Opinión

La ecuación

Pedro Sánchez y Albert Rivera.

[dropcap]A[/dropcap]l día de hoy la ecuación política que se presenta ante nuestros ojos asombrados (aunque curados de espanto) es la siguiente:

Pedro Sánchez intenta por activa y por pasiva traicionar el voto de sus militantes («Con Rivera no») y busca apoyos en la derecha-derecha (hasta tres), primero para su investidura, y luego para mantener y afianzar la política que le «sugieren» los poderes fácticos. Política que sería –obviamente- de carácter antisocial y de inspiración netamente neoliberal, para mí que un tanto desviada de la que el candidato prometió en su día a la militancia, cuando conseguir el voto (útil) era un poco más caro.

No es necesario decir lo que esto implica desde el punto de vista laboral y fiscal, o incluso desde el punto de vista del mantenimiento de los servicios públicos, cuya privatización y recorte fue impulsada por el PSOE en un pasado no tan remoto, en fácil y alegre concurrencia con el PP. Era el momento (con un nuevo PSOE) de reparar aquel pecado, pero parece que no es ese el futuro que alumbra.

En el otro extremo de esta ecuación equilibrista, casi un duelo que nos recuerda al western, tenemos a un Pablo Iglesias en horas bajas pero sereno ante la muerte, enemigo público número uno del establishment, liderando a un PODEMOS reducido en potencia, que intenta ser fiel a sus votantes (un clásico en su forma de actuar) y que defiende a capa y espada los postulados y objetivos de la socialdemocracia clásica, con todo lo que ello implica desde el punto de vista laboral y fiscal, y en clara oposición al pensamiento único de la barbarie en curso.

Y esto es lo que preocupa a los poderes fácticos, promotores y beneficiarios de esa barbarie única e insoslayable: que la defensa que se hace desde este partido maldito de una política social o socialdemócrata, es de verdad y no de mentira, es decir no se trata de un postureo preelectoral en busca del voto «útil», sino del convencimiento firme y razonado de que en una democracia de verdad, el interés general de los ciudadanos debe anteponerse a las imposiciones e intereses de los poderosos que no pasan por las urnas.

Acostumbrados al doble lenguaje, la farsa, y la traición inmediata del voto (con las urnas aún calientes), esa actitud segura e impertérrita de los podemitas sobre el sentido y la dignidad del voto recibido, sorprende y molesta a muchos.

Para mayor agobio de dichos poderes fácticos, acostumbrados a mandar, el partido morado sigue mostrándose independiente de sus órdenes e inmune a sus regalos. Vaya por Dios, todo un contratiempo.

De hecho ya apunta maneras toda una corriente nostálgica del bipartidismo, que al ser fácilmente manipulable mediante corrupción, regalos, y prebendas (puertas giratorias incluidas), no daba tantos disgustos.

Así las cosas, para la mayoría de los medios (en manos de quién tiene el  poder económico de financiarlos) el malo malísimo de esta película es Pablo Iglesias, como era de esperar, y el bueno buenísimo es Pedro Sánchez. Lo cual a la vista de los hechos es cuando menos sorprendente además de opinable.

En medio de una operación de lavado de cerebro cada vez más burda y carente de matices, los ataques «personales» a Pablo Iglesias, a cual más retorcido y extravagante, rozan ya la histeria y acaban despertando incluso la hilaridad. Muchos al menos nos divertimos bastante ante tanto esfuerzo coordinado por dejar al líder de PODEMOS a la altura del betún. Es como volver al pasado. Todo un muestrario clásico de invectivas nefandas. Ya no saben que inventarse, y lo de la coleta ya cansa porque incurre en inquina infantiloide y pasada de rosca.

Todas estas campañas mediáticas perfectamente engrasadas, me recuerdan a aquellos tiempos rancios y deprimentes (de electroencefalograma plano) en los que a los adversarios políticos y diferentes de fe (pongamos que demócratas o judíos) se les pintaba con cuernos y rabo, o se les achacaba un olor especial, tal como explica lleno de crédula fe y torvo olfato el padre Francisco de Torrejoncillo en su imperdonable obra «Centinela contra judíos, puesta en la Torre de la Iglesia de Dios», un monumento histórico de nuestro antisemitismo ancestral y de nuestra tontería beata.

Tan crédulos eran estos padres y curas nuestros, que le buscaban el «rabillo» a los tales judíos antes de quemarlos, y es que «Ravi» viene de «rabillo».
Para nota.

Alta teología.

Como respuesta ante tal despliegue de prejuicio y odio prospectivo, el partido morado sigue sensatamente en su sitio, es decir, defendiendo a sus votantes, y tan alejado (o eso parece) de la traición que se apresura a consultar a su militancia lo que haya de hacerse respecto a la investidura de este Pedro Sánchez, que nos lo han cambiado.

En esa ecuación desequilibrada (de momento) habría que buscar un punto de equilibrio, y así como el líder de PODEMOS parece dispuesto a consultar a la militancia sobre que hacer de cara a la investidura de Pedro Sánchez, «socialista de izquierdas», este a su vez debería consultar a la suya con quién pactar para un proyecto de futuro «socialista» y de «izquierdas», si con el CIUDADANOS de Albert Rivera y VOX, o con el PODEMOS de Pablo Iglesias.

Extraño dilema que alguna explicación oculta ha de tener.

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