GRECO es el nombre de un pintor extraordinario del que tengo poco que contarles que ustedes no sepan, sobre todo si son de Toledo o viven en esta ciudad de misterios y prodigios cuyo santo patrón debiera ser Don Illán, el mago, o sea un hereje. Dejo ahí esa propuesta.
Anómalo según el canon de su tiempo, cuyo singular modo de pintar requirió un tiempo de maduración en la apreciación ajena, llegando a considerarse luego por los modernos como un revolucionario o un profeta, y en definitiva como un genio, los expresionistas tienen a Domenico Theotocopuli, el Greco, como uno de sus referentes.
Existen en torno a él una serie de interrogantes, no sé si solo novelescos o con base más sólida, que rodean su figura de especial encanto.
¿Por qué ese apego del pintor cretense a España y a esa ciudad en concreto, Toledo, tan especial y llena de significados recónditos? ¿Manejaba bien el idioma castellano? y si es así ¿Cuál fue el origen de ese dominio lingüístico?
Procediendo de Grecia ¿Era acaso de origen sefardí y la querencia por España constituía un retorno nostálgico a la tierra de sus mayores?
Su cuadro «Alegoría de la orden de los Camaldulenses» ¿Representa una Menorá, es decir, el candelabro ritual judío?
Cambiando de tercio y pasando del arte a los malos oficios, GRECO es también el nombre que recibe el grupo de Estados contra la corrupción del Consejo de Europa, organismo dependiente del Consejo de Europa, cuyo informe (informe GRECO) nos ha vuelto a llamar al orden por la preponderancia y persistencia de este vicio (la corrupción) en nuestro país, advirtiendo que tal estado de cosas es incompatible o pone en duda la democracia.
«La corrupción es una cuestión de gran actualidad en España. La confianza de los ciudadanos en las instituciones públicas es baja y, durante el último lustro, la corrupción se ha situado persistentemente como una de las preocupaciones más apremiantes para la sociedad, solo superada por el desempleo«, dice el Greco al principio de su informe.
Se agradece este tipo de informes independientes e imparciales (no sujetos al comecocos nacional ni al lavado de cerebro que tan alegremente se prodiga aquí) para observar la realidad en su perspectiva justa, única manera de poner remedio a problema tan grave.
Y tan grave que puede considerarse que está en el origen de muchos de nuestros males actuales, o al menos de aquellos males de orden político y social que amenazan nuestro futuro.
En esta actitud negacionista están por ejemplo los expresidentes Felipe González y Mariano Rajoy que recientemente, entre risas y bromas, se quejaban de lo mucho que se persigue a la corrupción en nuestro país
El primer paso para solucionar un problema es no negarlo, y después encararlo de frente.
Son muchos los que niegan la realidad o la importancia de este problema en nuestro país, sea por intereses creados y cruzados (giratorios, como si dijéramos) o por falso patriotismo, de forma que este mal lo llevamos arrastrando desde hace décadas (quizás desde la misma fundación de este régimen) como una rémora de la que no logramos desprendernos.
En esta actitud negacionista están por ejemplo los expresidentes Felipe González y Mariano Rajoy que recientemente, entre risas y bromas, se quejaban de lo mucho que se persigue a la corrupción en nuestro país. Señal de que no le dan demasiada importancia, o de que prefieren que el foco de la atención pública no recaiga en este tema.
Dicho sea de paso, los susodichos negacionistas pasan por serios y responsables «padres de la patria», incluso por «constitucionalistas», término del que se abusa hasta el punto de que ya no se sabe muy bien qué significa o qué ampara, pero que es muy útil para descalificar al prójimo si este no nos gusta.
Algunos de los aspectos de este informe GRECO deben preocuparnos especialmente porque hacen referencia a los pilares del Estado, y/o a aquellas instituciones principales de cuya salud depende que la democracia sea solo formal o también real. Tal es la gravedad del caso.
Consignemos aquí algunos titulares de la prensa de estos días cuya transcendencia quizás ha quedado oscurecida por la más rabiosa actualidad, es decir, por las consecuencias inmediatas de las elecciones del 10N. Veamos:
«El Consejo de Europa avisa de que España no cumple su recomendación sobre la independencia judicial» (La Vanguardia).
«El Consejo de Europa reclama a España vigilar las puertas giratorias políticas y la corrupción en la policía» (El País).
«El Consejo de Europa exige a Sánchez que formalice la publicación de las comunicaciones con la Fiscalía» (20 Minutos).
Nos vuelve a recordar el Greco que los aforados en nuestro país son excesivos, y que esto constituye un freno artificial y bastante antidemocrático a la acción de la justicia.
Otro titular de estos días: «Nueve expresidentes de las cuatro autonomías más pobladas están imputados o pendientes de sentencia» (El País). He ahí un problema “territorial” que al parecer nos une, al menos a ellos.
Leer y reflexionar sobre estas noticias tan tristes es un acto de responsabilidad civil y patriotismo, incluso más que agitar una bandera.
En la resaca de los últimos resultados electorales, algunos analistas hablan insistentemente de preocupación y recelo en amplias capas de la sociedad (quizás intentando favorecer esas aprensiones) por la anunciada presencia de PODEMOS, un partido de corte socialdemócrata que nunca ha gobernado, en el gobierno de nuestro país. Que es algo así como poner la venda antes de la herida y negar la presunción de inocencia.
Sorprende por comparación que no cause recelo ni aprensión entre esos preocupados, la presencia en el gobierno (durante décadas) de partidos que han practicado la corrupción y el saqueo de lo público a mansalva, en régimen intensivo y de alternancia.
Les confieso que no acabo de comprender esta ceguera y parcialidad, salvo por la eficacia y poder de los medios institucionales de confusión.
Y no comprendo tampoco que se reste importancia a este problema de la corrupción y se niegue su relación con los problemas que nos aquejan, salvo que se sea beneficiario directo o indirecto de este estado de cosas.
Siendo esto así, tan preocupante y deprimente para muchos españoles y para las Instituciones europeas, se agradecería también, o incluso sería exigible, que nuestro jefe del Estado, en estos momentos un monarca no sujeto a censura ni a control de sus actos, y por tanto irresponsable e impune (según confirma el Tribunal Constitucional) aprovechara cada una de sus visitas y desplazamientos por nuestro país, y casi cada uno de sus discursos oficiales para advertirnos de la gravedad de este problema, cuya preponderancia y persistencia, como decimos, es incompatible con la democracia.
La contundencia en la denuncia y en la lucha contra la corrupción, exigible a las más altas Instituciones del Estado, es otra forma de defender la democracia. Y es que antes de dar lecciones al prójimo hay que aplicarse el cuento.
Una forma extrema de negar la presunción de inocencia es inventar mentiras sobre alguien (aquel que de partida no es inocente), y ya saben que las cloacas de nuestro Estado (Estado corrupto, según Europa) se dedicaron con energía y fondos públicos a fabricar este tipo de mentiras sobre Podemos. Tan eficaces son esas mentiras y de tantos medios disponen (incluso fondos reservados) que muchos ciudadanos se las creen.
Esas mismas cloacas, pluriempleadas al parecer, fueron las que según algunas hipótesis utilizó el expresidente del BBVA (al que ahora se ha imputado) para desplegar sus estrategias de corrupción corporativa de amplio espectro.
La plutocracia junto a la corrupción es otro de los grandes males de nuestro país, que solo será homologable en términos democráticos cuando el mandato de las urnas impere sobre el poder del dinero.
De lo cual nos alegraremos, creo, muchos españoles que no colgamos banderas en los balcones pero que aspiramos a que nuestro país sea un país sólido, democrático, y digno de admiración, y no objeto de serías y preocupantes admoniciones.