[dropcap]E[/dropcap]l régimen de alarmas institucionales suele ser coherente con el régimen de silencios, también institucionales. Se complementan y forman un todo institucional y autocomplaciente.
El Banco de España no alertó sobre el cambio climático (que yo sepa) o por lo menos no lo hizo -si es que hizo algo al respecto- con el énfasis suficiente para que sus feligreses económicos nos diésemos por avisados y enterados.
Muchos de ustedes me dirán que no es su función, y están en lo cierto, pero solo a medias, y es que el Banco de España pertenece a ese grupo de entes «autónomos» (es un decir) que viven en Babia y piensan que la economía va por un lado y la ecología por otro, o dicho de otro modo, que el hombre (homo Faber) hace su camino con independencia del que haga la Biosfera, o incluso a contrapelo del derrotero que esta sigue (por lo general tendente al equilibrio).
La cual Biosfera, según ese modo de ver las cosas, es inagotable en su explotación y moldeable a nuestro antojo, casi como si fuera un trabajador humano de la nueva clase del precariado.
Claro está que no estamos hablando aquí de las pequeñas manipulaciones de la Biosfera, no lesivas para ese equilibrio global, sino de los grandes impactos de la «macroeconomía» desregulada. En este sentido, la Biosfera y su salud es un elemento económico primordial, si no el más importante, porque es el que concede futuro.
Debería ser importante por tanto para el Banco de España, y parece que no lo sea si nos atenemos al rango y frecuencia de las alarmas que esta Institución emite.
Por lo mismo que esta es una manera errónea de interpretar el mundo, la ciencia económica que inspira no es fiable y está caduca.
Este dualismo entre el hombre, rey de la selva, y la propia selva que administra, tiene raíces muy profundas, y no solo teológicas, primitivas o irracionales, sino que también bebe ese «instinto» civilizador y manipulador a gran escala, de fuentes más modernas, que nos llevan hasta Prometeo y su fuego liberador.
Nuestra propia capacidad de reflexión (especular), que nos permite identificar y aislar nuestro yo del entorno que ocupa y del que forma parte simbiótica, nos capacita para observarnos «erróneamente» desde fuera, como separados del todo. Esto es un espejismo.
Sin duda las alertas y alarmas del Banco de España son muy suyas y peculiares, y por eso mismo llaman la atención.
Por lo general meten un miedo atroz sobre todo aquello que pueda representar un beneficio mínimo de la masa currante, y silencian y ocultan todo aquello que, aún siendo fraudulento o ilegal, redunde en beneficio de unos pocos, por lo general carentes de escrúpulos. De ahí su papel de comparsa en varias de nuestras estafas más sonadas y perniciosas, como en el caso de Bankia y las preferentes,
Por ejemplo, si esas alarmas no tienen en cuenta el escenario ecológico de la economía, flotan en un limbo vano y devienen flatus vocis.
Y es que por lo general meten un miedo atroz sobre todo aquello que pueda representar un beneficio mínimo de la masa currante, y silencian y ocultan todo aquello que, aún siendo fraudulento o ilegal, redunde en beneficio de unos pocos, por lo general carentes de escrúpulos.
De ahí su papel de comparsa en varias de nuestras estafas más sonadas y perniciosas, como en el caso de Bankia y las preferentes, y en un plano más amplio, su ceguera deliberada y persistente ante toda una trayectoria económica de décadas, en la que la corrupción era (y es) el condimento principal, y que nos llevó a una crisis-estafa histórica de la que aún no hemos salido, ni se pretende.
Ahí están los recortes de derechos y el deterioro de los servicios públicos, intocables e irrecuperables y pidiendo más tijera, que amenaza esquilar ya hasta el mismo hueso de las pensiones. Vamos bien. No se alarmen.
Siendo esto así, sorprende y no se entiende que el Banco de España alerte tanto sobre la subida del salario mínimo y le alarme tan poco el fraude fiscal, que en nuestro país se practica a mansalva, hasta el punto de requerir una amnistía de tanto en cuanto, cuando la mugre rebosa. Y sorprende también el escaso interés de esta institución económica sobre el deterioro del planeta. Algo no cuadra.
No sorprende tanto si somos conscientes de lo normalizada e institucionalizada que está ya nuestra distopía, y como estamos empeñados en una carrera alocada por incrementar la desigualdad mientras el equilibrio del planeta, imitando al equilibrio social, se desmorona.
El Banco de España y otros instrumentos del neoliberalismo desatado, carecen de un pensamiento ecológico, y por eso mismo no entienden el concepto de simbiosis, que abarca toda la Biosfera y dentro de ella y en un plano más próximo y humano, a nuestros propios semejantes.
La competencia descarnada y fratricida, la desregulación y por tanto el fraude, son los paradigmas que rigen su pensamiento, un pensamiento rancio, contraproducente, violento y caduco, no válido para el siglo XXI.
La política fiscal que favorece a los que más tienen y profundiza brechas de desigualdad extrema, y la sensiblera alarma ante la mínima mejora de los que peor lo pasan, nos dice que la ecología no forma parte aún del pensamiento económico imperante, dogma «único» que se nos impone como ley divina desde Instituciones como el Banco de España, órgano averiado que tiene ya más de político que de económico. Me atrevería a decir incluso (y es solo una hipótesis de trabajo) que este organismo ha actuado en ocasiones como instrumento necesario del fraude.
Si tenemos en cuenta que en España muchos trabajadores temporales arrastran está condición «temporal» desde hace 15-30 años, y que cada vez mayor número de ellos se jubilan definitivamente mientras que el puesto de trabajo que han ocupado durante décadas (y ahí continua) sigue siendo «temporal», tenemos que reconocer que España, desde el punto de vista laboral y sindical, tiene mucho de chiste malo que nos lleva a batir récords que causan poca gracia y otorgan poca gloria. Somos una fábrica de paro, trabajadores pobres, y desigualdad social. En este tipo de «logros» somos campeones.
Nuestra «democracia» tiene aún muchos vicios que corregir para ser aceptable, y ese era el programa regenerador del 15M, hoy en suspenso.
Si comparamos por ejemplo la publicidad estruendosa que se dio a las informaciones falsas sobre PODEMOS, fabricadas en las cloacas fascistas del Estado, con la relativa opacidad del juicio que ahora empieza sobre la destrucción de los discos duros de Bárcenas, tenemos que concluir que en transparencia nuestra democracia deja mucho que desear. De hecho, en esta exigencia democrática estamos por detrás de Eslovenia, Chipre, y Lituania, según el ranking internacional.
Dado que en muchos temas trascendentales el Banco de España y otras instituciones próximas no son fiables y de hecho falsean la realidad, aconsejo atender a otras fuentes y reflexionar sobre otras alarmas más serias, urgentes, y acertadas. Por ejemplo:
James Lovelock: «La venganza de la Tierra»; Konrad Lorenz: «Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada”; Naomi Klein: «Esto lo cambia todo»; Miguel Delibes: «Un mundo que agoniza»; Miguel Delibes: «La Tierra herida»; Rachel Carson: «La primavera silenciosa»; Elizabeth Kolbert: «La sexta extinción: una historia nada natural».
Todo un programa de lectura.
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