[dropcap]T[/dropcap]al día como hoy, hace muchos años, muchísimos, mi madre me regaló un pollito. Lo cuidé y quise hasta que se hizo muy grande y lo mandaron al pueblo, donde fue el terror de todas las gallinas. Se lo comieron en las fiestas patronales.
Varios años después, era yo estudiante y me dieron un periquito. Estaba yo un día enfrascado en mi libro, con un bocadillo en la mano, cuando, sin que yo me diese cuenta, salió de la jaula y se puso a picotear mi bocadillo. Desde entonces aleteó libre por toda la casa. Comía de nuestra mano; bebía de nuestros vasos. Jugaba con todos. ¡Fue la alegría de aquel hogar!
Siempre procuré inculcar en mis hijos el amor a los animalitos de compañía y creo que lo conseguí. Ayer conversé con Tito y le hice unas preguntas sobre sus canarios. Puede que os interese leer sus respuestas.
—————-
– ¿Cómo nació en ti esa afición por los canarios?
– Le regalaste a Diego un periquito, que cuidó con entusiasmo. Pero no consiguió «domesticarlo» como nos contabas que hiciste tú. Un día se escapó y alguien le dio un par de canarios. Se dedicó a ellos con mucho interés, pero con el tiempo se cansó de esa afición.
– ¿Y eso?
– ¡Cosas de la adolescencia! El caso es que yo retomé el asuntó sin pensar que me iba a calar tan profundamente.
– ¡Hombre! A mí me regalaste un «tenor español» que me alegra cuando trina. ¡Es una maravilla! Lo cuido y limpio la jaula a diario. Y hasta te puedo decir que le quiero… ¡Es tan chiquitín, tan bonito! Pero de eso a ponerme a criar, va una diferencia…
– Es que no lo has vivido… Si lo probaras –tú, que eres tan sensible– te quedarías prendado. Cuando ves como la hembra se pone a hacer el nido con tanto entusiasmo y delicadeza… El macho ve esto y empieza a encenderse su pasión irrefrenable. Te emocionas cuando la pajarita pone los huevos, los incuba y ves como su compañero le da de comer para que no tenga que moverse. Y ¡por fin! cuando salen los pollitos del huevo, tan feos, ¡pero vivos! y como sus padres están pendientes de ellos. Y como van creciendo tan rápidamente. ¡Es la vida misma! Es tal el espectáculo, tal el mensaje, tal lo que sientes dentro de ti, que estás deseando que se repita. Y compras más jaulas y adquieres más y más canarios, y más accesorios. Estudias y hablas con amigos para compartir ideas. Lees revistas especializadas. ¡Es todo un mundo que te llena de satisfacciones!
– Ahora comprendo a algunas personas que conocí hace muchos años. Uno había comprado una casita en las afueras de Madrid y la tenía llena de jaulas. Otro había hecho un aviario en la pared de su garaje. Pero me llama la atención que no las tenían en su casa. Parece ser que a sus esposas no les gustaba la idea.
– Es que el concepto femenino del hogar se derrumba al tener que compartirlo con muchos pájaros, que ensucian y que, cuando cantan, pueden llegar a aturdir si son muchos. Muchas mujeres tienen una jaula con un canario, o un jilguero, que las alegran con sus trinos. Pero que tengan un aviario, pues no. No va con ellas. ¡Claro que puede haber excepciones, como en todo!
– Explícame por qué tienen las patitas anilladas.
– Por un convenio, que todo el mundo respeta. Indican el año en que nacieron. Así este año 19 es de color negro. El pasado, rojo. Y el anterior, azul. Estas anillas son cerradas y tienen escritos los números de criador y del animal. Se les pone en una patita cuando cumplen 6 ó 7 días. En la otra patita se pueden colocar otras señales, en anillas abiertas, para que el canaricultor recuerde lo que crea conveniente.
– Tengo entendido que hay concursos. ¿En qué consisten?
– Los hay de tres tipos: de canto, de color y de postura…
– De canto y de color los comprendo. Pero ¿qué quiere decir «de postura»?
– Pues en ellos concursan los canarios con peculiaridades tipificadas, en la forma, el tamaño…
– ¿Cuantos canarios tienes en tu aviario?
– 13 parejas
– ¿No te haces un lío con tantos?
– ¡Hombre! Es que en una pizarra anotó todo acontecimiento y así controlo lo que pasa y puede pasar…
– ¿Cómo evitas la consanguinidad?
– Para eso están las anillas accesorias, evitando cruces entre hermanos. También puedo intercambiar ejemplares con otros canaricultores…
– ¿Y qué ocurre si hay gatos cerca?
– Ya sufrí su ataque hace tiempo, cuando tenía las jaulas poco protegidas. ¡Me tiraron varias! ¡Qué catástrofe! Pero aprendí y ahora están a salvo de esos instintos felinos tan propios de su especie.
– Si te parece, mañana seguimos hablando de canarios…
– Lo que tú digas, papá. Pero ¿por qué no quieres que te traiga una hembrita para tu tenorcillo español?
– ¡Déjate de hembras, que ya tengo bastante con lo que tengo…! Ahora, córtale las uñitas y el pico, que le han crecido demasiado y yo me pongo nervioso…
– Como quieras…