– He oído que el periódico digital donde escribe sus «ocurrencias», LA CRÓNICA DE SALAMANCA, cumple cinco años. ¿No es así?
– Efectivamente, y no sólo eso, también los cumplo yo como escritor suyo en «Opinión».
– ¿De modo que está Vd. en nómina?
– ¡De ninguna manera! Mi actividad en LA CRÓNICA sólo es remunerada con la amistad de todos.
– ¿Y cómo comenzó?
– Yo ya conocía a Lira Félix. Me había entrevistado en más de una ocasión sobre la Sala de las Tortugas y había leído alguno de mis cuentos. Me pidió colaboración para el nuevo diario y acepté escribir sobre lo que se me ocurriese. De ahí el nombre que di a mis miniartículos: «Ocurrencias». Más que como «opinionista», yo me definiría como «ocurrencista», como nueva modalidad de colaboración en un periódico. La mía ha sido ininterrumpida durante 262 semanas.
-¿Tantas?
– Pues sí. 262. No ha faltado ni una sola semana. A veces las acompaño con un dibujo o incluso con una canción… ¡Sólo me ha faltado bailar!
– ¿Y siempre ha tenido temas para escribir?
– Bueno. La verdad es que algunas veces me he encontrado falto de ideas, aletargado, preguntándome quien me metería a mí en esta faena… Pero esas crisis han sido pasajeras… Muchas veces te estás devanando los sesos pensando sobre qué escribir y, de pronto, ¡zas!, te viene algo, un pensamiento; alguien que dice –qué sé yo– cualquier cosa… Inmediatamente tomas nota de ello, ¡que las ideas son muy frágiles y volanderas! Y después, en la tranquilidad de tu mente, escribes y escribes… Y cuando lo hago, todo me fluye, como sale el agua de la fuente… Por supuesto, después hay que corregirlo, por aquello de alguna tilde olvidada, alguna letra trastabillada, alguna palabra repetida, algún concepto equivocado…
– ¿Y de que tema ha preferido ocuparse?
– Como comprenderá, 262 «ocurrencias» dicen, por su número, que han sido muy variadas. Se podría hacer una clasificación y en sus apartados habría que separar los dedicados a la docencia, a los fósiles, a mis excavaciones… Pero, ¡cuidado!, no debes abrumar al lector con una charla académica. Hay que hacerlo de modo ameno, metiéndote en su mente, ávida de aprender o de conocer algo nuevo. No hay que aplastarle demostrando lo mucho que sabes de un tema, que es lo que hacen los pedantes. Aplicar la vieja norma, que deberían seguir todos los profesores a todos los niveles: «enseñar deleitando«. En esta nueva fase de mi vida creo que más bien lo que procuro es «deleitar enseñando«.
– Y de ese saber paleontológico, tan querido por Vd., ¿qué destacaría?
– Me gusta hablar del último cocodrilo corredor, que vivió por estas latitudes hace 40 millones de años: el terrible Iberosuchus, el gran rey de la selva allá por el Eoceno. Figúrese si le tengo simpatía a esté feísimo reptil, que le he puesto como motivo gráfico de mis últimas felicitaciones de Año Nuevo. Luego están las excavaciones que dirigí, las tortugas que estudié, algunas de las cuales son únicas en el mundo, y los coprolitos, que son –recordémoslo– contramoldes fosilizados de excrementos. Uno de ellos, el Coproichnoapis, una huella de mono sobre una caquita, ha sido descrito en una de mis «ocurrencias» por primera vez. He reflejado varias anécdotas de la historia de la Paleontología y de la Geología. Pero no me he querido ceñir sólo a estas facetas científicas, lo que para mí hubiese sido muy fácil…
«Toda persona ha vivido, a lo largo de su vida, muchas anécdotas dignas de ser contadas, la mayoría a nivel personal. Yo he tratado de contar las mías, siempre sin ninguna presunción, tratando de arrancar alguna sonrisa al lector. Curiosamente, he comprobado que algunas de estas anécdotas habían sido borradas de la mente de los que, conmigo, las protagonizaron. Y se han alegrado al rememorarlas…
«En esa clasificación de mis múltiples «ocurrencias» habría que separarlas en muchos cajones… Muchos me preguntan que cómo es posible que tenga tantos temas para escribir: historia, arte, rugby, leyendas, refranes, diálogos entre A y B sobre paisajes, lugares, cine, libros…La última semana hice una entrevista imaginaria a mi hijo Tito. ¿De dónde saco tanta inspiración, tan cambiante, con tanto detalle? ¿Sabe lo que pienso?
– Diga. Diga.
– Mi esposa padece la enfermedad del olvido sin dolor, el alzhéimer. Parece que mientras a ella se le va borrando la memoria, a mi me ha sido dado el don de mantener viva la mía. O, dicho de otro modo, ella -mi Pili– es la «batería» que la mantiene activa. No ha sido fácil, como puede suponer. ¡Ver como su mente se va deteriorando poco a poco! Tienes que sobrepasar muchos límites de tu sensibilidad para conseguir no tener en cuenta como estaba ayer –un poquito mejor–, ni cómo estará mañana. ¡Amarla tal como es hoy, y nada más! ¡Sólo así consigues una estabilidad emocional! Pero ¡es tan difícil llegar a ello!
«Pili está siempre presente en mi pensamiento, es mi razón de vivir, y eso queda reflejado en todo lo que escribo. Su bondad, su dulce mirada de ángel ausente…
– No siga, por favor. Me está emocionando…