Opinión

Reflejos IV

Al final de Sordolodo, imponente edificio de los seguidores de San Ignacio de Loyola.

 

[dropcap]A[/dropcap]ires. Vientos. Paisajes. Alfonso X el sabio dijo de Salamanca que era la ciudad «de buen aire e de fermosas salidas», pero no es esto lo que traemos en mente.

Tal vez la «rosa de los vientos», atribuida al mallorquín Ramon Llull (o Raimundo Lulio, h.1232-1315 ó 1316), muy importante para la navegación pues marca los 32 rumbos en que se divide la circunferencia del horizonte; también «estrella de los vientos» o «rosa náutica».

Desde el Corrillo de la Yerba, veleta-unicornio inclinada de San Martín.

Sí, ahora sí, esta idea nos viene bien, con ella no vamos del todo desorientados, aunque en estos momentos no es necesario que la estrella sea tan precisa, con unos cuantos rumbos es suficiente. Si hay un punto de nuestra ciudad donde se nos antojaría marcar los cuatro cardinales, ese estaría en la Rúa Mayor a la altura de la fuente del músico Francisco de Salinas (1513-1590), justo en el cruce de calles donde te pueden atropellar no vehículos sino grupos de personas turisteando.

Con esta orientación resultaría difícil perderse ni dejar monumentos por ver: «al norte, iglesia de San Martín y tras ella la Plaza Mayor; al sur, Catedrales Nueva y Vieja y más abajo el río con su medio puente Romano (la otra mitad fue un regalo a San Policarpo el día de su riada en 1626); al este, las Dueñas y los Dominicos; al oeste, calle Compañía, Casa de las Conchas y Clerecía; no olviden los rumbos laterales y colaterales, que están repletos de sorpresas; y, por favor, se aconseja hacer por la noche (sin entrar en intimidades) lo mismo que por el día». Pero esta es una visión actual y moderna; queremos otra cosa.

Gran capitel de la Clerecía en Santa Catalina.

Quedamos con unos amigos en el mismísimo centro de la Plaza Mayor, no bajo el reloj, pues la idea era partir desde ahí buscando otra perspectiva y sin cámaras fotográficas. Una vez todos juntos, abrimos la puerta hacia el pasado y camuflamos nuestra habitual apariencia; no era carnaval, no, es que nuestras ropas eran de época, daba igual la mezcla, había estilo medieval, renacentista y algún dieciochesco, varias capas pero sin espada (no era necesario); y de esta guisa emprendimos la marcha con la condición de que siguieran nuestros pasos, cual procesión.

Itinerario I: salida por el arco de San Martín, Corrillo de la Yerba, Sordolodo, Santa Catalina, Rúa Antigua, Estafeta y plazuela del Colegio Viejo, esta última aún con casas pertenecientes al Cabildo y sin intuir la «futura» presencia del general francés Thiebault.

«Scala Coeli» en la esquina Rúa Mayor con Palomino.

Y como se dice que todos los caminos conducen a Roma pues iniciamos el itinerario II: salida por el arco de San Martín, Corrillo de la Yerba, plazuela Isla de la Rúa, Rúa Mayor y…¡sorpresa! no hay acceso a la plazuela del Colegio Viejo (se precisa expropiación de las casas de Teresa de Zúñiga y Cornejo, «una de las mayores terratenientes», a cuya «incomprensible y tenaz resistencia» hizo frente el alcalde Florencio Pollo Martín); mientras esto ocurre, bajamos por Palomino (apellido correcto, sin la -s) hacia Albarderos, rodeamos la casa-palacio de Castellanos y subimos por Azotados (anteriormente El Trasgo) con destino, otra vez, plaza de Anaya; hemos dicho «plaza», sí, pues desde su estancia-residencia en el colegio de San Bartolomé, el general francés, muy dado a los «espacios abiertos», ya ha hecho de las suyas sin darnos cuenta; por cierto, en su casi único acierto urbanístico.

Blasón de Zúñiga en una de las propiedades de los marqueses de Castellanos.

Bueno, no crean que damos por terminado el paseo; nos quedaremos un ratito más por el pasado para ver cómo destruyen nuestro Patrimonio.

Apellido Maldonado, timbra corona de marqués desde 1763.

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