[dropcap]D[/dropcap]esde que tengo Netflix en casa, apenas voy al cine. Atrás quedaron aquellos años en los que iba a la Filmoteca entre semana y a la primera sesión de los domingos en el Renoir o el Verdi de Barcelona. Tuve la suerte de ver pequeñas y grandes joyas de culto, muchas películas independientes y también otras muchas obras más conocidas para el gran público. Para mí ir a ver un buen filme era como una pequeña obsesión, como a quien le da por comer o hacer deporte a todas horas. Era mi alimento para el alma.
A veces pienso que aprendí más sobre la psicología en aquellas tardes que en la universidad, pero luego me lo repienso y creo que me quedo con las dos, no hay que menospreciar el conocimiento, y menos el académico. Ya hace tiempo que me reconcilié con él.
Los años han pasado y ahora veo básicamente películas y series mainstream, esas de las que habla todo el mundo: La casa de papel, Vis a vis, Stranger Things o Juego de Tronos. Y las miro y me maravillan. Hay de todo, como en todas partes, pero me parece que durante muchos años traté lo popular como si fuera contenido de segunda, cuando a veces supera con creces a lo más independiente o underground.
Puede que fuera debido a un ego desmedido propio de la juventud, a mi miopía por no querer ver más allá de mis narices o al desconocimiento de que las obras bien hechas no tienen porque pertenecer a ningún movimiento alternativo.
Y es que al final, lo que acaba gustando a tantos millones de personas es por algo más que por un buen marketing: en las películas de Harry Potter hay tanta profundidad como uno quiera encontrar; detrás de los filmes de superhéroes hay personajes con miedos e inseguridades igual que el resto de nosotros, y las comedias de situación son un bálsamo para el espíritu cuando uno está triste o decaído.
Me da la sensación de que hoy en día la palabra comercial ya no es solo sinónimo de simple distracción, sino que detrás de muchas grandes producciones hay también muchas cabezas que piensan, y no solo en lo más evidente que es en generar ganancias.
Puede que haya sido siempre así y yo no me haya percatado hasta hace pocos años, no lo sé, pero lo que sí sé es que actualmente la industria del entretenimiento está apostando por ofrecer contenido de mucha calidad, y si a eso añadimos que la sociedad ha evolucionado y es cada vez más exigente, el resultado es que se están creando productos cada vez más competitivos para destacar entre tanta oferta disponible.
Las plataformas de TV de pago han llegado para quedarse entre nosotros los próximos años y ofrecernos pequeñas maravillas que enriquezcan nuestras vidas, que no es poco dada la complejidad del mundo actual. Para según que males, algunas de sus películas y series pueden resultar tan analgésicas como un medicamento. Y sin placebos ni efectos secundarios.
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