[dropcap]E[/dropcap]n su comparecencia ante la militancia tras conocerse el resultado electoral de ayer, a Pedro Sánchez se le veía exultante, a él y a todos los que le rodeaban, que aplaudieron a rabiar, compulsivamente, como si les fuera la vida en ello.
La consigna antes de salir al tablado de Ferraz debió ser, más o menos: «¡Sobreactuad! ¡Por Dios, sobreactuad! ¡Que no se note el patinazo!
Habían ganado otra vez las elecciones, aunque con menos escaños, con lo cual a Pedro Sánchez pueden entrarle ganas de convocar las siguientes ya mismo, pasado mañana, que esto parece ir de batir récords, a ver quién gana más elecciones en menos tiempo.
Lo de menos es si de ese trajín, de ese ir y venir de elección en elección, y de ensayo en error, se saca nada claro, más bien oscuro y empeorando.
No cuadraba esa alegría desmedida con las consecuencias más notables de su ligereza. Y es que ligereza fue convocar estas nuevas elecciones sin más finalidad que frustrar un gobierno progresista con Podemos, y esto por mandato de la Ceoe.
El resultado de esa decisión incomprensible, es decir, de la ligereza de Sánchez, es que ha dado alas a VOX y ha logrado aumentar los escaños del PP, mientras que los del PSOE han mermado y los de Podemos también. No sé si esto último era el motivo de esa alegría tan fuera de lugar en el tablado de Ferraz, pero lo que está claro es que en un escenario político como el español, tan escorado a la derecha desde hace lustros, la presencia de Podemos es lo que molesta, por ser la única voz que puede recordar al PSOE que es mortal, y que sólo practicando una política social (cada vez más ausente de nuestro horizonte) puede llamarse a una fuerza política, con alguna coherencia, «progresista».
Con estos nuevos resultados que él ha propiciado en contra del criterio de su militancia ¿se habrá decidido ya Pedro Sánchez a desbloquear el gobierno progresista?
En los próximos días lo sabremos. En cualquier caso, haría muy bien en mandar a su casa a los estrategas que la han liado parda. Y nunca mejor dicho esto de “parda”.
Como en definitiva se estaba haciendo teatro con tanto aplauso compulsivo, que servía de lenitivo y embozo al patinazo, a los actores se les veía un poco tensos y nerviosos tras su máscara.
No olvidemos que no hace tanto -de hecho hace muy poco- en ese mismo escenario, los militantes del PSOE le decían a su líder aquello de «Con Rivera no», que tanto juego dio. Y si en aquel entonces un Pedro Sánchez un tanto incómodo con aquellas voces admonitorias les dijo a sus militantes aquello otro de «ya os he oído» como quien dice «vais listos», ahora se debió temer un percance similar y andaba con la mosca detrás de la oreja llegando a ponerse un tanto borde con sus propios militantes (extraña forma de celebrar una victoria), y vino a decirles algo así como «no me dejáis hablar» y «estáis demasiado participativos», por no decirles cosas peores. La tensión se notaba.
Con lo cual algunos empezamos a sospechar que entre aquel barullo de voces confusas empezaban a distinguirse aquellas que de elección en elección comprometen y destrozan tanto teatro.
Al parecer lo que allí se dijo por parte de la militancia socialista fue «Con Iglesias sí, con Casado no».
Puede entenderse la prisa que a partir de ese instante hubo por cerrar el acto celebratorio.
Victoria sí, pero ¿de qué manera?
Como viene siendo ya rutina en nuestro país, elección tras elección, ganó la banca (nuestra enhorabuena), que no necesitaron aplaudirse a sí mismos, porque ya lo hacen otros por ellos.
Por cierto, todavía no han devuelto el dinero (público) prestado, y el estado del bienestar está bajo mínimos.