La xarrapa

[dropcap]X[/dropcap]arrapa…, xarrapa… ¿Qué es la xarrapa? No tiene nada de extraño que no se sepa. Os aclararé que la xarrapa es una navaja muy particular, la reina de las navajas, una maravilla de la artesanía, que sólo una persona es capaz de realizar, labor aprendida de su padre y éste del suyo. En mi opinión, y en la de todos los que la conocen, no hay otra igual. De modo que si tenéis la fortuna de poseer alguna, guardadla bien, que en un futuro tendrá un valor incalculable.

A esta navaja sin par la han intentado copiar, sin éxito. Y seguro que no tardando mucho lo volverán a hacer. Atención, por tanto, al troquelado de la hoja, fácil de imitar, y al de la cacha, no tanto. Pero lo que no podrán conseguir es el mismo acabado del corte ni el brillo de la hoja.

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En uno de esos valles astur-galaicos –y digo bien, porque, aun siendo asturianos su lengua es el gallego—hay un pueblo famoso por sus cuchillos: Taramundi.

Los taramundeses ejercen este complemento a sus labores agrícolas o ganaderas, logrando cuchillos y navajas notables por lo bien que cortan –no son inoxidables—y la curiosidad de sus cachas. Sus obras inundan las ferias y mercadillos, no sólo de un amplio contorno; las vi en algunas de Cáceres y Zamora, y en una ferretería salmantina.

Entre todas las navajas de Taramundi hay una famosa, excepcional, que corta como un bisturí, y que merece la pena cuidar afilándola como una herramienta de precisión que es, con piedra de aceite: es la xarrapa.

[pull_quote_left]Entre todas las navajas de Taramundi hay una famosa, excepcional, que corta como un bisturí, y que merece la pena cuidar afilándola como una herramienta de precisión que es, con piedra de aceite: es la xarrapa.[/pull_quote_left]Así me lo dijo, hace muchos años, mi entrañable amigo Segundo Martínez Jarén; había visto en una ocasión como una de ellas cortaba un papel y quedó admirado.

— ¿Por qué no nos acercamos un día a Taramundi? ¡He buscado por todas las ferias y no hay forma de encontrarla! Quizás allí lo logremos – me propuso.

En la ferretería de Taramundi no había xarrapas. No eran rentables porque eran más caras. Pero nos informaron sobre quien las hacía y donde vivía, enfrente, en la otra ladera del valle, en Llan, en una casa a la que se llegaba difícilmente, por un camino de tierra, más apto para motos que para coches. En sus cercanías está Xarrapo, aldea origen de la familia y de la tradición artesanal.

Así conocimos, Segundo y yo, a Mario Castelao, el mejor cuchillero de Taramundi –y me atrevo a decir que del mundo–, autor de las maravillosas xarrapas, algo así como los estradivarios de las navajas.

En otra ocasión hablé con otro cuchillero, que me mostró una extraordinaria admiración por Mario Castelao. Me dijo que era el único guardián del secreto del temple de la xarrapa, heredado, tras varias generaciones, de su abuelo, que lo había aprendido en la fábrica de armas de Oviedo a mediados del siglo XIX. Y a nadie lo revelaba, oculto en la obscuridad de su pequeño y rústico taller.

Cuando conocí a Mario, hacia sus xarrapas por capricho, cuando le apetecía. No dejé de visitarle desde entonces, dos veces cada verano, para animarle a que me hiciese alguna. Gocé de su amistad y mis hijos la continuaron.

-¡Son los hijos de mi amigo el profesor de Salamanca! – decía con orgullo a sus amistades. Y yo comparto el orgullo de haber conocido y tratado a este inigualable personaje, que hace unos días me han dicho que cumplió 92 añitos.

¡Un fuerte abrazo de tu amigo, el profesor de Salamanca!

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