[dropcap]D[/dropcap]esde los años 70 se aplica el cambio de hora en la Unión Europea (UE), fundamentalmente debido a la crisis del petróleo, en busca de medidas para ahorrar energía.
En 2001, la UE aprobó una directiva, unificando las fechas en las que los países miembro debemos realizar el cambio horario, basándose en un estudio que revelaba que además de las ventajas del ahorro económico por el menor gasto de energía, influía de forma positiva en el transporte, las condiciones de trabajo, estilo de vida o salud.
La medida adoptada entonces para el cambio horario ya tiene fecha de caducidad. El Parlamento Europeo aboga por terminar con el cambio horario en 2021, si bien, antes hay que decidirse por un huso horario u otro. En España, se ha creado un comité de expertos para analizar las consecuencias de quedarnos con el horario de verano (GTM+2) o el de invierno (GTM+1).
¿Cómo nos afecta el cambio horario?
Uno de los objetivos del cambio de horario es maximizar la exposición al sol durante las horas en que la población está despierta y activa.
Los seres vivos seguimos el ciclo circadiano de oscuridad y luz. Los ritmos circadianos son cambios físicos, mentales y conductuales que siguen un ciclo diario, y que responden, principalmente, a la luz y la oscuridad en el ambiente de un organismo. Dormir por la noche y estar despierto durante el día es un ejemplo de un ritmo circadiano relacionado con la luz.
Una buena parte de las funciones que realiza el cuerpo humano se rige por este ciclo, como la regulación de la temperatura, la presión arterial, la red de alerta o la producción de hormonas por citar algunas de ellas.
La luz solar es la exposición más importante para que nuestro organismo procese el cambio de la noche al día.
La alteración de este ritmo en personas que trabajan en turnos de noche provoca efectos agudos (somnolencia o falta de atención, por ejemplo, lo que puede suponer un mayor riesgo en la accidentalidad laboral) y efectos a largo plazo (obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares…)
Cualquier descoordinación entre los ciclos naturales y nuestras costumbres pueden afectar a nuestra salud, aun cuando los cambios en los horarios sean más leves, como puede ser el cambio de hora.
Consejos para que no te afecte el cambio horario
Por la noche nos relajamos y dormimos porque nuestro reloj biológico se activa con la luz del día.
El cambio horario puede provocar trastornos de sueño, especialmente en ancianos y niños, los más vulnerables a los cambios de rutina. En el caso de personas sanas, los efectos son mínimos, pueden sentirse más cansadas de lo habitual y con falta de concentración, pero en general, en un periodo de entre tres y cinco días el ciclo está totalmente recuperado.
Cuando este reloj se trastoca, como puede ocurrir con cambios de turnos en el trabajo, viajes largos que nos producen jet lag o el cambio horario que se realiza dos veces en el año, el cómo nos adaptamos depende de la genética de cada uno.
Ante el cambio de horario dado, se pueden dar algunas recomendaciones para adaptarse mejor, reduciendo al máximo las molestias e inconvenientes:
- Cambia la hora de las comidas al nuevo horario: Si comías a las tres, sigue haciéndolo a la misma hora. Quizá necesites ir variando el horario unos días hasta adaptarte del todo.
- Ayuda a tu organismo a regular el sueño: Puedes ajustar la hora de acostarte y levantarte a la diferencia de una hora que supone el cambio horario. Acuéstate 15 minutos más tarde y levántate 15 minutos antes cada día durante los cuatro días antes del cambio. Igualmente, se recomienda no dormir la siesta hasta que el organismo se habitúe al nuevo horario de sueño.
- Mantenerse hidratado: Se recomienda beber dos litros y medio de agua al día. Se deben evitar bebidas alcohólicas y con cafeína.
- Realizar ejercicio físico con moderación: El ejercicio físico moderado ayuda a que nos relajemos, mejorando así nuestro descanso.