[dropcap]E[/dropcap]l número de salas de proyección era proporcional a los habitantes de la Ciudad.
Salamanca era en las décadas de los 50′ y 60′ una ciudad provinciana, que no llegaba a cien mil habitantes, incluso con el aumento de la población surgida con la construcción de viviendas sociales en los barrios de los periféricos como: Ciudad Jardín (1950), Vidal (1943) o Salas Pombo, actual San Bernardo (1942) que inicialmente se denominó Salas Pombo, en honor a un gobernador civil de Salamanca, del mismo nombre. Era un barrio separado de las últimas casas de la ciudad y cercano al campo de futbol del Calvario, donde jugaba la Unión Deportiva Salamanca, o la Vega (1951)
La mayor parte de las salas estaban ubicadas en el centro histórico, donde progresivamente, aparecieron bloques de viviendas para las clases más acomodadas, que se resistían a vivir fueran del centro histórico de la ciudad. Como fue el barrio del Conejal, entre las calles Toro y Zamora o la recién abierta Gran Vía.
Así como la zona del norte de la ciudad, limitada por el paseo Canalejas llegando a la Plaza de Bretón y la de San Justo.
Yo vivía entonces en la calle de los Bodegones, paralela al paseo Canalejas, caminando en pocos minutos estábamos en la Plaza Mayor y por ende en los cines del centro.
Teatro Cine Gran Vía
En la Avenida Gran Vía de Salamanca, que en esta década empezó a tomar el aspecto que tiene actualmente, aunque no será hasta la década de los 70 cuando esté terminada, estaba el cine Gran Vía, que hacia competencia en grandiosidad y elegancia con el Cinema Salamanca.
Abrió sus puertas el día 6 de Septiembre de 1946. Tenía mil cuatrocientas butacas y desarrolló su actividad durante más de cuarenta años, hasta el mes de septiembre de 1986, que se convirtió en un edificio de viviendas.
El edificio tenía cuatro plantas, con ventanas diferentes en cada una, las del primer piso tenían una balconada corrida, que ocupaba toda la anchura del edifico y donde se colocaban los paneles publicitarios, con las carteleras de las películas.
La planta baja tenía a los lados un espacio para los paneles donde se colocaban las programaciones semanales de las películas, una escalera exterior y a ambos lados subiendo las escaleras, estaban las taquillas de la venta de localidades. En la de la derecha, se despachaban las entradas de anfiteatro y en la de la izquierda, las del patio de butacas.
Siempre o casi siempre para adquirir las localidades había que hacer cola y había que hacer equilibrios para no caer por la escalera, que tenían peldaños altos y numerosos.
En la fotografía del edificio del cine se aprecia todo lo que hemos descrito, de la arquitectura del cine. Para nosotros que éramos jóvenes entonces, esto era poco obstáculo. Las escaleras terminaban en las tres puertas de entrada al local, que eran acristaladas y tenían dos hojas cada una, dándoles un aspecto de elegancia.
El distribuidor interior tenia las paredes forradas de telas roja y estaba iluminado con cuatro lámparas del modelo que llamábamos ‘arañas’, de mediano tamaño, acorde al sitio donde estaban colocadas. Los accesos hasta el patio de butaca, estaban decorados con frescos realizados por el gran pintor salmantino Manuel Gracia.
Era el lugar donde, en los descansos de la programación, el público paseaba, comentaba algo sucedido en la sociedad y fumaba un pitillo o consumía alguna bebida en el bar.
El patio de butaca para más de quinientas personas, y el anfiteatro en el piso superior espacioso y con capacidad para colocarse un buen número de asistentes, se completaba con la altura del techo que tenía el local, donde estaba colocada una lámpara de modelo araña, grande, luciendo con el encendido y resaltando aún más al reflejarse en los cientos de cristales colgantes que la formaban. Cada vez que iba al cine siempre la contemplaba y me parecía que era maravillosa.
En Ferias y Fiestas
Durante las Ferias de Septiembre el Cine Gran Vía se transformaba en teatro. Una de las compañías que no faltaba nunca era la formada por los actores Antonio Casal y Ángel de Andrés.
Tenían un espectáculo mixto entre comedia y revista pero de mucho éxito entre el público salmantino de la provincia, los que “venían a las fiestas”, que nunca faltaban a estos espectáculos. Buscando la diversión y pasar un buen rato, que hacia olvidar lo que era el desarrollo de la vida diaria, en una época de privaciones y falta de libertad, para muchos de los salmantinos.
Los porteros de la entrada y los acomodadores de la sala, siempre estaban perfectamente uniformados y eran bastante amables, también eran los encargados del “mantenimiento del orden interior y que el comportamiento de los asistentes fuera acorde con las normas de moralidad y buenos principios que entonces imperaban en la sociedad”.
Personalmente conocía al señor Magín, vecino de la calle Bodegones, donde vivía entonces. Durante la mañana tenía la profesión de pintor, entonces los llamábamos de brocha gorda, y por la tarde estaba contratado como portero-acomodador. S
Siempre que iba al cine me entregaba el programa de mano de la película que se proyectaba y cuando volvía a casa lo guardaba en una caja vacía de puros. Conseguí tener una colección importante que también, como los cines de Salamanca, desparecieron cuando me fui del domicilio acabada la carrera.
El cine Gran Vía desaparece en los años 80 y antes de derribarle (quedando sólo la fachada) fue sala de bingo primero y actualmente viviendas y más locales comerciales. El día de La inauguración del cine Gran Vía, coincidiendo con las Ferias y Fiestas del Salamanca del mes de Septiembre, en el periódico El Adelante, existe en la hemeroteca la descripción del acto social de tal evento. Dice textualmente: Un público selecto llenaba por completo todas las localidades, mientras el marco esplendido de la sala, producía una general animación y elogio, ante una serie de detalles, hasta ahora desconocidos y que ponen de manifiesto las aspiraciones de la empresa propietaria y del arquitecto de la obra, el salmantino Francisco Gil, al dotar a Salamanca de un teatro suntuoso.
La potente iluminación, del gran número de valiosas arañas y el aspecto del suelo del patio de butacas alfombrado, la comodidad de los asientos y la perfecta visibilidad, desde todos los ángulos, causan verdadera sorpresa”. Antes del comienzo del espectáculo, llenaron el vestíbulo los asistentes al cine Gran Vía de Salamanca observando y disfrutando de las pinturas del salmantino Manolo Gracia, expuestas en las paredes.
1 comentario en «Historias de Salamanca: El Cine Gran Vía»
Falta añadir que el empresario que regentaba este teatro era Eugenio Llorente.