– Me tiene que explicar que tienen que ver los monteros con los buscadores de oro. ¿No me había dicho que se les llamaba aureanos o gambusinos?
– ¡Es que no le dije «monteros», sino «monteras»!
– Bueno ¿y qué? ¿Es que eran las mujeres las que encontraban el oro? Yo tenía entendido que los monteros –y sus mujeres, por supuesto– eran la gente de las monterías y de los montes. Y que los Monteros de Espinosa eran un cuerpo especial que desde el siglo XI velaban el sueño de los condes de Castilla, y luego de los reyes de Castilla, de Castilla y León, de España. Y que existen hoy como un regimiento de la Guardia Real. Y que en Madrid hay una calle de la Montera, que parte de la mismísima Puerta del Sol. Oí hace mucho que estaba dedicada a la esposa de un Montero Mayor…
– En eso tiene usted razón. Pero vamos a ver ¿Conoce el refrán «ponerse el mundo por montera»?
– Pues… sí. Viene a decirse cuando alguien ignora las opiniones de los demás. O también cuando es más valiente que un torero…Pero no veo su relación con lo que estamos hablando…
– Le ayudaré. ¿Cómo se llama el sombrero de los toreros?
– ¡Ah, pues es verdad! ¡Se llama montera! ¡Pero no me diga que los aureanos eran toreros!
– ¡No, hombre, no! La montera era el sombrero que llevaban los monteros, incluidos los de Espinosa. Era muy usado allá por el siglo XIII por todos, incluso por judíos y musulmanes, que lo exportaron al norte de África, con la forma tradicional de fez. Los Monteros de Espinosa lo sustituyeron, conforme a las modas del tiempo, primero por el chambergo burgalés y, luego, por bicornios y tricornios; ahora, en gala se tocan con el ros decimonónico.
– ¡Vale, vale! ¿Y a dónde vamos a parar?
– Pues a que teniendo en cuenta que el sombrero es lo más alto de la indumentaria de un humano, se llama montera a lo más alto de un yacimiento filoniano, lo que coincide con su zona de oxidación…
– Un filón… ¿no es el punto donde se da una mayor concentración de oro, de plata, o del mineral que sea…?
– En lenguaje popular, sí. Pero un filón técnicamente es otra cosa. La misma palabra lo dice: un filón tiene forma de hoja, gigantesca, por supuesto… Mire usted. Imagínese una fractura de la corteza, una falla o una diaclasa, y que por ella fluyen los fluidos –líquidos y vapores — finales de la cristalización magmática…
– ¡Ya! Como los volcanes… ¿No?
– No exactamente. Los volcanes llegan a salir a superficie o quedan cerca. Los fluidos póstumos magmáticos no tienen por qué. Usted habrá oído hablar de los diques de cuarzo, o los habrá visto alguna vez.
– Sí. ¡Claro! Destacan en el relieve por su compacidad. Pero… si dice que no llegan a cristalizar en superficie, ¿cómo es que los vemos ahora?
– Pues porque la cristalización se produjo hace muchos millones de años y después los movimientos tectónicos y la erosión los han puesto al descubierto…
«Los diques son también filones, que se formaron cuando el fluido silíceo cristalizó en las fracturas, aunque se suele dejar este nombre cuando a los minerales póstumos, cuarzo, feldespatos, micas, les acompañan los que contienen elementos metálicos, generalmente en forma de sulfuros como la pirita, galena, calcopirita o esfalerita…
– ¡Ya! ¿Y la montera es lo más alto?
-¡Eso es! Pero déjeme que le explique. Recordará que le conté no hace mucho que el nivel freático marca la separación entre la zona de aireación, en la que el agua desciende por los poros de la roca o del suelo cuando llueve o sube por capilaridad cuando hay sequía. Los poros de esta zona están llenos de aire. En la zona de saturación, en cambio, el agua fluye por los poros por la diferente presión a que esté sometida. ¿Lo recuerda?
– ¡Sí, sí! Continúe.
– Pues cuando estas zonas freáticas afectan a un filón o dique, en la zona de aireación se produce oxidación de los metales. Es lo que se llama la «zona de oxidación» o MONTERA. Por ejemplo, se encuentra allí abundancia de oligisto y limonita, y si hay cobre, en forma de los llamativos malaquita y azurita…
– ¿Y en la zona de saturación, que ocurre?
– Se transforma en la «zona de enriquecimiento». El agua reacciona con el azufre de los sulfuros y forma ácido sulfúrico, que reacciona a su vez con más sulfuros y forma minerales muy característicos de esta zona: calcosina, bornita…
«Por debajo de la «zona de enriquecimiento» está la de los minerales primarios, o sea, que están en su estado original. ¿Comprende ahora lo de la montera?
– Perfectamente. Aunque supongo que lo que me ha indicado es la información básica. ¿Pero por qué se ha llamado así y no de otra forma?
– Cuando los españoles descubrieron y colonizaron el Nuevo Mundo, llevaron allí no sólo las armas y las cruces. También fueron los poseedores de la más alta tecnología minera de la época. Se importó la Cultura Española, en todas sus ramas, creando numerosas Universidades que tomaron el modelo de la de Salamanca. Otras naciones sólo pretendían expoliar. España fue allí para quedarse, como habían hecho en ella, muchos siglos antes, los romanos…
«Sus ingenieros descubrieron infinidad de yacimientos minerales. Y a sus zonas de oxidación las llamaban «monteras». Su nombre fue adoptado por los posteriores explotadores norteamericanos, sin saber lo que significaba. Así me lo dijo un profesor de esa nacionalidad, que se sorprendió cuando le dijimos que era el tocado de los toreros…
-¡Ya! ¿Y la mina de oro de Tapia de Casariego, o de Salave…?
– Probablemente los astures, o los galaicos, sacaban hierro de allí. Debieron ser los romanos los que intuyeron la presencia del oro abundante y procedieron a la excavación «a cielo abierto» de la montera y la zona de enriquecimiento, sin profundizar más… La crisis del siglo III paralizaría la explotación, que quedó interrumpida hasta hoy… Naturalmente, eso es lo que supongo.
– Naturalmente. ¡Quien quiera saber más, que lo estudie…!