Una perra llamada Sheila lleva un año a la puerta de la prisión donde su dueño cumple condena de tres años por robo en Argentina.
Desde el mismo día en que los agentes llevaron al dueño a los calabozos vieron cómo los seguía la perra, que se sentó a la puerta.
Los agentes pensaron que se cansaría y se marcharía, pero pasaban los días y allí seguía ella. Y los agentes poco a poco se fueron encariñando de ella, la cuidaron, le daban de comer y pagaron al veterinario que la curó cuando otro perro la atacó la dejó malherida.
La perra ha conseguido mantener el contacto con su dueño y se ha convertido en una más de la comisaría. De hecho entra y sale cuando quiere y a veces sigue a algún coche patrulla, pero siempre vuelve al edificio donde cumple condena su propietario.
La incógnita es saber qué hará Sheila cuando salga de prisión, si vuelve con él o se queda en la comisaría.