[dropcap]L[/dropcap]a militancia del PSOE, que en la misma noche electoral, oliéndose la tostada, se adelantó a su líder y gritó enfáticamente «Con Rivera no» (toda una declaración de intenciones “preliminar” contra el neoliberalismo rampante), era una militancia escaldada que venía de años, si no décadas, de pasarlas canutas y vergüenza a raudales.
Entre otras cosas por la corrupción impúdica y extensa de su partido, que en alternancia fácil con el PP y otros amiguetes nacionalistas, venían repartiéndose sin ningún control, más bien aforados, (ellos se lo guisan y ellos se lo comen) el botín del saqueo de lo público.
El régimen bipartidista, que tanto daño ha hecho a nuestra democracia (el mismo que ahora pretenden entronizar de nuevo), facilitó todas esas operaciones más propias de la delincuencia común o de la mafia que de partidos serios y «constitucionalistas», como algunos de ellos se proclaman hipócritamente.
Esa militancia venía también de contemplar estupefacta acciones incomprensibles desde una perspectiva progresista. Fue el PSOE y no otro el que con el fiel apoyo del PP, al que también interesaba ese nicho de negocio, sentó en nuestro país las bases legislativas para la privatización de la sanidad. Y también el padre de una de esas reformas laborales feroces inspiradas por el neoliberalismo radical, que han hecho de la precariedad laboral parte sobresaliente de la «marca España», y motivo de exilio de muchos jóvenes españoles. Hoy en día el PSOE protagoniza una actitud de indiferencia y ausencia de respuesta justa ante el fraude de Ley del que han sido víctimas cientos de miles de interinos de los servicios públicos, contribuyendo de ese modo y por otros medios al deterioro de lo público.
Venía también de comerse con patatas el marrón de los GAL, terrorismo de Estado que allí donde existe y se le da cabida (o excusa), acaba con la democracia hecha unos zorros. Luego es más fácil tener unas «cloacas del Estado» perfectamente asentadas, que al margen de la ley, la decencia, y las reglas democráticas, fabrican mentiras contra los adversarios políticos, o ponen en marcha otras operaciones de tinte mafioso, siempre al servicio de ese bipartidismo que ha confundido el poder con un cortijo heredado de sus ancestros.
Venía de contemplar atónita como entre los principales usuarios de las «puertas giratorias» de la corrupción triunfante se encontraban algunos de sus más señalados gerifaltes «socialistas», incluso históricos y padres de la patria.
Venía de constatar como su partido, antaño progresista, demócrata y republicano, es hoy uno de los principales valedores y defensores de una monarquía corrupta, impune ante la ley, cuyos delitos no se pueden investigar. Esto nos recuerda el estado de cosas de Arabia Saudí. Menudo ejemplo a imitar.
Venía de constatar que, legislatura tras legislatura, su partido hacía el trabajo sucio a la derecha radical, y esta se limitaba a decir amén y dar las gracias por tan gran servicio.
Pero venía también de derrocar –en un amago de resistencia- a la vieja guardia neoliberal del PSOE, de Felipe González y secuaces, tras el golpe interno protagonizado por esa facción. Es decir, venía como gato escaldado, de encajar con silencio militante (un error) una traición tras otra, acabando como epílogo coherente de esta deriva involucionista con la reforma del artículo 135 de nuestra Constitución, hecha a espaldas de los españoles y que «constitucionaliza» la ideología neoliberal y sus métodos, es decir aquella que propiciaron progresistas tan señalados como Ronald Reagan y Margaret Thatcher.
Reforma que fue perpetrada con nocturnidad y alevosía y que determinó (y aún determina) que los paganos de la estafa neoliberal sean sus víctimas.
Lo último que ha tenido que encajar la militancia del PSOE, tras ese amago frustrado de regeneración, es que al día siguiente de reclamar a su líder que «Con Rivera NO», Sánchez, imitando en esto a sus barones regionales de la barra neoliberal, se desviviera por llegar a un acuerdo con el líder naranja para suscribir unidos los deseos, casi órdenes, de la CEOE.
Una de las primeras órdenes que recibió y acató fue vetar al líder legítimo de Podemos, bloqueando así deliberadamente cualquier posibilidad de acuerdo para un gobierno progresista.
Tal y como se pregunta Josep Ramoneda en un artículo reciente (El País, 21-SEP-2019): “¿Ganar una decena de escaños da derecho a obligar a la gente a volver a votar y poner en riesgo el futuro de la izquierda en este país?”.
Aun compartiendo la preocupación de Ramoneda, si nos atenemos a la deriva involucionista y desnaturalizada del PSOE en los últimos lustros, nada de esto debe sorprendernos. Recordemos que el “aliado naranja” (preferente para el PSOE de Sánchez) es a su vez aliado de VOX (preferente para Albert Rivera). Es decir, por ese lado progresismo puro y voto “útil” donde los haya.
Si esto ocurre con la militancia de base, más atada por sus servidumbres y canales de adoctrinamiento (véase la reciente carta de Sánchez a la militancia para un lavado de cerebro general de los más próximos: familia y amigos), que diremos de aquellos otros que llevados de un deseo de “concentrar” el voto progresista y hacerlo «útil» se han tapado las narices (y los ojos) ante este panorama desolador.
Hay concentraciones y mezclas que no funcionan, y quien se acuesta con la corrupción ya sabe como se despierta.
¿Habrán comprobado ya que lo barato sale caro, que lo que se proclama «útil» resulta inútil, y que de la corrupción no se puede esperar juego limpio ni el cumplimiento de las promesas electorales?
La alternativa no es abstenerse de votar. La alternativa es informarse antes de votar, y también aprender de la experiencia. Ensayo y error. Esa debería ser la base racional de toda democracia
Hemos sido y somos campeones del paro (comprendamos de una vez que un paro crónico facilita la explotación laboral). Somos por tanto también campeones de la precariedad laboral, y ejemplo ante el mundo de docilidad ante las medidas más radicales del extremismo neoliberal, que han impuesto en nuestro país un cambio de paradigma: la revolución reaccionaria.
Aún así, todo eso puede cambiar.
Digamos algo en cuanto al adoctrinamiento:
Hoy en día el poder del Gran Hermano es inmenso y todos conocemos ya la sofisticación, las proezas y alcance de los algoritmos que nos manipulan o lo pretenden. A pesar de ello debemos pensar –optimistas- que el ser humano sigue siendo un ser esencialmente libre. Esa libertad de juicio requiere sin embargo un esfuerzo. Gracias a Dios y los demócratas aún gozamos de prensa libre.
El desastre actual ha provocado todo un despliegue de análisis y ensayos que han descrito con rigor y acierto sus orígenes, procesos, y responsables. Son estudios serios hechos por autores de prestigio y están a nuestro alcance. No hay más que acceder a ellos.
De esos estudios se desprende que en este proceso involutivo, en esta revolución reaccionaria, han jugado un papel protagonista los partidos «socialistas» (así llamados) de la tercera vía. Fue una operación de camuflaje para el acoso y derribo de los principios clásicos de la socialdemocracia, que son los que inspiran y soportan nuestro Estado del bienestar, es decir, nuestro Estado moderno. También es cierto que la mayoría de esos partidos ha acabado, en justo pago, en la papelera de reciclaje (al menos en el resto de Europa) esperando a que alguien los saque de allí y los recicle. Va para largo.
Se pensó, quizás precipitadamente, que Pedro Sánchez había aprendido esa lección y era en nuestro país el llamado a realizar ese reciclaje y recuperar un partido que sin rubor ni cinismo pudiese llamarse «socialista».
Resultó ser que no.
Enseguida traicionó sus promesas más señaladas (reforma laboral, etc.) y se puso a las órdenes de los poderes fácticos, que son los que con dinero corrupto financian a los partidos febles que colaboran con la plutocracia.
La alternativa no es abstenerse de votar. La alternativa es informarse antes de votar, y también aprender de la experiencia. Ensayo y error. Esa debería ser la base racional de toda democracia.