma y que quienes llevan mucho peso deben pasar por el río. “Al final acuérdense de dejar su colaboración, mi gente”, vocifera con seriedad.
La mayoría colaboró con 2 mil pesos, aunque algunas personas pasaban de largo, con los rostros cansados, cargando grandes bolsas con alimentos y víveres sobre sus hombros, sin mirar a los lados.
Algunas personas iban nerviosas, pues hace ocho meses, dos jóvenes fallecieron ahogadas tras ser arrastradas por una súbita crecida del citado río.
Según estadísticas del gobierno colombiano, antes del cierre total de la frontera, unas 35 mil personas cruzaban a diario los puentes internacionales. Actualmente, se desconocen las cifras; sin embargo, se estima, de manera extraoficial, que ésta ha mermado notablemente, pues investigaciones periodísticas indicarían que estas trochas son territorio de los llamados colectivos maduristas (grupos paramilitares armados pro gobierno), por lo que muchos venezolanos, por ahora, prefieren no arriesgarse.