[dropcap]E[/dropcap]l equipo de gobierno del Ayuntamiento de Salamanca, formado por el PP y Cs, acaba de estrenar el año censurando el concierto de Los Chikos del Maíz por motivos ideológicos.
Para justificar esta decisión se han utilizado argumentos mojigatos, algunos más propios de una persona con discapacidad mental, y todos ellos inquisitoriales, sectarios, autoritarios, fascistoides y retrógrados.
Ya se descolgaron en su día los cuadros de un artista alternativo y ahora se censura el concierto de un grupo minoritario porque sus letras incitan a la violencia. Como si poner los villancicos a todo trapo en la Plaza Mayor durante quince días no fuera una provocación del mismo calibre. Como si censurar un concierto no fuera un acto de violencia institucional.
Salamanca empieza a situarse en cabeza entre las ciudades amigas de la censura. Aunque vayamos de cultos y limpios, en el alma de los dirigentes eternos de esta ciudad quedan muchos espacios negros en los que anidan la intransigencia y la barbarie cultural. Y lo peor es que quieren arrastrarnos a todos a la caverna.
Si todo lo que no nos gusta lo liquidamos, acabaremos solos o alguien se encargará de liquidarnos a nosotros. Eso si antes no nos hemos liado a pedradas con ellos, como con los artistas que se salen del carril.
Los meapilas, fanáticos y torquemadas tienen que evitar entrometerse en cuestiones que les vienen demasiado grandes y dejar la programación cultural en manos de alguien que tenga en sus playlist algo más evolucionado que la música de José Manuel Soto y Bertín Osborne.