[dropcap]S[/dropcap]eguimos hoy con la serie de entregas del largo artículo sobre Portugal en la guerra civil española. Con referencias a los refugiados republicanos en Portugal, y a la propaganda salazarista en pro de Franco.
5. REFUGIADOS REPUBLICANOS EN PORTUGAL
Millares de refugiados republicanos (andaluces y extremeños sobre todo), entraron en número imposible de cuantificar con exactitud, a lo largo del verano de 1936 en Portugal. Se les instaló en campos de concentración, y en establecimientos carcelarios y militares diversos, casi siempre en la idea de devolverlos a España a seguir su triste suerte.
De especial relevancia fue la ayuda que a los fugitivos republicanos de Badajoz se prestó en la localidad fronteriza portuguesa de Barrancos, situada a pocos kilómetros de la Raya.
Las tropas franquistas habían entrado por el sur en la provincia de Badajoz, de modo que muchos pacenses vieron en la frontera la posibilidad de fuga para huir de las crueldades de la guerra. De modo que, siguiendo el curso del río de Ardila (un afluente del Guadiana que sirve de raya en un tramo de casi veinte kilómetros) de la Raya, muchos fugitivos llegaron a Barrancos. Un municipio muy pobre en aquella época, que los acogió como si fueran hermanos; creándose para ellos dos campos de refugiados a los que diariamente llevaban víveres. Además, muchas familias escondieron en su propia casa a varios de los perseguidos para evitar que los militares españoles los detuvieran y, muy probablemente, los fusilaran.
Unos 1.500 extremeños procedentes de pueblos como Oliva de la Frontera, Jerez de los Caballeros, Villanueva del Fresno, Valencia del Mombuey y Fregenal de la Sierra salvaron su vida gracias a esta muestra de solidaridad tanto del pueblo de Barrancos como de los guardias portugueses que tenían la misión de vigilar la frontera. Al frente estaba el teniente António Augusto de Seixas, que se enfrentó a sus superiores y se jugó su puesto al considerar una injusticia la situación de los refugiados que llegaban del otro lado.
Barrancos organizó los dos aludidos campos de refugiados: Coitadinha y Russiana. Ambos ubicados en un paraje de singular belleza y que ha sido promovido a Parque Nacional. El primero era legal y conocido por las autoridades portuguesas, mientras que el segundo fue un invento del propio teniente Seixas para dar cobijo a los españoles, sin que el Gobierno del dictador Salazar tuviera conocimiento inicialmente.
Los campos de los refugiados españoles se clausuraron a las pocas semanas, y los españoles se trasladaron en camión hasta Lisboa y de allí al puerto de Tarragona, según un acuerdo al que llegaron las autoridades portuguesas y el Embajador de España. El teniente Seixas fue castigado por su actuación con dos meses de suspensión y el paso obligatorio a la reserva. Sin embargo, gracias a su humanidad, más de mil extremeños salvaron su vida. Para ellos, los habitantes de Barrancos se convirtieron en héroes anónimos de la guerra que les tocó vivir.
6. LA PROPAGANDA SALAZARISTA Y EL MITO DEL ALCÁZAR DE TOLEDO
Tras la eclosión de la guerra en España, la diplomacia salazarista puso en marcha toda una orquestada campaña contra la República Española, a la que acusaban de promover la “revolución internacional” y de ser un satélite de Moscú, con claras pretensiones territoriales sobre Portugal; resucitándose de esa manera el viejo mito del “perigo espanhol”. Prensa, radio y cine portugués se pusieron del lado insurgente contra la República, prácticamente desde el primer día de guerra.
El ya mentado embajador español en Portugal, Claudio Sánchez-Albornoz, denunció las infamias de estas campañas de las que él era un objetivo clave, y destinadas a provocar el corte de relaciones oficiales entre ambos países, que finalmente se produjo el 23 de octubre de 1936.
Precisamente, según las consignas propagandísticas de los diarios portugueses, el Estado Novo era el modelo que pretendía instaurar el general Franco en España, mitificado como el “Salazar español, que admiraba la obra del dictador portugués y seguía sus pasos”. La figura de Salazar era la de un padre protector, bondadoso, trabajador incansable, austero, y que sabía lo que convenía a los portugueses.
[pull_quote_right]En Portugal, el Alcázar de Toledo se convirtió en un mito empleado para mostrar una imagen cobarde y bárbara del bando leal a la República: “Sus milicianos eran crueles dinamiteros a los que no les importaba la vida de las mujeres y los niños encerrados en aquel emblemático edificio”.[/pull_quote_right]Dentro de lo que fue la intensa propaganda desde los dos bandos de la guerra, cabe resaltar lo que en Portugal significó el caso muy particular del Alcázar de Toledo, una fortificación –construida por Carlos V en el siglo XVI—, que fue conquistado a los republicanos por Franco. En lo que fue una muy controvertida decisión militar, pues mandó desviar las columnas que se dirigían a Madrid hasta Toledo, para levantar el sitio del Alcázar, donde resistía, desde dos meses atrás, el coronel Moscardó, a la cabeza de una guarnición de varios centenares de guardias civiles, y nueve miembros de la Academia de Infantería y falangistas; con sus familias, que contaban con todo el arsenal militar de la fábrica de armas de la capital del Tajo. En total eran unas 1.800 personas.
La oportunidad propagandística que brindaba el acontecimiento que referimos fue seguramente un atractivo decisivo para que Franco se decidiese a desviar las tropas hacia Toledo, en vez de lanzarse directamente al asalto de Madrid; llegando a reconocer el propio caudillo –en entrevista concedida al corresponsal luso Armando Boaventura—, que militarmente la operación fue un error. Pero, políticamente, significó todo un éxito por su enorme rentabilidad política para él, apareciendo ante la opinión pública internacional como el salvador de los héroes asediados.
En Portugal, el Alcázar de Toledo se convirtió en un mito empleado para mostrar una imagen cobarde y bárbara del bando leal a la República: “Sus milicianos eran crueles dinamiteros a los que no les importaba la vida de las mujeres y los niños encerrados en aquel emblemático edificio”. Mientras, los rebeldes luchaban con heroísmo hasta la muerte sin importarles más que la Patria. Ese fue el mensaje de la propaganda que los medios de comunicación portugueses, machaconamente repetido por el Rádio Club Portugués, que, además, prestó un excepcional servicio a los sitiados, ya que éstos conocían la marcha de los acontecimientos por sus emisiones.
En los diarios portugueses de aquel tiempo, hay extensa información sobre los homenajes públicos en honor a los cadetes de Toledo. En ese aspecto, la Iglesia portuguesa participó en la consagración de los “héroes españoles con la celebración de liturgias que atribuyeron a la defensa militar, definitivamente, la condición de milagro”.
Seguiremos la próxima semana, para poner punto final al artículo sobre Portugal en la guerra civil española, con la entrega número V.
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