[dropcap]U[/dropcap]na a una, van llegando las futuras bailaoras, acompañadas de sus padres, quienes, además, les transportan sus cajones flamencos. Se abrazan, sonríen, y se preparan para una nueva clase. Tienen edades comprendidas entre los 8 y los 11 años, aproximadamente, y se puede denotar en ellas el anhelo por seguir aprendiendo el legendario arte flamenco.
Desde hace 17 años, escenas como esta se repiten en la sala de ensayos de la Academia de Arte Flamenco «Andreina Silva Mora» ubicada en la ciudad de San Cristóbal, en el estado Táchira, fronterizo con Colombia.
«Para mí el Flamenco constituye una manera de ver y afrontar la vida. A través del baile he aprendido a canalizar mis sentimientos», apunta Andreina Silva Mora, fundadora y docente de la institución cultural.
Tras dar instrucciones a sus alumnas, recuerda con jovialidad, que desde niña estuvo rodeada del mundo cultural español. “Mi padre estuvo vinculado con las fiestas taurinas que se llevan a cabo en San Cristóbal, como parte de las Ferias y Fiestas de San Sebastián. Por lo tanto, desde muy pequeña, la cultura y la música española me han acompañado”, comenta con una sonrisa.
“Enseñamos a tocar el cajón flamenco”
Además de las clases de baile como tal, explica, que en el pensum de estudio que ponen a disposición de sus alumnas, promueven el estudio de los instrumentos musicales propios del género del flamenco.
“Uno de los objetivos de nuestra academia es formar de manera íntegra a nuestras bailaoras, es por ello que desde nuestros inicios hemos implementado las clases de los cajones flamencos, así como de las castañuelas”.
En cuanto al cajón flamenco, precisa, que es una caja rectangular con un orificio y dentro de éste lleva cuerdas de guitarra. Según lo indica Andreina, es de origen peruano, pero fue adoptado para el flamenco por el gran guitarrista y compositor español del género Paco de Lucía, alrededor de los años setenta. Actualmente, es uno de los instrumentos de percusión fundamentales en el llamado flamenco moderno.
Asimismo, comenta que las castañuelas, de origen griego, forman parte de las clases, pues de este modo, las bailaoras participan de manera activa en la fusión de los movimientos corporales y el ritmo musical.
“El flamenco tiene una serie de ´palos´ o ramificaciones que son las puestas en escena que corresponden a la expresión de los más profundos sentimientos humanos como la alegría, el dolor, la incertidumbre, entre otros. Son las famosas bulerías, sevillanas, alegrías, fandangos, seguiriyas, tangos, tientos, tarantos, rumbas y soleares”, comenta Silva Mora.
Apunta, además, que tienen años participando en diversas actividades relacionadas con espectáculos taurinos, en la entidad fronteriza del país petrolero, como el llamado “despeje de palos” en donde bailan al ritmo de las sevillanas como preámbulo a las corridas de toros.
“Hoy en día contamos con unas 80 alumnas, que con constancia y fervor, van desarrollando habilidades y destrezas en el arte del flamenco, pero sobre todo, asumiéndolo como una manera de vida, pues es un sentimiento que nosotras las instructoras hemos vivido y queremos trasmitirles a ellas en cada una de nuestras clases”, explica Andreina, rodeada por algunas de sus pequeñas bailaoras, que sonríen sin cesar.
Por: Raúl Márquez (Táchira, Venezuela)