[dropcap]C[/dropcap]arolina llegó a Salamanca cuando tan solo tenía nueve meses. Sus padres, Belén Fraile y Plácido Barrios, o Tato como todos le conocen, la trajeron desde Honduras a través de una adopción internacional. Ella es la mayor de los cuatro hermanos y ahora tiene 14 años. «Una edad complicada», aseguran. Y es que a pesar de conocer parte de su discapacidad, estos padres decidieron seguir adelante y darle «una vida mejor».
Beatriz Jiménez/ ICAL. Con el paso del tiempo, la situación de Carolina se ha ido agravando y se le han detectado distintas patologías, síndrome alcohólico fetal, discapacidad intelectual leve o trastorno de conducta grave y un grado reconocido de discapacidad del 79 por ciento, pero como explican sus padres, en este último año, «los cuadros de Carolina han empeorado mucho».
Después de sufrir una fuerte crisis hace unas semanas, se encuentra hospitalizada en una unidad de psiquiatría en Valladolid. Un lugar que no es ajeno para esta familia, al que ya han acudido en más de una ocasión. Éste es el cuarto ingreso en lo que va de año. Belén cuenta que una vez que reciba el alta, volverán «a la rutina de siempre», que consiste en estar en vilo y activar el 112 cada vez que Carolina no pueda controlarse.
Antes de ser derivada al hospital vallisoletano, estuvo ingresada en la séptima planta del Hospital Clínico de Salamanca, en la Unidad de Psiquiatría de adultos, al estar ocupadas las camas disponibles para estos casos. Fueron dos días «difíciles y dolorosos» para esta menor, cita Belén.
Sus padres sufren al ver a su hija, una niña alegre y cariñosa, con la que disfrutan al máximo «cada vez que ella se encuentra bien». Tiene días de todo pero los episodios «cada vez son más importantes», apuntan.
Rodeados de sus peluches preferidos, recuerdan con cariño a Carolina, porque no hay un minuto en el que no piensen en ella. Adaptaron sus vidas y su vivienda para poder atenderla mejor, y según sostienen «ojalá pudiéramos tenerla en casa siempre», pero saben que esa no es la solución.
Como familia, cuando la niña está bien «lo disfrutamos muchísimo». «Son días especiales», a pesar de la discapacidad, ella es muy consciente de lo que le ocurre, por eso cuando se da cuenta de que ha hecho algo mal «dice que es su cabeza». Apenados dicen que en esos momentos «se siente fatal porque sabe que no puede controlar esos impulsos». «Es muy duro».
Peregrinación constante
En la actualidad, Carolina esta escolarizada en un Centro de Educación Especial en Salamanca. Pero con las últimas crisis ni siquiera ha podido completar la jornada de la mañana ya que han tenido que activar casi todos los días los servicios de emergencias del 112 y ha sido necesario sedarla para controlar sus crisis, hasta que llegó el momento de hospitalizarla de nuevo.
Tanto Belén como Tato, valoran agradecidos la buena disposición de los centros educativos salmantinos por los que ha pasado Carolina y la de los cuidadores que han estado a su lado, pero sostienen que como se ha demostrado que «ninguno de los siete en los que ha estado, cuenta con todos los recursos adecuados para poder atender a nuestra hija», por lo que mientras no se aborde el problema sanitario, «no se podrá dar una respuesta adecuada a esta situación», añaden. Todos los recursos ya están agotados y «al final siempre es lo mismo».
De forma reiterada han solicitado ayuda a los distintos servicios de la Junta de Castilla y León, pero denuncian «una absoluta falta de coordinación entre las distintas consejerías«, así como «una voluntad nula en querer asumir la realidad» que está sufriendo Carolina y la familia, sin tener en cuenta «el interés superior del menor» porque solo tiene 14 años, añaden los padres. Reconocen que esta edad «es muy complicada», puesto que en este momento «ni es considerada una niña pequeña ni una adulta» y esa es la excusa escuchada en muchas ocasiones.
Su psiquiatra insiste en que «necesita otros recursos adaptados a sus necesidades», pero en Castilla y León no existe esa opción. «Esa es la lucha», apunta Tato. El problema de Carolina solo puede solucionarse mediante la intervención de un recurso sociosanitario, que pasaría por el internamiento en un centro adecuado para lograr reducir la medicación y estabilizarla.
Como reconoce esta madre, «la salud mental infantil en Castilla y León realmente no cuenta con recursos».
Ante la pasividad y la escasa respuesta, lo que ellos proponen es el internamiento en un centro de la Comunidad que cuente con lo necesario para poder atenderla y así tenerla cerca de casa. Además, insisten en la necesidad de «crear una responsabilidad social, algo que no existe». En ese sentido, dicen que «si no hay nada aquí, habrá que crearlo» para poder ayudar a los menores y familias que están en la misma situación.
Firmas solidarias
Belén y Tato ya no saben qué hacer para que su petición sea escuchada y poder obtener una respuesta adecuada. Por eso, con la ayuda de familiares y amigos, decidieron hacer pública su situación y pusieron en marcha una petición a través de la plataforma ‘Change.org’ para recaudar firmas y hacerlas llegar a la Consejería de Sanidad. No piden dinero, tan solo una respuesta por parte de las administraciones competentes.
Belén sonríe, aunque con lágrimas en sus ojos, al agradecer el apoyo recibido en estas últimas semanas por parte de conocidos, mucha gente anónima «muy sensibilizada» y familias, que como ellos, sufren al no poder contar con una medida adecuada para menores con discapacidad mental. Esperan que al menos, el sufrimiento de su hija «sirva para algo bueno».