Después del golpe de Tejero

JESÚS MÁLAGA: ‘Desde el balcón de la Plaza Mayor’ (Memorias de un alcalde)

[dropcap]L[/dropcap]os días posteriores nos devolvieron a una realidad más dura todavía. En los semanarios aparecieron revelaciones del intento de golpe de Estado que ponían los pelos de punta. Una de esas publicaciones de gran tirada anunciaba en primera página, para reclamo, que en su interior se daba información de las personas que los golpistas pensaban hacer desaparecer nada más triunfar el golpe. Compré le revista y palidecí. En la provincia de Salamanca encabezaba la lista de cuatro con una fotografía mía tomada hacía pocas fechas. Juanjo Melero, José Luis González Marcos y el profesor Galán eran los otros tres sentenciados a muerte si Tejero vencía. Era la forma de imponer el terror en cada una de las ciudades y provincias españolas, tal como habían hecho los sublevados al comenzar la Guerra Civil. Fue entonces cuando recordé a Casto Prieto Carrasco, Manso, Filiberto Villalobos y a otros muchos, todos ellos fusilados o encarcelados nada más comenzar la contienda de 1936.

Después supe quiénes estaban en la trama civil de Salamanca: un veterinario extremeño, un dentista destacado y un sucedáneo de periodista. En algunos lugares de la ciudad de Salamanca se celebró el golpe descorchando champán, pero luego, una vez fracasado, todo eso se ocultó como si no hubiera pasado nunca. Un velo de silencio se adueñó de la trama civil del golpe. Nadie quería resucitar revanchas, que sí se hubieran producido si hubiera triunfado el golpe. Salvada la Constitución, España ha vivido, a pesar de la gravísima crisis económica que sufrimos, los treinta y cuatro años más prósperos de su historia. Espero que cuando se desclasifiquen los documentos del golpe sepamos con exactitud los nombres de los salmantinos implicados.

La Constitución nació débil, como débil es todo lo que nace del consenso, donde cada uno de los que acuerdan tiene que ceder parte de sus principios para que todos superen los recelos de los demás. Pero hay un dicho castellano que los médicos conocemos muy bien, dice que las personas enfermas desde pequeñas entierran a las sanas. Esta Constitución ha sufrido embates como el referido del 23 de febrero, pero siempre ha sabido superarlos como el Ave Fénix. Ahora los está sufriendo con las apuestas soberanistas de Cataluña, como las sufrió en su día con el País Vasco. Pero la constitución de 78 está viva, esperando que la modifiquemos si es necesario, pero que conservemos lo fundamental, el consenso que por primera vez en la historia logramos para aprobarla.

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