[dropcap]M[/dropcap]e gusta pensar que cuando reflexiono sobre algún tema más de índole existencial, miles o millones de personas antes que yo ya han deliberado sobre ello. Hombres y mujeres de otras épocas que, aún con circunstancias y vivencias totalmente diferentes a las mías, ya llegaron a las mismas —o posiblemente mucho más elaboradas—conclusiones. Le saca a una de su egocentrismo ipso facto. Qué alivio.
Este último mes he vuelto a ver una serie que en su momento me pareció de lo más original, El Ministerio del Tiempo. Para los que no la conozcan, versa sobre una institución secreta cuyos protagonistas, agentes del Ministerio, viajan a través del tiempo para impedir que ningún hecho cambie la historia tal cual es.
Es una obra muy bien producida, que nos ilustra sin apenas darnos cuenta y que además tiene un trasfondo existencial que pocas series de entretenimiento abordan.
Lo que más me gusta de la serie es que, en función de las elecciones que realicen los personajes, su trayectoria será de una forma o de otra totalmente distinta. Y eso da mucho qué pensar. Imaginar sobre cómo habría sido nuestra vida si… y añadamos aquí cualquier decisión que haya marcado nuestra existencia, produce cierto vértigo: qué hubiera pasado si no hubiésemos cambiado de casa, de localidad o de país; si hubiéramos ido a otro colegio, a otro instituto o estudiado otra carrera; si no hubiésemos dejado aquel trabajo o hubiésemos elegido aquel otro; si no hubiéramos hecho aquel viaje o si nos hubiésemos inscrito en aquel curso; si hubiéramos dicho que sí a aquel proyecto o no hubiésemos dejado pasar el amor de aquella persona con la que al final no hemos compartido la vida…
Eso considerando elecciones que son más o menos importantes, porque a veces las que parecen tan poco trascendentes como son salir a la calle o cruzar un semáforo un segundo antes o después, pueden cambiar directamente nuestra supervivencia.
Nuestra vida actual es producto de infinitas casualidades y decisiones conscientes e inconscientes que hacen que por ejemplo en este preciso momento estés leyendo este artículo y no otros millones de opciones, y que la vida sea tal cual es. Todo ello me hace reflexionar sobre qué parte de nosotros sería la misma si hubiésemos vivido otras situaciones, porque es evidente que de alguna forma no seríamos los mismos ni pensaríamos exactamente igual.
Me parece que ser consciente de ello es importante, pero no para pasarnos el día elucubrando sobre qué podría haber sido de nosotros si nos hubiese ido mejor —eso puede tener mucho de fantasía y muy poco de realidad—, sino para apreciar que de entre todas las opciones, posiblemente la situación que vivamos no sea de las peores, e incluso si somos afortunados, sea una buena elección.
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