[dropcap]L[/dropcap]os sueldos de los miembros de la Corporación eran objeto de censura cada vez que se inauguraba una nueva etapa en el Ayuntamiento. No era Salamanca una excepción, el debate se imponía en todos los ayuntamientos de España. Creo que fue un error no introducirlos en la Ley de Régimen Local para que se cobrara en razón del número de habitantes de cada municipio.
En los dos primeros mandatos renuncié al sueldo, me parecía que no debía abandonar mi profesión. Mi paso por la política estaba previsto para unos años y la vuelta a la Foniatría y la Logopedia podía ser duro. Al principio el sueldo quedaba en el grupo municipal que lo utilizaba para gastos de mantenimiento, pasado un tiempo los emolumentos pasaron directamente a las arcas municipales. En el tercer mandato cobré el sueldo de concejal, renunciando al de alcalde con dedicación exclusiva que se había establecido en 282.225 pesetas. En este tercer mandato pedí la excedencia en el Hospital Clínico y solamente impartía las clases de la Universidad Pontificia.
El 12 de marzo de 1986 se celebró el referéndum de la OTAN. Realicé una campaña activa a favor del sí. Cuñas con mis intervenciones inundaron los medios de comunicación. Los salmantinos votaron a favor de la permanencia de España en la Alianza Atlántica. El 61% acudió a las urnas, y de ellos votaron sí casi el 50%, no el 37,2%, en blanco el 11,8 y fueron votos nulos el 1,5% de los sufragios.
En el centro de la ciudad ganó el no, en el resto de los barrios los votos afirmativos fueron mayoría. La postura del PSOE fue bastante controvertida. Habíamos apostado por el no, de manera que nuestras primeras declaraciones al respecto fueron aquellas “de entrada no”, que dejaban una duda de por donde iría nuestro voto. Cuando Felipe nos vino a dar a entender que nuestra entrada en Europa dependía de la aceptación de la OTAN, el PSOE cambió de opinión y pasamos a defender el sí con todas sus consecuencias.